CÉSAR WONENBURGER | lavozdegalicia.es
La orquesta filarmónica austríaca pone de relieve la faceta humanista del músico indio al escogerlo una vez más para su acto más emblemático
Zubin Mehta regresará el próximo primero de enero a la Gran Sala Dorada del Musikverein para dirigir el tradicional Concierto de Año Nuevo. A pesar de las réplicas o sucedáneos que se expanden como hongos por todo el mundo, con desigual fortuna, el único que merece verdaderamente esta consideración es el que la Filarmónica de Viena celebra en la capital austríaca, y al que suele invitar casi siempre a los mejores directores.
En esta ocasión, los filarmónicos vieneses, los únicos músicos que eligen a los directores con los que desean trabajar, han vuelto a confiar en Zubin Mehta, que ya había tenido el privilegio de pasar el primer día del año en una de las salas de concierto más hermosas del planeta en cuatro ocasiones anteriores. El comunicado de la orquesta ha señalado que Mehta no solo recibe esta distinción por ser «uno de los principales directores de nuestro tiempo», sino también por tratarse de «un humanista».
Al director indio de 77 años, íntimo de la reina Sofía, y que dirigió la Filarmónica de Viena por primera vez en 1961, se le acumulan los honores estos días. El pasado fin de semana, los premios líricos que concede la Fundación Campoamor en Oviedo le otorgaron el galardón como mejor director por sus actuaciones al frente de la Orquesta del Palau de les Arts valenciano, donde este mismo año cuajó excelentes lecturas de las óperas Turandot y La forza del destino [reseñada en estas mismas páginas], dos de sus caballos de batalla.
Precisamente, el premio dispensado por algunos de los principales críticos españoles le ha llegado justo después de abandonar el Palau de les Arts, harto de denunciar la política de recortes del Gobierno del PP, que privilegia al Teatro Real de Madrid y al Liceo de Barcelona frente al resto de las temporadas líricas españolas. Mehta dejó Valencia tras criticar públicamente al ministro de Cultura, José Ignacio Wert, que solo parece dispuesto a sacar las tijeras para los teatros de la llamada periferia, mientras acaba de otorgarle cuatro millones de euros al Liceo barcelonés, únicamente para el pago de sus deudas.
Mehta desde luego no necesita a España ni a los políticos españoles para seguir demostrando su valía, y ahora es la Filarmónica de Viena la que vuelve a llamar a su puerta para dirigir un concierto que verán 40 millones de personas de 80 países, y que a los pocos días ya estará disponible en las tiendas en todos los formatos posibles, esta vez bajo el sello Sony.
El carismático director, que actuó en Galicia por última vez en el 2010, como parte de la programación del Xacobeo Classics, regresa ahora a la cita más esperada del Musikverein con un programa sin demasiadas novedades, en el que la familia Strauss se reserva todo el protagonismo, como es bien sabido. Solo dos compositores ajenos a la popular dinastía se escucharán esta vez: Franz von Suppé, que aporta la obertura de Una mañana, una tarde y una noche en Viena, y el desconocido Hans Christian Lymbe, del que se interpretará su Champagne galop, para que no falten las burbujas.
Tras su última comparecencia en el 2007, donde cuajó una actuación basada en la sobriedad, sin guiños a la galería, Mehta regresa ahora a Viena, una ciudad en la que debe sentirse como en casa. Allí recaló de adolescente, cuando buscaba abrirse campo en el mundo de la música, emigrado desde Bombay, donde había estudiado con su padre y bajo la guía de los jesuitas de su colegio. Con 17 años entró ya en la factoría de Hans Swarowsky, el mayor forjador contemporáneo de batutas, por cuya aula de la Academia de Música de Viena pasaron desde Claudio Abbado, compañero y amigo suyo, hasta los españoles García Navarro y Gómez Martínez. El resto es historia.