Muchos padres intentan formar los gustos musicales de sus hijos. ¿Pero es un esfuerzo condenado al fracaso, o peor, hará que los niños odien la música que sus padres aman y amen la que odian?
Podría ser algo así: si a los bisabuelos les gusta la música clásica (Mahler), a los abuelos el jazz (Ellington) y a los padres el rock (Queen), los hijos podrían ser expertos en Gangnam Style, del rapero surcoreano PSY.
Aunque sea sólo por los largos viajes en auto, a los padres les interesa compartir gustos musicales con sus hijos.
“Cada padre quiere que su hijo sea hincha de su mismo equipo de fútbol”, dice Jeremy Summerly, director de orquesta británico y catedrático en la Real Academia de Música.
“Y me imagino que todos los padres tienen un deseo innato de que su hijo disfrute de la misma clase de música que ellos”.Pero los tiempos cambian.
“El tipo de música que gustaba al padre puede haber pasado de moda para cuando el hijo tenga su edad”, afirma Summerly.
Por esta situación está pasando Tom Hodgkinson, escritor satírico y autor de “The Idle Parent” (El padre despreocupado). Hodgkinson conoce bien los riesgos de tratar de formar los gustos de un niño.
En el Festival de Jazz de Londres hay sesiones para los más pequeños.“Hay un episodio de Los Simpson en el que Homero está en el auto escuchando rock de los 70 con sus hijos, que sólo gruñen”, señala Hodgkinson.
Sin embargo, él mismo intentó hacerlo con sus hijos.
“Por un tiempo, nosotros cuatro, mi esposa y los niños, tomamos lecciones de piano juntos. Ahora mi hijo toca el ukelele por toda la casa. También tiene una banda llamada Purple Inferno”.
“A veces voy conduciendo y le pregunto a Arthur, mi hijo de 12 años, si conoce los dos primeros álbumes de Red Hot Chili Peppers, y él los descarga y los escucha en el auto”.
“El otro día lo escuché tocar el bajo de “God Save the Queen“- la canción de Sex Pistols, no el himno nacional- y me sentí complacido. Pensé ‘ese es mi hijo'”, dice Hodgkinson, que tocaba en una banda punk en la universidad.
Psicología infantil
El violonchelista Julian Lloyd Webber cree que no se pueden imponer los gustos a los hijos, pero se les puede guiar, como hizo con el suyo, David.
“Quieres mostrar a tu hijo las cosas que crees que son las mejores. Cuando mi hijo tenía 8 años, lo llevé a ver al violonchelista ruso Rostropovich. Eso es algo especial y le quedará toda la vida”, afirma Lloyd Webber.
En otros hogares, las influencias musicales se transmiten de forma menos deliberada.
“No puedo decir que alguna vez traté de formar el gusto musical de mis hijos”, dice Jem Finer, artista y miembro fundador del grupo irlandés The Pogues.
Sus hijas, Ella y Kitty, tuvieron que vivir con la música que se tocaba en casa y lidiar con los instrumentos musicales que estaban a su alcance.
Mientras Finer tocaba canciones de Captain Beefheart, blues y música de Grecia, Irlanda, España y Turquía, su esposa, la artista Marcia Farquhar, ponía a sus hijas canciones cómicas de Bernard Bresslaw, Beethoven y -cuando su padre no estaba- The Pogues.
Es evidente que algo quedó. Ella, de 29 años, acaba de terminar un doctorado en teatro y Kitty, de 27, es artista y compositora.
Sin embargo, a veces los esfuerzos de los padres no surten efecto.
“Algunos hijos siguen lo que a sus padres les gusta. Disfrutan vivir como sus progenitores, y otros hacen precisamente lo opuesto”, señala Summerly.
“Si el padre escucha a Mahler, el hijo se inclina por Lady Gaga”.
Una idea es recurrir a la “psicología infantil”. Si se quiere que escuchen determinada música, conociendo la tendencia de los hijos a rebelarse, Summerly sugiere prohibirla en casa.
“Podría ocurrir que repentinamente el hijo adore los cuartetos de cuerdas de Haydn y los escuche en privado”.
Por lo visto el ambiente musical hogareño no necesariamente influye en los gustos de un hijo.
“Crecí en una casa donde predominaba la música clásica. Y no la soportaba”, comenta Finer.
“Recuerdo que me compraron ‘Pedro y el lobo’ (de Sergei Prokofiev) y no me interesaba en absoluto”. “Solamente respondía a música mucho más básica, primitiva, como el rockanrol, hasta que mi mente se desarrolló”.
¿Exponer a los hijos a Mahler los llevará a Lady Gaga?El otro extremo
¿Pero qué pasa cuando el esfuerzo por formar el gusto musical de un hijo funciona demasiado bien?
Para aquellos padres tentados a desviar a los hijos de los éxitos de moda en favor de la música clásica y romántica, como Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert, Summerly tiene una advertencia.
“Hay que tener cuidado, podría alejar al niño de sus amigos en la escuela”.
Hodgkinson es muy consciente de otro problema para los padres.
“Me gustaría ir a ver a Metallica con mi hijo, pero hay algo desagradable cuando un padre e hijo escuchan a la misma banda. Es mi responsibilidad odiarla”, dice.
“Actualmente escucho música medieval y barroca. Cuando la pongo en el auto, mi hijo se queja. Parte de mí siente que los hijos deberían escuchar música diferente a la de los padres”, agrega.
Para la mayoría de los padres el deseo de formar el gusto de un hijo se basa en algo positivo: compartir lo que aman.
Summerly cree que la música puede educar y guiar nuestros sentimientos profundamente.
“Si un padre cree que la música es primero un espejo del alma y segundo que puede estimular el buen comportamiento o que es una parte importante del desarrollo educativo, es razonable pensar que tratará de fomentar cierto tipo de música”, acota Summerly.
Todo el mundo debería tener la posibilidad de tocar aunque sea un instrumento musical simple y de hacerlo junto a otras personas.
“Cuando era chico me dijeron que no tenía oído musical”, cuenta Jem Finer, “así que ni siquiera me consideraron para lecciones de música”.
Ahora toca banjo, guitarra, zanfonía, mandola y saxofón.
Hagan lo que hagan o no los padres para formar el gusto de sus hijos, ellos solos encuentran lo que les gusta. Quizás todo lo que necesitan es que se les abran las puertas -como dice Lloyd Webber- “a algunos de los más grandes logros de la humanidad” y dejarlos explorar a su antojo.
“No hay errores, de cualquier modo encontrarán su propio gusto”, concluye Lloyd Webber.
¿Hace Mozart más inteligentes a los niños?
Un artículo de 1993 en la revista Nature sugería que 36 estudiantes que escuchaban sonatas de Mozart se desempeñaban mejor en ciertas tareas.
Después de eso hubo quienes sostuvieron que tocar música clásica a infantes, e incluso a bebés por nacer, podría incrementar su coeficiente intelectual
En 1998, el estado de Georgia (Estados Unidos) lanzó un programa para dar a cada bebé recién nacido un CD de música clásica.
El “efecto Mozart” fue posteriormente socavado por varios estudios; los investigadores originales sostienen que su estudio fue malinterpretado.