La música de Blanco Uribe ha representado un espacio de posibilidades para las concepciones incidentales que tanto logro expresivo representaron en el panorama del cine nacional.
Por Joaquín López Mujica | j.lopezmujica@laposte.net | Especial Venezuela Sinfónica
En Amerika terra Incógnita el lenguaje sonoro parte de la exposición temática de ritmos ancestrales pero incluye el lenguaje académico contemporáneo, las cadencias exóticas del Pop, la sicoacústica, el Neo-impresionismo New Age hasta la propuesta Etno-Tecno. Ello se expresa en el Tríptico Fílmico del cineasta Diego Rísquez – Bolívar Sinfonía Tropikal, Orinoko Nuevo Mundo y América Terra Incognita – nos lleva inmediatamente a la consideración de la música como acontecimiento cinematográfico, tema poco abordado e investigado en lo referido a la interacción y reciprocidad entre estas disciplinas artísticas.
La obra cinematográfica de Rísquez, en su etapa inicial, se centra en la mitologización de la historia latinoamericana, de esa forma quedan pre-determinados lo aspectos de su realización, el montaje y por supuesto el lenguaje y los recursos musicales; enfocamos nuestra perspectiva en función de destacar lo que aporta al oficio de compositor para films el trabajo de Alejandro Blanco Uribe.
Desde la película Orinoko Nuevo Mundo, el compositor y productor musical Alejandro Blanco Uribe supo enfrentar el reto de proporcionarle a las ideas musicales y los conceptos expresados, algo más que un rol ilustrado del curso y desarrollo fílmico. La música de Blanco Uribe ha representado un espacio de posibilidades para las concepciones netamente incidentales. Sus propuestas expresivas no sólo están orientadas a añadir valor emocional a la imagen. Con variedad de recursos y medios estéticos ha conformado un inédito repertorio creativo, logrando cristalizar y configurar una nueva fenomenología incidental para el cine con coherencia, sentido y orientación.
En el film Orinoko Nuevo Mundo se destacan aspectos de la certeza creativa de Blanco Uribe, pues logra asociar el ritmo musical al contexto visual, resaltando en la estructuración de los sonidos: la concepción cósmica y antropológica del mundo místico con Yanomami. A partir del sonido continuo, se percibe la anticipación visual de aquello que expondrá Rísquez en sucesivos encuadres; el cosmos de una sociedad no – occidental, la sensación de circularidad del tiempo, el vuelo místico y éxtasis chamánico.
Sin duda, que el trabajo de Blanco Uribe se constituye en un aporte a la antropología fílmica, donde el paradigma musical puede expresar a través de la gramática del universo mágico de los sonidos, aspectos sustanciales de investigaciones antropológicas que han buscado en el cine un vehículo de expresión. La obra de Rísquez que evidentemente no es antropología visual, con su énfasis en el tratamiento artístico de la historia oral facilita al compositor la edificación de su estética musical – cinematográfica que va desde un homenaje al antropólogo Levy-Strauss hasta el manierismo fantástico.
La música del film Amérika Terra Incognita es esencialmente, un capítulo especial de la composición para films en el cine venezolano. Se exponen diversas corrientes del lenguaje y pensamiento musical, logrando conciliar el valor antropológico de los ritmos africanos con el timbre de instrumentos tradicionales y la arquitectura orquestal. En Amerika Terra Incógnita Blanco Uribe edifica un paradigma que organiza y guía el conjunto significativo de estructuras sonoras, con el objeto de resaltar la concepción artística de Rísquez: Los propósitos alegóricos, las metáforas, y las cadencias, recorren el desarrollo episódico del film y a veces este a la música, porque la verbalización interna de los personajes se transforma en el dinamismo de los sonidos y estos en aquellos. Aparece la anchurosa costa venezolana, pero con la característica de que no hay coerción, aunque el espacio sea continuo y el tiempo uniforme así lo expone, la magia de la resonancia, no aletarga al espectador.
