Adagio de Samuel Barber

El Adagio para Cuerdas fue compuesto en 1936 como el movimiento lento de un cuarteto para cuerdas. El estreno de la versión para orquesta de cuerdas se produjo en 1938, a cargo de la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Arturo Toscanini.


Vía: www.hagaselamusica.com | Nota extraida del libro “Invitación a la música” de Jonathan Kramer, Argentina 1993.

La obra más popular del autor, es un ejemplo excelente de su neorromanticismo. Inexorablemente, se eleva desde un comienzo amortiguado hasta un clímax de gran intensidad, después del cual vuelve suavemente al principio.

Samuel Barber fue un niño prodigio, que empezó a tocar el piano a los seis años y a componer a los siete. Tenía catorce años cuando se inscribió en el Curtís Institute of Music de Filadelfia.

Tuvo tanto éxito en su carrera que Barber no se vio expuesto a la necesidad que acosa a la mayoría de los compositores contemporáneos: tener que ganarse la vida de alguna otra forma que no sea componiendo. Barber enseñó composición solo esporádicamente, excepto entre 1939-1942, cuando regresó a Curtís en calidad de profesor. Es tal vez por este hecho que existan relativamente pocos compositores más jóvenes que hayan imitado directamente su estilo. A diferencia de sus contemporáneos cercanos, Walter Pistón, Roger Sessions y Milton Babbitt, Barber no se dedicó a la enseñanza y, por lo tanto, no imprimió su personalidad musical a una generación de compositores nueva.

Barber fue un tradicionalista que nunca abandonó la tonalidad. Igual que la mayor parte de los grandes compositores, demostró un sano interés por todos los tipos de música. Estudió partituras de compositores tan divergentes en cuanto a estilo como Boulez, Schoenberg y Webern, pero siempre se mantuvo obstinadamente resistente a las influencias ajenas a su propia estética. Siguió su propio lirismo con integridad, sin preocuparse por el hecho de que su música gozara o no del favor de la gente en un momento determinado. A veces, Barber fue ridiculizado por otros compositores menos que generosos, cuya música más austera no lograba obtener la amplia aceptación de la que gozaba Barber. Barber nunca se vio arrastrado por celos mezquinos. En 1971 declaró: “Yo escribo lo que siento. No soy un compositor tímido… Se dice que no tengo ningún estilo en absoluto, pero no importa. Como se suele decir, yo sigo haciendo lo mío. Creo que para esto se necesita un cierto coraje.” Resulta irónico que, ahora que Barber ha muerto, muchos compositores, incluyendo algunos de los mismos que se burlaban de su neorromanticismo, estén volviendo a los estilos románticos que en realidad son bastante similares al de Barber.

A pesar del espíritu romántico de la obra, y a pesar del intenso cromatismo que se encuentra durante y justo después del clímax, la pieza es notablemente diatónica para una composición escrita en 1936. En realidad, Barber utiliza con soltura y en su propio y peculiar estilo uno de los modos de iglesia medievales (el frigio). El neorromanticismo de esta obra, construida sobre la base de los materiales más simples y directos, le prestan una calidad única: de espíritu contemporáneo, no obstante evoca tanto el romanticismo del siglo XIX como la modalidad del siglo XV.

La estructura del Adagio es directa. Consiste de una serie de frases, cada una de las cuales comienza lentamente (generalmente con la entrada de una voz del coro de cuerdas tocando una nota, seguida por el resto de los instrumentos llenando el acorde) y evoluciona hacia una melodía lírica gradual en valores de notas iguales. Lo que hace que la pieza crezca en intensidad, a pesar de la coherencia de la estructura de sus frases, son las sutiles diferencias entre las frases sucesivas.

Cuando escuchamos el poderoso clímax, puede resultarnos difícil imaginar que la pieza haya sido originalmente concebida solamente para cuatro instrumentos. En un principio, fue compuesta como el movimiento medio de un cuarteto de cuerdas. Barber introdujo pocos cambios al transcribirla para orquesta de cuerdas, un medio mucho más apto para sostener las largas líneas y las ricas armonías del Adagio. Hacia fines de la década de 1960, el compositor escribió una tercera versión de la pieza, para coro, utilizando el texto tradicional del Agnus Dei. La versión para orquesta de cuerdas ha sido utilizada efectivamente como música de películas, de las cuales la más reciente es Pelotón.

El Adagio es una obra hermosa, merecedora de su posición como una de las más populares composiciones norteamericanas contemporáneas. Si Barber no hubiera escrito ninguna otra pieza, esta le hubiera garantizado su relevancia dentro de la música norteamericana.

Patricia Aloy
Patricia Aloyhttp://www.facebook.com/aloypatricia
Directora del Noticiero Digital Venezuela Sinfónica @vzlasinfonica www.venezuelasinfonica.com Los invito a leerlo! Caracas, Venezuela

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