Escrito por Prensa Fundamusical Bolívar
Dos vuelos trajeron de regreso a la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela y al Coro de Manos Blancas, plantillas que a partir de su histórica participación en el festival de festivales, continuarán mostrando al país y al mundo que el alma no tiene discapacidades ni edad.
A Venezuela llegó este lunes en la tarde lo que, en medio del éxodo que El Sistema hizo a Salzburgo, algunos llamaron la “generación de oro”. Se trata de la Sinfónica Nacional Infantil, agrupación que le mostró a la ciudad donde nació Mozart, y con ello a Europa, que la música hace milagros. Milagros que suenan a “La Titán” de Mahler, a Ginastera y Bernstein también.
Lo particular de este arribo no fue sólo la edad de los pasajeros y el repertorio que interpretaron -según palabras del director Sir Simon Rattle- como “profesionales”, sino que lo hicieron junto a otros héroes venezolanos que muestran, sin que quede lugar a dudas, lo que es “Cantar, tocar y luchar”: el Coro de Manos Blancas.
Ambos aterrizaron en Maiquetía con la dignidad que los viste después de haber hecho historia en el festival de artes escénicas más antiguo e importante del mundo: el Festival de Salzburgo. Los niños de ambas agrupaciones, así como los jóvenes y adultos con capacidades comprometidas, fueron la obra artística que colmó de esperanza a aquella villa después de dejar un mensaje contundente: la música, el arte, es un recurso efectivo de cambio humano, social, de cohesión y de paz.
La alegría y los globos de colores se apostaron en la salida del aeropuerto internacional, donde padres, madres, tíos y hermanos, con pancartas y pitos, aguardaron pacientes la salida de sus chiquitos. “Esto se siente grande, no sé cómo se sentirán los niños, pero uno siente que lo está logrando”, compartió María Padrón, mamá de Carlos, el primer trombón de la Nacional Infantil quien, junto a ella, viaja diariamente de Palo Verde hasta El Paraíso (Caracas) con su instrumento a cuestas. Ella se encargó de señalar a unos padres “con los que había que hablar”, y cómo no, si los tres hijos de esa pareja son parte de la selección de la orquesta.
“Fue una grata sorpresa que los tres fueran elegidos. Lo tomamos como una bendición. Es primera vez que ellos viajan juntos fuera del país y representando a Venezuela”, expresó lleno de alegría y ansiedad Rubén Rodríguez, al tiempo que su esposa, Antonieta Borges, agradeció “la bendición” que el maestro José Antonio Abreu trajo a su familia.
El núcleo de Guarenas contó con su barra. El rostro de júbilo de Alejandro Villegas, padre de Eduardo (contrabajista), destacaba con especial brillo; su sonrisa era sostenida y tenía la fuerza que, seguramente, pone su hijo en cada arcada. “La emoción hoy es indescriptible, majestuosa”, dijo.
“Estamos emocionados por esta oportunidad que le han dado a niños tan pequeñitos de dejar en alto el nombre de Venezuela”. Con esta frase de Bárbara Cabrera, madre del clarinetista, Ángel Amarista (Maturín), el ánimo de los presentes en el aeropuerto se transformó en algarabía y en adelante la escena se colmó de cámaras, aplausos, besos y abrazos para quienes hicieron verdad una visión sin márgenes de la voluntad humana; una que mostró que Venezuela y Latinoamérica es capaz de hacer prodigios.
El maestro Abreu agradeció al Estado venezolano y al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, ente al cual está adscrita la Fundación Musical Simón Bolívar, órgano rector de las Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. “A este valioso apoyo, el del presidente Nicolás Maduro y otros colaboradores y colaboradoras, se debe el que los niños y jóvenes venezolanos sigan triunfando con la música, tal como reza nuestro lema del 38 aniversario de nuestra institución”, señaló.