Vía. www.elmundo.es/ Por GORKA PINILLOS | Bilbao
Un diluvio entra por El Abra. «¡Da gusto volver a casa! Hemos dejado Dallas con 40 grados». Joaquín es un hombre de sonrisa natural y mirada reposada. «Soy muy lento para todo. Tengo que repensar y repensar y revaluar y volver a empezar». Un sólido Steinway and Sons negro mate de los años 50 del siglo pasado justifica las suaves y gruesas manos de Achúcarro. Una tirita en la yema del dedo corazón de la izquierda revela largas horas martilleando blancas, negras, corcheas y semicorcheas. En el atril, ‘Noches en los jardines de España’, de Manuel de Falla, ajada, sobada llena de anotaciones y recuerdos de las veces que ha sido interpretada -más de 200- y que hoy dormirá en casa tranquila mientras que su dueño la saca del alma en el Euskalduna.
- De nuevo con su Sinfónica de Bilbao.
- Es una orquesta de primera fila. Y cuando hay química entre los músicos, el director y, en este caso, el intérprete, es extraordinaria.
- ¿Y su recién llegado director Erik Nielsen?
- Estuvimos juntos el martes desde las cinco de la tarde hasta las ocho estudiando Noches en los Jardines de España. Despedazándola y volviéndola a construir. Yo tengo muchas esperanzas. Erik es muy profesional. El encuentro con él ha sido estupendo.
- «’Joe’ personifica esta composición», describe su amigo Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, con quien la grabó en vídeo en 2011.
- ¡Simon!… Los ingleses me llaman ‘Joe’ porque Joaquín tiene demasiadas guturales para ellos… Bueno el también tuvo algo que ver en esa grabación. Fue colosal lo que hizo con la orquesta.
- Usted termina muy emocionado.
- Es que no se ha valorado esta obra en la enorme profundidad que tiene. Se pensó que era una cosa española. Los críticos no sabían qué decir de ella y Falla tuvo el coraje de terminar con pianísimo y no con el ‘chimpún, catapín, chin-chín’.
- Usted se siente atraído por las tonalidades musicales.
- Son un misterio. ¡Es algo tan inconsciente! Qué representa el tono de Do mayor, ¿Luz?; Fa, entre azul claro y gris pero como sensación de reposo; Sol, entre naranja y rojo. Bueno el tono mayor es optimista y el menor pesimista. Luego uno se pregunta por qué, y mejor no preguntar. Ya se sabe que al segundo porqué la ciencia te contesta con un cómo.
- Qué importancia tiene la calidad del instrumento. Usted toca un piano de la mítica firma neoyorquina Steinway and Sons y…
- (Corta campechanamente) Yo toco con lo que me pongan delante… (se frena un poco) Sí, estoy en la lista de artistas de Steinway, pero en China he estado tocando un piano Yangtzé River. Los chinos trabajan más que nadie y su calidad mejorará. Con eso está dicho todo ¿no? Además, ninguna persona te cuenta la cantidad de parámetros que influyen. En una gira con la orquesta nacional escocesa eché pestes del piano el primer día. El segundo, dije que aquello era un piano y no lo que habíamos tenido el día anterior, pero me contestaron: «Maestro, es el mismo». Lo que había cambiado era el teatro.
- Vive de la música, pero ¿la necesita para vivir?
- Sí, sí. Absolutamente. Pero (Achúcarro tiende al quiebro cuando su corazón pide la palabra) si ahora viene la pregunta de la isla desierta, diré que es más útil llevarse una lata de sardinas que un gramófono.
- ¿Cuánto repertorio tiene?
- He tocado más de medio centenar de conciertos distintos a lo largo de mi vida. Y luego, como que te vas reduciendo a las obras que amas (primera vez que desliza la palabra).
- ¿Siente la soledad del pianista?
- Estamos solos en el momento de la creación. Si nos fijamos, veremos que nos rodean cosas que son fruto de reflexiones profundas en momentos de soledad. La soledad es importantísima y me llama la atención la incapacidad de mucha gente de vivir esas soledades. Y les observo cuando se mueven pegadas a los móviles (deja escapar un pequeño suspiro de incomprensión).
- Usted es profesor en la Universidad Metodista de Dallas. Cómo ve la educación.
- Allí la veo bien. Mi cátedra es para quienes quieren hacer un máster o una carrera de pianista. Respecto aquí… (Emma toma la conversación con suavidad y firmeza) «No se ven pianistas españoles en los concursos internacionales. Eso ya da una idea. Yo, por mis nietos veo que las clases, tanto aquí como en Holanda, aburren hasta las ovejas. Mis clases eran muy divertidas. Además, vemos que aquí terminan muy tarde. En otros países se saben los grandes repertorios mucho más jóvenes. Antes te podías examinar de cinco años de piano a la vez si demostrabas que ibas preparado. Ahora no. ¿Por qué esos obstáculos al talento?».
- Un consejo para los estudiantes.
- Que la vida es más bella con música. Que oigan música, que no se limiten a hacer lo que les ha dicho el maestro o la maestra. ¡Con toda la música que hay ahora al alcance de los dedos!
- Es imposible no hablar de Emma, siempre junto a usted.
- ¡Pues mejor que hable ella!
- No. Hable usted.
- En este momento (…), yo no sé lo que haría sin Emma. Y por cierto, además es récord de España de Premio de Solfeo y Premio de piano. Ahí se ve el talento que Dios le ha dado.
- Teresa de Calcuta: «Tu fuerza interior y tus convicciones no tienen edad».
- Colosal. Yo me suelo decir: Puesto que has echado a andar sigue. No puedes parar. Has escogido este camino. Se pone un pie delante del otro y así hasta donde se pueda.
Hoy, a las 19.30 horas llamarán a Joaquín. Se sentirá solo. Aún recuerda los nervios de su debut en Nueva York, donde un espejo le devolvió su imagen «y aquel Joaquín me dijo: ‘¿Pero no era esto lo que querías so idiota?’». En el auditorio faltará Iñaki Azkuna, íntimo amigo: «Qué gran hombre hemos perdido. Me llamó a Dallas pocas horas antes de morir. ‘Joaquín, estoy soltando amarras’». Estará Emma observándole, apuntando, interpretando, proponiendo correcciones futuras. Es decir, amándole como lo ha hecho desde que ella tenía 12 años y Joaquín 20.