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La ilustre violinista deslumbra al Palau con el sello personal de su interpretación de obras de Brahms, Penderecki y Bach
Vía: www.elperiodico.com | Por César López Rosell
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Ahí está, con 40 años de carrera a sus espaldas desde que debutó a los 13 años en Salzburgo con Herbert von Karajan. Anne Sophie Mutter (Rheinfelden, Baden, 1963), equipada con la siempre renovadora maestría de su madurez artística, sumió al publico del Palau en un estado de hipnosis colectivo con la interpretación de una variado pero bien estructurado programa que tuvo una entusiasta acogida y en el que interpretó obras del autor polaco Krzysztof Penderecki, la célebre ‘Partita número 2’ de Johann Sebastian Bach y otras dos piezas de Johannes Brahms.
Y es que esta intérprete juega en otra división: la del mito del violín que lo ha conseguido todo pero que necesita activar el motor de la pasión por la música embarcándose en nuevos proyectos para vivir la plenitud artística. La ilustre violinista mantiene, a los 54 años, intactas su belleza y elegancia, pero para ella eso solo es un envoltorio que ayuda a proyectar la profundidad de su discurso interpretativo.
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“Si mi presencia les distrae por otros motivos es mejor que cierren los ojos. Lo que cuenta es lo que entra a través del oído“, suele decir. Pero no hay que cometer ese error. Sus gestos, la forma en la que desliza el arco de su maravilloso Stradivarius con 300 años de historia y el cuidado vestuario con el que siempre se presenta forman parte del paisaje y la intencionalidad de sus actuaciones, como volvió a exhibir en su regreso a Palau 100 para poner la guinda del pastel de la selecta oferta de conciertos del último mes en Barcelona con grandes solistas del instrumento como Isabelle Faust, Viktoria Mullova y Viviane Hagner.
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Silencio religioso
Un silencio religioso se apoderó de la sala cuando Mutter apareció acompañada del pianista Lambert Orkis para recrear el ‘Scherzo’ de la ‘Sonata F.A.E’, movimiento compuesto por Brahms dentro de una obra creada junto a Albert Dietrich y Robert Schumann. Con esta página inició un recorrido de gran exigencia para ella y para el público. Pero a la violinista le gusta compatibilizar el repertorio clásico más conocido con obras de contemporáneos que han escrito para ella compositores como Henry Dutilleux, Witold Lutoslawski, Wolfgang Rhim o el cinéfilo John Williams, entre otros.
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En esta ocasión concedió el protagonismo a Penderecki, como homenaje a la colaboración con este autor que se inició con el actual siglo, precisamente con la bellísima ‘Sonata para violín y piano, número 2’, que sacudió la segunda parte del concierto, aunque en la primera ya hubiera interpretado junto a Roman Patkoló el ‘Dúo concertante para violín y contrabajo’, de gran lucimiento también para su acompañante. En medio deslumbró con la célebre ‘Partita número 2’ de Bach, de la que ofreció una lectura tan brillante como personal y no exenta de la espontaneidad de una artista que se siente libre para dar rienda suelta a la creatividad propia siempre que garantice buenos resultados, tal como le aconsejaba Karajan.
La sonoridad de su Stradivarius iluminó el recinto por la riqueza de contrastes de una obra en la que el violín se convierte en instrumento polifónico. Mutter asombró tanto en las notas altas como en la sutileza de más bajas, con un fraseo arrebatador y un flotante lirismo. Era todo tan mágico que no se oía ni una mosca. Y cuando llegó el remate final con las tres danzas húngaras de Brahms provocó el delirio, lo mismo que en los bises. Fue otra impresionante demostración de esta artista que nunca defrauda porque siempre saca de su chistera algún nuevo prodigio.
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