Escrita por María Elisa Flushing
Para los amantes de la ópera, el nombre de Gioacchino Rossini está asociado a inmortales óperas y al bel canto italiano; pero los amantes de la buena mesa, asociarán el apellido del compositor del Barbero de Sevilla a infinidad de platos -canelones a la Rossini, huevos a la Rossini, tournedos a la Rossini, tallarines a la Rossini- en los que destacan tres ingredientes: el foie gras (paté), el vino de Madeira y la trufa, considerada por Rossini como el Mozart de los champiñones. De no haber sido el gran compositor que fue, sin duda sería reconocido como uno de los más grandes gastrónomos del siglo XIX. Dicen que Rossini sólo lloro tres veces en su vida: la primera, por el fracaso de su primera ópera; la segunda, cuando escuchó a Niccoló Paganini tocar el violín; y la tercera, durante un paseo en barco cuando se le cayó por la borda un pavo relleno de trufas.
Gioachino RossiniLas delicias culinarias no faltan en las composiciones musicales de Rossini, como las que imagina Don Magnífico, anticipando el matrimonio de una de sus hijas, en la ópera La Cerentola (La Cenicienta): “Sarà zeppo e contornato, di memorie e petizioni, di galline, di sturioni, di bottiglie, di broccati, di candele e marinati, di ciambelle e pasticcetti, di canditi e di confetti, di piastroni, di dobloni, di vaniglia e di caffè”. (Me inundarán y atiborrarán de recuerdos y peticiones, de gallinas, de esturiones, de botellas, de brocados, de velas y marinadas, de buñuelos y pasteles de fruta, de confituras y confites, de dulces de lonchas y doblones, de vainilla y de café).Su primer biógrafo, el gran escritor francés Stendhal, cuenta que el aria de la ópera Tancredi, “Di tanti palpiti” se conocía en toda Europa como el “aria del arroz” porque había trascendido que Rossini la compuso un día en Viena mientras esperaba que se cociera el risotto. Otra aria, la famosa “Nacqui all’affanno e al pianto” de La Cerentola, la compuso en un cuarto de hora sentado en la esquina de una mesa rodeado de amigos que festejaban en una taberna.
Las anécdotas gastronómicas abundan en las biografías de Rossini. Se dice que una ocasión ganó una apuesta que le daba derecho a un pavo relleno con trufas. Ante los continuos reclamos del Maestro exigiendo su premio al perdedor, éste se excusó alegando que no encontraban trufas de primera calidad porque la temporada había sido muy pobre. “Tonterías, tonterías”, protestó Rossini, “son simplemente falsos rumores que hacen circular los pavos que se niegan a ser rellenados”.
Como director del Teatro Italiano de París desde 1824 hasta 1836, Rossini tuvo acceso a lo más exclusivo de la cultura culinaria de la ciudad; pero fue su fama como gastrónomo lo que ocasionó que los más refinados locales parisinos compitieran por su padrinazgo y los chefs crearan numerosos platos para impresionarlo. Cuenta la historia que los famosos “Tournedos a la Rossini” nacieron una noche en la que el compositor fue a cenar y le pidió al chef del restaurant que prepara un plato nuevo delante de los comensales. Ante la timidez del cocinero que se negaba a hacerlo, Rossini le dijo: “Et alors, tournez le dos” (pues entonces, hágalo de espaldas al público).
Desde 1980 se celebra anualmente en Pesaro, su ciudad natal, el Rossini Opera Festival, dedicado exclusivamente a las obras de este gran compositor que consideraba que “comer y amar, cantar y digerir; esos son a decir verdad, los cuatro actos de esa ópera bufa que es la vida y que se desvanece como la espuma de una botella de champaña”.