“¡Telepatía, telepatía!”, gritaba Gustavo Dudamel desde la décima fila de la sala, mientras la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar ensayaba el tercer movimiento de la Tercera Sinfonía de Schumann. De todas sus tareas, el director de orquesta está llamado a mover a los músicos a interpretar de la manera en que tiene concebida la partitura. Dudamel los escucha alejado del atril, a cinco metros de la agrupación.
La batuta en descanso y él caminando, escuchando, entre las butacas. “Ese movimiento lo tocaron solos, y estoy seguro de que todos estábamos pensando lo mismo.
Hemos crecido juntos, y eso ya conecta con la inspiración. Es cuestión de crear un vínculo de camaradería, de amistad, aunque seamos estrictos en la disciplina. Se puede propiciar un ambiente relajado pero con orden. Eso es inspiración”. Mientras Dudamel se encuentra en Caracas, dirigiendo Wagner, Schumann y Strauss, ya tiene en la cabeza obras de Tchaikovsky, Adams, Bernstein, Ravel y Stravinsky, para ser ejecutadas en Los Angeles la semana siguiente. “Yo me puedo concentrar muy fácilmente en ambientes poco propicios para ello. Las obras son como libros, como frases, y si se estudian bien, se quedan para toda tu vida. A veces es inexplicable, porque cada sinfonía, cada sonido, significa algo muy particular. Una persona con el mismo sonido puede sentir optimismo y otra lo contrario. La música es muy subjetiva. A mí me motiva pensar en la película de mi vida constantemente”.
Sobre el piano de su camerino en LAPhil, descansan los primeros esbozos de la sala que Frank Gehry construirá en Barquisimeto. “Evidentemente, conocer y tener alrededor personajes emblemáticos como Frank Ghery, Carlos Cruz-Diez, Daniel Baremboim, Claudio Abbado, Simon Rattle, entre muchísimos más, me ha servido para aprender a través de su generosidad. Desde las conversaciones más frívolas a las más profundas inspiran, quizás no tanto dándome ideas, sino ayudándome a conseguir la manera de fabricarlas. El maestro Abreu ha sido una fuente de inspiración absoluta, es el maestro de todos nosotros, sobre todo para construir sueños”. Termina de tomar un café con azúcar, presto para irse y señala el grabador: “Ah, y por supuesto, me inspiran, Martín, Eloísa y mi familia”.