Alfredo del Mónaco, compositor venezolano, ha mantenido viva la llama de la música contemporánea en América Latina y más en Venezuela, donde nació en 1938 y ha compuesto y estrenado varias de sus obras. Este autor de apellido musical ilustre -es pariente lejano del gran tenor Mario del Mónaco-, ejerció en un primer momento la abogacía, aunque su vocación musical le llevó a dedicarse por completo al mundo de la composición. En 1966 hizo las primeras obras de música electrónica realizadas en su país, Cromofonías I y Estudio electrónico I. En 1968 compuso la obra La noche de las alegorías, que recibió el Premio Nacional de Música de Venezuela de ese año. En el año 1975 fija su residencia en Nueva York, dónde ingresa en el Columbia Princeton Electronic Music Center, especializándose en música electrónica y cibernética. Dicha estancia le permite desvincularse del folclore venezolano para introducirse de lleno en los nuevos modos creativos, de la música fonética a la conceptual, en obras como Syntagma A (1972) o Synus (1973). Su participación en los festivales de música contemporánea se hace imprescindible a partir de entonces, donde estrena obras como Tupac-Amaru (1977), considerada la síntesis conceptual reinterpretativa del compositor. Otras obras suyas son, Cantos de la noche alta (1992), Tientos de la noche imaginada (1991) y Memorial (2002).
En octubre de 2003 recibe en el Teatro Real, el Premio Tomás Luis de Victoria, que entrega la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y considerado el Cervantes de la música para orquestas. Del Mónaco siempre ha estado vinculado a la música electroacústica. Fue pionero en Venezuela con este estilo que ha revolucionado la textura, los colores, los sonidos de las orquestas con una aventura que emprendió Pierre Boulez en Francia.
Lo bueno de Del Mónaco es que arrimó la modernidad a la tradición y a los ritmos de su tierra. “Muchos buscamos mezclar eso, crear obras de aliento moderno con restos de voces o estilos ancestrales. Adecuar las voces anticuadas del nacionalismo a nuestros tiempos”, afirma. Con esos ingredientes ha ido creando obras que le han valido el reconocimiento, como Cromofonías I, la primera pieza de música electrónica que se hizo en Venezuela, La noche de las alegorías o Tupac Amaru, una de sus piezas orquestales más importantes.
Se ha dedicado siempre a la creación. No le ha importado hacerlo en un entorno con pocos medios. “Pocos medios y alejados de los puntos de acción y difusión, algo complicado para poder sobrevivir en este mundo”, dice. Pero siempre pegado al entusiasmo que veía en otros países de su entorno por la música: “En América Latina, los lugares donde ha penetrado más la música contemporánea han sido México, Brasil, Argentina y Chile, sobre todo”, asegura. Ahora parece que allí surgen muchos talentos, sobre todo en la interpretación. “Los hay, cantantes e intérpretes estupendos, algunos miembros de orquestas europeas de primera fila y por concurso”, asegura. Sólo espera que ese renacimiento se aprecie también en la creación.
Fuente: El País.com / epdlp.com