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Victoria Sánchez, nacida en Caracas, Venezuela, dice en femenina espontaneidad: “Mi vida es y por siempre la música. No me imagino en otra actividad”.
Vía: www.elindependientedehidalgo.com.mx | Por Pachuca
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Fundamenta su comentario:
“Desde antes de nacer, mi papá, Víctor Sánchez, me cantaba. Luego, pequeña aún, arrullos para dormir. Entrañable su amor, de él y mi mamá, Luisa. Crecí en el entorno de grata, suave musicalidad.”
Tiene una hermana mayor, vive en Argentina. Se comunican.
Docente, pianista, directora de orquesta sinfónica, confiesa con su contagiosa alegría.
“Llegué a Pachuca por invitación del maestro y director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (OSUAEH). Pensé que solo por días, pero ya, tras precisos trámites migratorios, seguiré aquí los próximos cuatro años, por lo menos.”
–¿Y después?
“Me encuentro aquí como en mi casa. La gente es la mar de amable, gentil. Solo he recibido atenciones que retribuyo con trabajo y sincera amistad.”
Su inicio se dio en el Conservatorio de Música Simón Bolívar y en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles en Infantiles de Venezuela.
Fueron días de esfuerzo.
“Cursé, casi de la mano, primaria, secundaria y un bachillerato técnico en informática.”
Y advierte, sincera, sonriendo con facilidad.
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No es de prodigios
“No tengo nada de prodigio, únicamente un honesto deseo de aprender.”
A los cuatro años ya estaba en una escuela cercana a su casa, como preescolar musical.
Tuvo sentido del ritmo; cantaba, bailaba.
“A los nueve años comenzó estudios formales de piano; hasta los 13 o 14 años. Ingresé después al conservatorio en el sistema de orquestas.”
Refiere, sobre su formación en el piano que “históricamente se ha concebido como carrera de varones. Hasta hace poco, orquestas como la de Viena tuvieron apertura hacia la figura de la mujer como directora de orquesta”.
Y sentencia:
“Ha sido duro romper paradigmas.”
De cómo se constituye una orquesta sinfónica, explica.
“Es agrupación de entre 70 y 80 personas. Se conforma por varias familias de instrumentos: las de cuerdas y vientos de madera; vientos de metal, percusión. Teclados.
En que el piano depende de la orquestación.”
La primera vez que dirigió fue en 2008, en Maracaibo, con el director de la filarmónica de Busan, Corea del Sur, Sung Kwak.
“Era un curso internacional de dirección. Pasé las rondas para participar en el concierto final.”
Acepta, encoge suavemente los hombros, en apoyo a aquella vivencia.
“Nerviosa, siempre nerviosa. Al final uno se está exponiendo en todos los sentidos, a pesar de que hay certeza y confianza. Disculpe, pero es como sentir mariposas, muchas mariposas en el estómago. Me tocó la suite Cascanueces de Tchaikovsky. Estaba programada.
“El maestro orgulloso de todos los que participamos con él. Fue en diciembre, como el que ahora vivimos. Festivo, de los mejores deseos.”
Secreto: los tacones
Viste de negro y expresa que los cambios climáticos la han llegado a sorprender. Luce alta, delgada; mide 1.68 metros, pero desliza, fina la jocosidad: “traigo tacones; pueden engañar… shhhttt”.
El que se vea esbelta, lo acredita al ejercicio.
“Nadaba mucho, tanto que me afectó un oído. Tuve problemas de equilibrio y un poquito de efectos secundarios visuales. Me traté medicamente y pude superarlo. No se me mueve el piso.”
En 2009 cambió su porvenir.
Busca estar cómoda en el sillón. Se arrellana; se distiende. Retoma la conversación. No fuma; elude la invitación. Alguna ocasión, allá, en Venezuela; algún habano, humo que perturbaba. Experiencia que no se repitió.
“Conocí al que es mí tutor y maestro de dirección, Eduardo Marturet, dirigía la Sinfónica de Miami; me moldeó física, espiritual y académicamente para enfrentar los retos de esa profesión, que es difícil, a veces desconsoladora, pero íntimamente bella. Caray: ¿Cómo describirlo?
“Marturet me guió para salir adelante con éxito. A partir de ese momento comencé a dirigir el 80 por ciento de las orquestas de mi país. Asimismo, ingresar a filas del piano en los grupos orquestales más importantes de Venezuela.
“Inicié giras por Europa y Asia. Nuevos horizontes que me hicieron estar convencida de que había tomado el camino correcto.”
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