Vía:Latinoweeklyreview.com | Por Gabriela Márquez, Especial para LWR
El suyo es uno de esos fenómenos difícilmente explicables que produce el jazz de vez en cuando. En su Barcelona de nacimiento, Andrea Motis es capaz de llenar un Palau de la Música sin despeinarse. Y en Madrid, parecido. A sus 18 años, esta Lolita aplicada del jazz es toda una veterana, con un lustro de experiencia en el negocio y 3 discos como lideresa a sus delicadas espaldas.
¿Qué tiene de especial Andrea Motis?: difícil saberlo. Acaso su look aniñado, casi monjil. Compáresela con la multipremiada Lorde, tan modosita ella; a su lado, una mata hombres.
En su concierto de esta semana, a sala llena, Andrea cantó cosas como “I cried for you”, “My baby just cares for me”, “Exactly like you” o “I fall in love too easily” con voz aflautada propia de su edad: otra cosa sería raro. Nadie podrá decir que no se sabe la lección.
Lleva media vida escuchando a la/os grandes del jazz y su inglés es mejor que el de muchas de nuestras divas del género. Curioso: los referentes de Andrea vivieron, el que menos, hace medio siglo. No extraña que haya recurrido a un revivalista entrado en años como Scott Hamilton para grabar su último disco. Cuando no canta, toca la trompeta y/o el saxo, lo mismo que hacía el ilustre Benny Carter, quien muy bien podría ser otro de sus referentes.
Que sea una instrumentista solvente no deja de resultar sorprendente en alguien de su edad. El jazz es, se supone, un lenguaje para mayores con reparos; dominarlo requiere paciencia y práctica. El músico de jazz se hace con el tiempo; uno se imagina a la niña Andrea escuchando a Louis Armstrong y Ella Fitzgerald mientras sus compañeras de pandilla la amenazaban con Lady Gaga.
Con esto que, lo que no ha aprendido por su cuenta, lo sabe por Joan Chamorro, quien cumple las funciones de director musical de la jazzgirl y la acompaña en sus conciertos tocando el contrabajo, junto al siempre estupendo Ignasi Terraza, al piano; Josep Traver, a la guitarra; y el muy swingeante Esteve Pi, a la batería.
Uno se lo pasa bien escuchando a Andrea Motis, a sabiendas de que no hay nada nuevo bajo el sol de su música. Otra cosa es pensar en su porvenir de niña prodigio que va dejando de serlo. Por lo pronto va a estar en el mismo lugar que ya triunfo siguiendo conquistando el corazón de quienes, al escucharla, se dan cuenta de que el jazz también puede ser la voz de la juventud.