Este cantante guatemalteco, con su impecable fraseo y excepcional registro vocal, da vida a exigentes papeles de ópera escritos en los siglos XVII y XVIII.
Joam Zamora tiene una voz poco usual, pero excepcional: es contratenor. “Este es el registro de voz más agudo entre los hombres”, explica. Dicho timbre, incluso, podría llegar a confundirse con el de una mujer.
Justo por eso —por el machismo—, los contratenores no son tan apreciados en Latinoamérica. “En Europa, en cambio, somos respetados”, indica.
Este registro de voz, además, ha pasado por etapas horrendas y sangrientas. Se le empezó a emplear en la música de la España de mediados del siglo XVI, cuando se castraba a los niños para que, de adultos, conservaran la agudeza de su timbre, con una tesitura capaz de interpretar voces femeninas —durante mucho tiempo, la Iglesia Católica prohibió que las mujeres subieran a los escenarios, pues afirmaban que fomentaban la lujuria—.
Tal costumbre se extendió hasta la Italia de los siglos XVII y XVIII, sobre todo en las escuelas musicales napolitanas y boloñesas —ahí aparecieron Farinelli, Caffarelli, Senesino, Porpora, Salimbeni y Bernacchi—. Estos eran los famosos castrati —el último del que se tiene noticia fue Alessandro Moreschi, quien falleció en 1922, aunque la práctica de la castración fue oficialmente abolida por el papa Pío X, el 22 de noviembre de 1903—.
Así que, desde el siglo XX hasta ahora, son los contratenores quienes se ocupan de los papeles que en su día escribían para los castrados.
¿Existen diferencias entre sus timbres de voz? Por supuesto. Los castrati producían el impulso desde abajo, en el diafragma, tal como sucede en cualquier cantante actual de ópera, mientas que los contratenores tienen una técnica que va desde arriba, a partir del falsete —vibración de las cuerdas superiores de la laringe—.
Hoy, entre los contratenores, han saltado a la fama personajes como Philippe Jaroussky, Andreas Scholl y Carlos Mena. En Guatemala uno de estos artistas es Joam Zamora, quien ha cultivado su voz desde hace 15 años, cuando ingresó al Instituto de Artes Escénicas Angélica Rosa, aunque hoy está bajo la tutela de la reconocida soprano Bárbara Bickford.
Ruta al éxito
“El camino ha sido difícil”, refiere Joam Zamora, quien aún recuerda los días de su niñez, cuando se encerraba en su recámara para cantar. También de las veces cuando se subía a una tarima del colegio para declamar. “De igual manera me interesaba el teatro, pero mis papás se oponían, pues decían que me iba a volver drogadicto, alcohólico u homosexual”, comenta.
Pese a la adversidad, el arte musical se impuso. “Recuerdo haber visto por televisión un concierto de Los tres tenores, en 1994, un espectáculo brindado por Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo; aquello me encantó”, dice.
En el 2000 empezó a estudiar con Angélica Rosa, quien vio su talento. “Para entonces cantaba temas de Alux Nahual, Maná o Queen; tenía una voz oscura”, expresa.
Luego tuvo un segundo cambio de voz, cuando aparecieron los agudos. “En esa etapa empecé a interpretar temas de Michael Bolton, Michael Jackson, Savage Garden o Sara Brightman —con esta última dio el salto hacia la ópera—”, refiere.
En el 2002, de hecho, ganó el segundo lugar en ópera, teatro clásico y canto/danza en el World Championship of Performing Arts de Hollywood, California, donde hubo participantes de 51 países.
Aunque en la actualidad persiste cierto estigma social hacia los contratenores, en especial en los países latinoamericanos, Zamora ha abierto la brecha de la mano de Bickford. “En cierta ocasión me presenté en Ciudad Vieja, Sacatepéquez, para celebrar la fundación de ese lugar. Expliqué al público cómo era mi voz, pero dos caballeros, de esos de botas, sombrero y cincho de hebilla grande se empezaron a reír; estuve tentado a detenerme, pero decidí seguir. Al final, la mayor parte de la gente apreció lo que escucharon”, cuenta.
En el 2012 presentó La revelación del contratenor, un concierto didáctico con instrumentos barrocos que se llevó a cabo en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. En esa ocasión se escucharon piezas de Vivaldi, Händel y Rossini. Todo un éxito.
Con todo y los obstáculos, parece que el siglo XXI marca una nueva suerte de época dorada para los contratenores. Quizás ahora venga lo mejor para este guatemalteco, digno representante de la virtuosa música barroca.