La interiorización de la tecnología en el mundo del cine necesariamente impone una tesis que concilie: la fuerza dramática de la palabra – hablada, la percepción visual del hombre occidental y la exploración fidedigna del universo mágico del sonido. Eisenstein, buscó una asociación entre el episodio dramático y el acontecimiento rítmico, John Cage pudo desplazar la emisión sonora hacia el ambiente, la materia, la imagen visual. El trabajo de Blanco Uribe en Amerika Terra Incógnita logra que la palabra “ausente” sea “vista” a través del mundo de la resonancia, por ello añade a la fenomenología incidental del lenguaje musical nuevos contenidos estéticos.
En America Terra Incógnita, el lenguaje sonoro parte de la exposición temática de ritmos ancestrales, pero no desecha el acondicionamiento histórico del oido–recordando el análisis crítico de Theodor Adorno-al cual ha sido sometido el espectador contemporáneo. Se aprende del olvido y las fallas de la memoria como decía Platón, así el exceso de repertorio lírico se evoca en construcciones sencillas, que aun así no se ahogan en grafismos ni se anulan con cadencias abstractas.
El lenguaje incidental de Blanco Uribe acompaña a la imagen, pero no para crear un mundo paralelo. En un concepto artístico conciliador de las funciones sensoriales, afectivas y cognocitivas del arte musical en el cine. En su función semiótica unifica dos contextos básicos: el universo de los sonidos y el mundo visual. En varios momentos del film Amerika Terra Incógnita el flujo sonoro es anticipatorio, enfatiza el carácter dramático y emocional, es el lenguaje musical creador del acontecimiento, en otras instancias subyace como presencia inminente.
Es la música protagonista en la medida en que crea acontecimientos, porque además, en el contexto de otra lectura, no solamente transcurre y recorre la acción sino que es el acontecimiento vivido – como sucede en la escena Carpenteriana de la presentación de Giusseppe Vivaldi – allí la música representa dos planos coexistiendo en uno. En un cuadro no se altera la forma constructiva del “Concerti” – el fraseo barroco archiconocido – y en el otro cuadro, aparecen las cadencias poco reconocibles, vanguardistas. Es esta la cumbre de la irreverencia del film, donde el lenguaje musical se piensa a sí mismo y expone su devenir histórico, el acontecimiento que vendrá: la disonancia, el juego libertario de los músicos, el homo ludens del jazz. Aquí Blanco Uribe incorporó un recurso Pirandellano, se sale del film, hay una ruptura de la temporalidad y entra en el tiempo de los tiempos, en el caos primordial e insomne del espectador contemporáneo. Ese recurso, sólido en sí mismo nos recuerda el intento fallido de La Rosa Púrpura del Cairo de Allen.
En la música de América Terra Incógnita se articulan el complejo sonoro y el lenguaje alegórico de Rísquez: la descripción de las armas de los soldados, las expresiones del astrólogo, el poder de las piedras preciosas, el encantamiento del cacique. Blanco Uribe, profundiza los hallazgos de la música de su trabajo anterior en Orinoko Nuevo Mundo, aborda la continuidad del fluido sonoro autónomo de las formas figurativas logrando conmover la fantasía del espectador a través del flujo horizontal de las estructuras musicales que corporizan y puntean el acontecimiento fílmico.
La estética musical en el cine venezolano ha tenido Blanco Uribe un aporte estético, exhibe aspectos ligados a su formación musical: el movimiento sin movimiento, el sonido con silencio de la contemporáneo –académico, las cadencias exóticas del pop, los recursos sensoriales de la psicoacústica, el neo-impresionismo de New Age hasta la propuesta Etno-Tecno.Hace tiempo que la música para films emprendió un nuevo camino. Ello amerita un tratamiento en este recuento de 120 años de cine nacional.
(*) Filósofo, músico, escritor y diplomático
j.lopezmujica@laposte.net