Vía: b-sidemg.com/ JESÚS ROMÁN
Si hay algo que tiene la música es ese poder de crear vínculos emocionales en el oyente; todos tenemos esta o aquella canción que asociamos a un momento feliz, a una sonrisa furtiva o a un baile improvisado…
“Don’t worry, be happy” es, para muchos, ese himno del buenrollismo que recitar como mantra cuando la cosa se tuerce. Pero detrás de la canción hay un creador exquisito y prolífico, un estudioso de la voz humana capaz de hacer cosas imposibles para el común de los mortales, Bobby McFerrin. Y hay una regla no escrita que dictamina cómo el talento de músicos con tantísimos quilates siempre pasa a los de su estirpe. Llámalo predisposición genética, o bien mamar el arte desde bien pequeño… Este es el caso de Taylor, el mayor de los hijos del mítico vocalista, que en los últimos tres años se ha embarcado en la creación de su disco debut.
Early Riser es un intrincado viaje por la psique de su autor, un conjunto de sensaciones complejas, en ocasiones contrapuestas, plasmadas a través del jazz y la electrónica. Como si el free-jazz hubiera nacido de nuevo en un universo distópico de Terry Gilliam. Como si la tecnología cobrara vida para manipular las conexiones neuronales que se activan cuando una canción nos transmite algo más profundo de lo que podemos sentir a simple vista. Muy en la línea de productores como Thundercat (que hace acto de presencia en el repertorio) o Flying Lotus (quien además, aporta la discográfica), Taylor McFerrin genera un lienzo que aunque complejo, se percibe cercano, concreto, con alma, no se pierde en la frialdad del proceso electrónico. Una evolución muy natural que la música de raíz negra está experimentando en la última década.
Toma elementos de aquí y de allá, tocando todos y cada uno de los instrumentos que moldean las infinitas capas sonoras de sus melodías, engranadas con la pericia de un relojero suizo
Son 42 minutos de puro deleite acústico que condicionan nuestro estado anímico, proporcionando esa sensación de bienestar que ya en su día el bueno de Bobby construyera en muy diferentes términos en su archiconocido tema. El hijo pródigo ha conseguido conformar una etiqueta propia, tomando elementos de aquí y de allá, tocando todos y cada uno de los instrumentos que moldean las infinitas capas sonoras de sus melodías, engranadas con la pericia de un relojero suizo. No es de extrañar que cite como principales influencias a Stevie Wonder, Jay Dilla y Herbie Hancock, la suma de estos tres es justamente lo que McFerrin ha canalizado en esta ópera prima. Early Riser no es, por tanto, un debut al uso, como no lo son los colaboradores de primer nivel que se dan cita en él (Robert Glasper, Emily King o el propio padre de nuestro protagonista).
Parece evidente que toda esa energía ha de percibirse también en sus directos, por lo que estaremos pendientes del que ofrecerá en el marco de la próxima edición del Festival Int’l de Jazz de Barcelona (13 de Noviembre). Cita obligada para los amantes de lo exquisito. Ah, y una cosa más, te reto a que cuando termines de escucharlo no vuelvas a dar al botón de reproducir… si eres capaz.