La Liga de Orquestas Sinfónicas Americanas se reunió en Baltimore para discutir sobre cómo promover una mayor diversidad en su industria. Esta es la primera vez que la organización, que representa la mayor parte de las orquestas sinfónicas en los Estados Unidos, ha dedicado su conferencia anual a este tema, sucediendo en el momento apropiado.
Vía: www.baltimoresun.com Traducido por Luis Contreras | Licenciado en Idiomas Modernos | Profesor de la ULA | Agradecidos con Carlos Luengo
Esto se debe a que, en gran medida, el destino de las orquestas sinfónicas de los Estados Unidos está íntimamente ligado a la interrogante de quién escucha los grandes clásicos, siendo estas auspiciadas por el financiamiento público del gobierno local y del estado para sostener su misión. Además, el apoyo público ha conllevado a que las orquestas y sus programas reflejen a las comunidades a las que ellos sirven, es por ello que la diversidad en la música clásica se ha convertido en una obligación política y, de igual manera, artística.
Ciertamente, las orquestas no están solas en el esfuerzo por extender su llamado. Hoy en día la diversidad es un tema que todas las artes están afrontando. En Baltimore, por ejemplo, la mayor parte de las instituciones culturales, incluyendo las sinfónicas, museos y teatros, han creado nuevos programas dirigidos a atraer audiencias minoritarias cuyos esfuerzos, hasta ahora, han tenido éxito debido al atractivo y comodidad que la gente encuentra con la idea de ser parte de algo nuevo.
Grupos como el Center Stage y el Teatro Chesapeake Shakespeare, por ejemplo, han concebido iniciativas dirigidas al público concurrente afroamericano y esto se evidencia en la excitante mezcla de personas – tanto jóvenes como adultos de todas las etnias – quienes asisten a las presentaciones.
Sin embargo, solo es necesaria una visita a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Baltimore o un recital local de música de cámara – sólo por tomar un ejemplo – para darse cuenta que al mundo de la música clásica aún le falta recorrer un largo camino. Aquí y en otros lugares, aún se evidencia la falta de diversidad – tanto generacional como étnica – dentro de las audiencias de la música clásica. Para agrupaciones como la Orquesta Sinfónica de Baltimore, la Baltimore Choral Arts Society y la Lyric Opera Baltimore resulta esencial atraer nuevas audiencias que se asemejen a las comunidades en las que ellos están situados, para poder así establecerse como una institución cultural relevante.
Jesse Rosen, quien lidera la asociación de orquestas, declara que el objetivo de la conferencia de este año es generar un diálogo en el que la gente pueda presentar nuevas perspectivas respecto al tema y ofrecer estrategias para abordarlo. Admite que no existe una solución para todos los problemas, pero insiste que nada cambiará sin el compromiso por parte de las orquestas para que el cambio ocurra en todos los niveles: desde los miembros de la junta directiva, pasando por los directores hasta los músicos que interpretan en el escenario, aunadas a las planificadas y destacadas estrategias que realizan las orquestas. Esto no sucederá de la noche a la mañana, sin embargo ya es tiempo de que las orquestas del país potencien estos esfuerzos.
Tomemos el problema de la diversificación de la audiencia, por ejemplo. La mayoría de las personas que vemos en las salas sinfónicas no son músicos profesionales, sin embargo ellas aprendieron a amar la música desde edad temprana debido al incentivo generado por sus padres y profesores. La creación de nuevas audiencias de música clásica es un proyecto generacional: mientras más padres lleven a sus niños a un concierto de Pedro y el lobo, mayor será la cantidad de espectadores que se sentirán cómodos asistiendo al Meyerhoff para escuchar a Mozart o a Shostakóvich en su vida adulta. Para cultivar el gusto por los clásicos es necesario comenzar desde una edad temprana.
En el pasado, las escuelas públicas motivaban la exposición a la música de cualquier tipo, incluyendo piezas sinfónicas. Las escuelas medias y secundarias contaban con bandas u orquestas en las que los estudiantes con inclinaciones musicales podían participar, y muchos de ellos, con frecuencia, se convertían en amantes de la música o patrocinadores de orquestas.
Pero en décadas más recientes las escuelas no han contado con la capacidad de ofrecen tales programas – la música y el arte siempre han sido los más afectados cuando de presupuesto se trata. Es por ello que las iniciativas tales como el programa OrchKids de la Orquesta Sinfónica de Baltimore, que ofrece instrumentos y lecciones gratuitas a más mil jóvenes cada año, resultan importantes para el futuro de las orquestas sinfónicas. La OSB está, literalmente, creando su propia audiencia diversificada.
Las orquestas también necesitan hacer énfasis en programas que atraigan una audiencia más amplia. La Sinfónica de Detroit, por ejemplo, ofrece una excelente serie de jazz además de programas clásicos, basados en la teoría de que si puedes lograr que la gente asista a un concierto de Esperanza Spalding o Trombone Shorty, podrían fácilmente darse la oportunidad de escuchar un recital de canciones orquestales de Audra McDonald o Janice Chandler. El año pasado, en ocasión del 150 aniversario de la Decimotercera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América, la Orquesta de Cincinnati encomendó a varios compositores afroamericanos la tarea de crear piezas orquestales para conmemorar la liberación de los esclavos luego de la Guerra Civil. La orquesta trabaja en conjunto con organizaciones que no pertenecen al mundo de la música para auspiciar veladas en las que amantes de la música pueden encontrarse con los compositores y escucharlos hablar sobre sus obras.
En Baltimore, donde dos tercios de los residentes son afroamericanos, todas las instituciones culturales de la ciudad deberían reflejar la diversidad de la comunidad donde ellos viven. El presidente de la OSB, Paul Meecham, dice que no sólo está en juego el repertorio musical de la orquesta o qué músicos se presenten, sino la indispensable inclusión de la comunidad y sus necesidades.
Ese impulso fue evidente durante un concierto gratuito al aire libre, conducido por la directora musical Marin Alsop, realizado el año pasado en las afueras del Meyerhoff como consecuencia de las olas de violencia generadas por la muerte de Freddie Gray. El efecto que tuvo este espontaneo evento musical es una reivindicación de la idea que cuando una orquesta se propone llegar a audiencias nuevas, y no tradicionales, las personas escucharán.