Un enérgico Rafael Payare debutó el pasado domingo 21 de agosto bajo la cúpula del Royal Albert Hall ante la atenta mirada de miles de asistentes.
Vía: www.eliberico.com | Escrito por AMAYA JIMÉNEZ BURGUILLO
El venezolano, conductor de la Ulster Orchestra desde septiembre de 2014, demostró sus dotes durante más de 90 minutos repartidos en tres intervalos.
Antes de empezar, quiero aclarar el tono que voy a seguir para escribir esta review. No esperéis un tono sobrio o ligero, pues un concierto de música clásica no merece otro trato que aquel dado por la versión de una poetisa. Aclarado este punto y con mis intenciones ya contadas, me dispongo a intentar explicar el cúmulo de emociones que experimenté, aunque lamento que no estará a la altura del directo.
El primer intervalo, bajo el nombre de Wild Flow, constó de 5 piezas creadas en 2015 por el inglés Piers Hellawell, uno de los compositores británicos más interesantes de la actualidad. El tono predominantemente energético y bajo una arrolladora interpretación marcada por tonos metalizados, generaban una escena cambiante propia de la banda sonora de una película infantil. Recuerdo cómo mi mente dibujaba figuras de colores que estallaban siguiendo la partitura de la percusión. La secuencia de instrumentos tocados en zig-zag bajo un ritmo ascendente sirvió de preludio al resto de espectáculo.
El siguiente intervalo contó con la presencia de la segunda estrella de la noche en orden de aparición, pero no por ello menos importante. Con la pieza de nombre Cello Concerto No. I in C mayor, Narek Hakhnazaryan interpretó sin partitura una performance impecable. Los dos conciertos para cello compuestos por Franz Joseph Haydn antes de 1765, constituyen unas de las piezas más importantes en el periodo más precoz de la música clásica. El energético intérprete, mimetizado en ocasiones con el tono general de la poderosa banda de músicos, generó una atmósfera que, junto con el escenario del Royal Albert Hall, se alejaba de la ruidosa ciudad trasladando al público a una dimensión paralela.
Antes del descanso, y casi por sorpresa, el cellistarepresentó una pieza de condición huracanada que hacía inverosímil aquella exposición de maestría. Solo y entonando a capella, el músico armenio dejó entrever todos los años de estudios avanzados en la ciencia de la interpretación gracias a su increíble manejo de las cuerdas que, durante 5 minutos, me dejó sin respiración. Y llegados a este punto debo confesar que aquella sinfonía se adentró tanto en mi ser que acabé con las mejillas empapadas. Jamás olvidaré una sensación tan pura como aquellos escalofríos recorriendo muy cuerpo.
Tras la situación, aplausos y una ovación de dimensiones titánicas. Y por supuesto, el merecidísimo descanso.
El tercero y último intervalo de 50 minutos fue Symphony No 5. in E minor, Op. 64, compuesta en 1888 por Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Tras el huracán formado por la anterior ejecución, el periodo fue como una recuperación de cuerpo y alma. Me había dejado en tal estado de enamoramiento, casi embriaguez, que apenas recuerdo los siguientes 45 minutos.