Entre los principales atractivos de la presente temporada de la Bayerische Staatsoper de Múnich se contaba sin duda esta nueva producción de Un ballo in maschera, no tanto por la propuesta escénica de Johannes Erath como sí por el debut con la parte de dos artistas tan relevantes como el gran Zubin Mehta, que dirigía por vez primera en escena esta ópera tras unas representaciones en concierto en Israel; y la singular Anja Harteros, que añadía un nuevo rol verdiano a su repertorio, tras las dos Leonoras (Forza yTrovatore), la Desdemona de Otello, la Elisabetta de Don Carlo o la Traviata que hace ya varios años que dejó atrás.
Y sin embargo, en la representación que nos ocupa, todo se vino abajo cuando se nos anunció que Anja Harteros estaba indispuesta pero haría el esfuerzo de cantar. Así fue, de hecho, en el primer acto, donde sonó algo mermada de medios pero capaz de sacar adelante la representación. La sorpresa y la decepción fueron pues mayúsculas cuando, al reanudarse la representación tras el descanso, nos encontramos un atril dispuesto a la derecha de la escena, con la soprano Elena Pankratova dispuesta a interpretar Amelia desde allí mientras Harteros actuaba la parte como un mimo. Amelia doble, pues, con el consabido despiste para el espectador que eso supone. Por descontado, la tensión escénica de la representación se diluyó de inmediato. Y además Pankratova, que fue un recambio de ultimísima hora, disponible por estar allí ensayando para Turandot, no había tenido tiempo material de concretar con Mehta los detalles de su intervención, que sacó adelante a base de unos medios muy sonoros e impetuosos, ciertamente imponentes, pero con un canto poco medido y falto de contrastes. No vamos a negar el mérito de su intervención, poco menos que improvisada, pero comprenderán ustedes que cuando se acude esperando escuchar a Harteros, es difícil valorar un cambio semejante.
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