Vía: EL Mundo.es | RUBÉN AMÓN
Anna Netrebko guarda silencio sobre su compromiso con Yusif Eyvazov. En noviembre rompió con Erwin Schrott, el padre de su hijo
Los melómanos que asistimos hace unos días al Teatro Costanzi de Roma con ocasión de Manon Lescaut reaccionamos con sorpresa al reparto de la ópera de Puccini porque el protagonista masculino era un tenor desconocido. Nos tranquilizaba que Riccardo Muti estuviera en el foso como avalista, pero las prestaciones del muchacho se antojaron deficientes. Más aún cuando Anna Netrebko (42 años), protagonista absoluta del espectáculo con esa voz corpulenta y sensual, lo sepultó en el desenlace del último acto.
¿Quién era Yusif Eyvazov? El enigma se ha resuelto esta semana. No en el plano musical, sino en el sentimental, pues resulta que el cantante de Azerbaiyán ha publicado en Facebook su compromiso con la diva austro-rusa. Se declara oficialmente comprometido y definitivamente enamorado, aunque llama la atención el silencio con el que la amante concernida ha reaccionado -no ha reaccionado- a la exclusiva.
Tendría que saberlo ella, se supone. O quizá le ha molestado la indiscreción de Eyvazov. O quizá Eyvazov, 10 años más joven, ha precipitado la noticia para apuntalar el fichaje. O quizá la Netrebko ha utilizado a Eyvazov para despecharse de Erwin Schrott, barítono alfa, uruguayo y fortachón del que se había separado el pasado mes de noviembre.
Madre soltera
No llegaron a casarse, pero sí tienen un hijo de cinco años, Tiago, al que custodia la cantante en su residencia de Manhattan. La hemos conocido, la residencia, en su excentricidad y en su extravagancia merced a un reportaje del ‘New York Times’ contemporáneo a la noticia de la ruptura, aunque la Netrebko salvaguarda los pormenores de su vida privada y se ha limitado a publicar un comunicado ponderando la separación amistosa y la estabilidad de Tiago.
El problema es que el affaire Eyvazov se ha precipitado en el prosaico periodo de luto conyugal, siempre y cuando no fuera el origen de la ruptura. Una hipótesis verosímil, pero también discrepante con los rumores sobre la promiscuidad de Schrott, un cantante atípico de Montevideo que forma parte de la proyección metrosexual de la ópera, entendiéndose ésta como la proliferación de cantantes que trabajan más por su aspecto que por sus cualidades vocales.
La propia Netrebko perteneció a esta misma familia. Sus hechuras de modelo y su voluptuosidad en escena la convirtieron en una diva irresistible. Especialmente cuando protagonizó en el Festival de Salzburgo (2005) una arrebatadora versión de ‘La Traviata’ a la vera del tenor mexicano Rolando Villazón.
Debió cuajarse también entonces el idilio de ambos. Y el adulterio de ambos también, pues la Netrebko estaba comprometida con un simpaticone bajo italiano, Simone Alberghini, y Villazón, casado.
Fue un período efervescente, desquiciado. Los teatros se los subastaban, más o menos como si trascendiera en escena la afinidad musical y la sentimental. Un vórtice artístico y pasional al que puso freno la crisis vocal y personal de Villazón.