‘…empezar por el solfeo para un niño es bastante aburrido, bastante anti-musical, luego puede ser muy importante pero para un niño empezar por el solfeo no creo que es una buena elección’. Ara Malikian – Violinista
Pero no hacemos caso y por eso muchas generaciones no aprendimos idiomas. Estudié cinco años francés y otros tantos inglés, siempre con la gramática, el vocabulario y los exámenes tras un pupitre. ¡Qué desastre! . Existen millones de personas que hablan correctamente idiomas como consecuencia de la inmersión dentro de otra lengua sin necesidad de tanto papel.
Hasta hace muy pocos años para acceder a la educación musical reglada había que hacer un primer año de solfeo (el preparatorio). Entonces se reconocía que tenías un mínimo de recursos para comenzar a leer partituras. ¡Pero! ¡Si todavía no he empezado a experimentar con el instrumento!. Claro, como con los idiomas ya se leer aunque, tal vez, nunca llegue a hablar.
Hubo muchas voces que criticaron la desaparición del preparatorio de solfeo cuando, además de cambiarle el nombre a lenguaje musical, se estableció un diseño curricular en el que el primer año de instrumento se realizaba al mismo tiempo que el primer año de lenguaje musical (antes llamado solfeo). – ¿Qué vamos a enseñarles si no saben leer partituras? Decían algunas voces, no sin razón en la búsqueda de perfil de músico básicamente lector o de atril.
Acabé mis estudios de solfeo (entonces la Sociedad Didáctico Musical, aunque también trabajé LAZ, Hilarión Eslava, Solfeo de los Solfeos y Ars Solfandi ) con sobresaliente en todos los cursos. ¡Para mi vergüenza!. Pues recuerdo haber tenido algunas dificultades para acompañar con palmas a un grupo de niños gitanos. Primero tuve que racionalizar lo que estaban haciendo, después pasarlo mentalmente a mi lenguaje y finalmente tocarlo. ¡Y ellos no habían estudiado solfeo!. Sin embargo la estructura rítmica era realmente compleja.
Siempre he defendido la enseñanza globalizada en la que el aprender lenguaje musical es una consecuencia necesaria del aumento de tu bagaje de repertorio con el instrumento ( y así es como nació históricamente la notación musical, como necesidad de no olvidar lo que la tradición oral iba transmitiendo). Pero siempre las mismas respuestas. – ¡Si un niño no sabe leer, no puede tocar!. Me quedaba sólo.
Una luz se me iluminó cuando en un curso de técnica de improvisación al piano en el Conservatorio de Música de Zaragoza oí a Violeta H. de Gainza algo así. ‘…En los dos primeros años de aprendizaje de un instrumento no debería haber ninguna partitura de por medio…’.
En el niño hay cuestiones previas a descubrir, estimular y desarrollar antes de llegar a la lectura musical, a la medida, a la lectura medida, a la entonación, a la entonación medida y finalmente a la interpretación vivida. Se debe desarrollar el sentido del ritmo, la educación del oído (tanto interno como externo), la voz y el sentido de las alturas (cuestiones previas a la entonación), el esquema corporal, las percepciones viso-manuales, las distintas memorias… y siempre a través del juego.
Por supuesto que, sí a los distintos lenguajes musicales existentes: partituras, parrillas de acordes, tablaturas, grafías de todo tipo… pero cada cosa en su momento.
Primero hay que aprender a hablar, después a leer y a escribir.
Santiago Sáenz Guallar