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Las “17 Piezas Infantiles para Piano de Antonio Estévez” fueron galardonadas con el Premio Nacional de Música y escritas originalmente solo para piano en 1956, luego fueron orquestas.
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Con estas obras el compositor juega con los sonidos y con las imágenes de su infancia convertidas en música, mostrando su complejidad pero llevada a la simpleza, con ritmos y melodías que contagian a grandes y chicos por igual, dándole al mismo tiempo un toque lúdico. La pianista Sylvia Constantinidis supo mantener la esencia que plasmó Estévez en el papel y en los sonidos, pero les brindó al mismo tiempo un toque adicional de sutileza y sublimidad a la música. Constantinidis tuvo la difícil labor de mantener la fidelidad de la obra de Estévez pero por otra parte las hace suyas, llevándolas al sonido que ha desarrollado como pianista y compositora a lo largo de los años. Con mucha elegancia, precisión y una ambientación contemporánea, la intérprete nacida en Nueva Esparta recrea las notas que inmortalizó el compositor nacido en Guárico.
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El disco Incluye todas las piezas infantiles: Los Ancestros Indio, español (blanco) y negro; Canción con tarde y con niños; Canción para dormir una muñeca; El trompo (variación); La candelita; La Huerta de Doñana; Florentino cuando era becerrero; El cuento del gallo pelón; El cuento de la abuelita: Angelito negro; El pajarito; La Zaranda; Platero, El pilón y la Toccatina.
Llama la atención la forma de interpretar los 3 ancestros: indio, negro y blanco, que se basan conceptualmente en las raíces venezolanas, pero que no son fáciles de interpretar, inclusive, en los conciertos cuando solistas y orquestas toman algunas de las 17 piezas para armar un programa, casi siempre dejan a estos tres ancestros fuera.
Para comprender este disco hay que recordar que la obra original es un homenaje que Estévez le rinde a su niñez y a las tradiciones infantiles venezolanas. Dedica cada pieza a un símbolo de la infancia destacando los cuentos como el Gallo Pelón, la Abuelita o Platero; también se refiere a los juguetes criollos como el trompo o el juego de La Candelita, así como a las canciones para niños.
Tiene mucho mérito el trabajo de Sylvia Constantinidis con este disco desde el punto de vista del rescate y difusión del acervo cultural venezolano, y porque han sido muy pocas veces grabada y menos con un enfoque tan contemporáneo. La pianista Monique Duphil lo hizo hace más de 50 años, Vilma Sánchez lo hizo en 2016 y ahora la margariteña, residenciada en Miami regala al público otra versión con su propia óptica pianística, enriqueciendo aún más el repertorio pianístico de Estévez.
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Además, la interpretación de esta gran pianista se basa una minuciosa investigación sobre la obra de Estévez, vale recordar como antecedente que ella publicó un artículo de mucho valor histórico titulado “La Contemporaneidad en la obra para piano de Antonio Estévez”, que salió a la luz en junio de 2016 en la Revista Cultural Carohana (Barquisimeto), de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador en honor al centenario de nacimiento del compositor. Este artículo ahora también puede ser disfrutado en Venezuela Sinfónica y del cual, para terminar la reseña del disco cito el siguiente fragmento:
“En el caso de Venezuela, el maestro Antonio Estévez es uno de los pioneros de la música contemporánea. Su contribución se expande a la música coral, la música sinfónica, la música instrumental, la música electrónica y electroacústica. El maestro Antonio Estévez es un contemporáneo de otro gran precursor de la música clásica contemporánea latinoamericana, el compositor argentino Alberto Ginastera, ambos nacidos en el mismo año. El maestro Estévez obtiene su formación musical en Venezuela, y no es hasta el año 1945 que tiene la oportunidad de viajar a estudiar a los Estados Unidos y Europa, donde aprovechó al máximo para actualizarse de todas las nuevas ideas y tendencias florecientes en ese momento”.
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