Escrito por José Mario Carrer | Salta 21
El director fundador y honorario del orquesta salteña estuvo brillante
Salta, Jueves 2 de agosto de 2012. Teatro Provincial. Solista: Alejandra Barreto (oboe). Orquesta Sinfónica de Salta. Director Invitado Maestro Felipe Izcaray. Tres Danzas Brasileñas de Mozart Camargo Guarnieri (1907-1993). Concierto Moruno para oboe y orquesta de Aldemaro Romero (1928-2007). Tangazo de Astor Piazzolla (1921-1992). Tres Danzas Cubanas de Arturo “Chico” O’Farril (1921-2001). Fuera de programa: La Cumparsita de Gerardo Hernán Matos Rodríguez (1897-1948).
La música culta brasileña es realmente rica. Una pena que éste no sea el lugar y el espacio en el que me pueda extender. Por tanto solo me referiré al compositor de esta noche. Ya Villa Lobos había creado una conciencia nacional para los compositores brasileños. De ellos, uno de los mas destacados es precisamente Mozart Camargo Guarnieri hijo de un hombre que le puso a él y sus tres hermanos los nombres de sus compositores preferidos (Mozart, Verdi, Rossini y Bellini). Sus Tres Danzas pasan por un fuerte lenguaje instrumental, el pacífico aire nocturnal, para morir en un samba propio de su tierra. Compositor sutil, encuentra en bases folclóricas un cimiento de sólida construcción polifónica. Su ejecución fue de menor a mayor pues comenzó navegando en medio de ciertas indecisiones hasta que, luego de la primera danza, el carril fue transitado con seguridad.
Llegó después, un momento esperado, el concierto para oboe de uno de los mas notables compositores de Venezuela, al que su tierra le debe trascendencia mundial gracias a lo que se llamó “Ola Nueva” que fue al país caribeño como la bossa a los brasileños. Su aporte es grande y generoso como arreglador de figuras importantes del jazz y también como compositor. Aldemaro Romero arma con felicidad esta atractiva página; jazz al inicio, un bello “moderato” donde se destaca la fulgurante belleza de un diálogo entre el corno de Tabakov y la solista Alejandra Barreto, de elogiable musicalidad, seguro fraseo, punzante sonido que finaliza con una milagrosa mezcla de un joropo venezolano cubierto con una capa de pintura andaluza. Barreto jerarquiza con su pertenencia, desde su fundación a la orquesta salteña siendo hoy la Primer oboe asistente del solista. En verdad, no encontré nada descriptivo pero si no hubiera sabido quien era el autor, cuando menos habría sospechado su origen venezolano.
Ya había conocido personalmente al maestro Astor Piazzolla, que muchos ubican en segundo lugar luego de Alberto Ginastera, entre los compositores argentinos del siglo XX, cuando recibió un encargo del ilustre Pedro Ignacio Calderón para su Ensamble de Cámara Buenos Aires. Conocía su gigantesca estatura musical y también su fuerte y a veces agrio carácter. ¿Qué importa? Fue un revolucionario y sobre la base del tango, inventó lo que él llamaba “música de Buenos Aires”. Tangazo es una página estupenda. No muy larga, pero contiene material adecuado para mostrar su capacidad creadora. Luego de su melancólica introducción ingresa en sus conocidos giros donde se lucen Emilio Lépez Alonso (oboe), Cecilia Ulloque (flauta y piccolo) y Elenko Tabakov (corno). Finaliza con un feroz ralentado que se apaga lentamente como quien representa al hombre porteño cuyo caminar se va perdiendo en la bruma del puerto.
Han pasado ocho años desde que el maestro Izcaray hiciera en nuestra ciudad, las Tres Danzas Cubanas de “Chico” O’Farril. Sólida orquestación, en el “Lento” está clara la influencia rítmica del África para cerrar con una fenomenal “conga” en la que se lució la percusión de la orquesta. O’Farril se hizo famoso con sus arreglos para figuras de prestigio en Estados Unidos y su notable “big band” que aun existe y dirige su hijo Arturo a quien escuché, con similar estilo, en el Birdland de Nueva York.
El maestro Izcaray comentó el repertorio pues sabe largamente de esta música que ya está en los grandes escenario del mundo. O sea, los puristas abstenerse de colocarla en planos menores. El director fundador y honorario del orquesta salteña estuvo brillante, refinado, sensible, preciso, claro; también con un fuerte resfrío que no impidió una relevante producción, al punto que el sostenido aplauso lo obligó a entregar “La Cumparsita” del uruguayo Matos Rodríguez en un precioso arreglo para grupo sinfónico. O sea: todos contentos de volverlo a ver y su final, a toda orquesta.