Prensa FundaMusical Bolívar
Como de costumbre, Bogotá estaba nublada. El tráfico capitalino no se detenía. Los 157 músicos de la Sinfónica Simón Bolívar se trasladaban al escenario del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, uno de los centros artísticos más importantes de Latinoamérica. Era martes 1 de julio de 2014 y se llevaba a cabo el primer ensayo de esta visita.
Se sentía la expectativa. El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela regresaba, por cuarta vez para presentarse en este importante recinto, inaugurado en 2010, una vez más bajo la dirección del reconocido director venezolano, Gustavo Dudamel. Colombia los recibía nuevamente. Fue en 1975 cuando este país hermano acogió a la primera generación de El Sistema; que se convirtió en el semillero del programa musical, educativo y social fundado por el maestro José Antonio Abreu.
Comenzaba la tarde. Los músicos ocupaban sus atriles y afinaban sus instrumentos. Dudamel ingresó a la sala acompañado por la Secretaria de Cultura de la Alcaldía de Bogotá, Clarisa Ruiz, y el director del Complejo Cultural Julio Mario Santo Domingo, Ramiro Osorio. El director barquisimetano afinó detalles con el concertino de la orquesta, Ramón Román. Luego, levantó el brazo para marcar el primer tiempo del compás. La orquesta comenzó a danzar a su ritmo. Se unían, en tarima, la experiencia de los músicos veteranos de la orquesta, la vitalidad de los más jóvenes, la euforia de los artistas debutantes internacionalmente y la pasión de un director que ha revolucionado la música sinfónica, símbolo, sin duda, de lo que ha logrado El Sistema. Comenzaba así el primer ensayo de este periplo internacional que, además de Bogotá, incluye las ciudades de Sao Paulo y Río de Janeiro, en Brasil.
Los chelos tocaban el primer pasaje. Se trataba del inicio del primer movimiento de la Novena Sinfonía de Gustav Mahler, una obra de alta carga emocional que el compositor alemán terminó a finales de 1909. Fue la última sinfonía que completó antes de su muerte, en 1911. Al tiempo de concluirla, su hija mayor había muerto; había dimitido de la Ópera de Viena; sufría de una lesión valvular cardíaca y su esposa Alma tenía amoríos con el gran arquitecto Walter Gropius.
“Este comienzo hace referencia a la arritmia de un corazón que está muriendo; un corazón enfermo. Es la demostración física de lo que Mahler sentía”, indicaba el maestro Dudamel. “Esta sinfonía es excesivamente espiritual, no tengan miedo a expresarse”, le decía a la orquesta. Al arpa, en su primera entrada, le acotaba: “¡Fuerte! Es el deseo de un corazón nuevo”. Y es que para el director, lo esencial de esta obra es, justamente, el comienzo.
“Los felicito por el trabajo previo que se ha hecho; es de mucha profundidad y dominio de la obra. Gracias a ello suena tan bien”, afirmaba el director, de 33 años de edad, sobre lo que estaba escuchando, que era el resultado, también, de la labor del venezolano Joshua Dos Santos, quien durante este año ha trabajado como director asistente del maestro Dudamel.
Fue una jornada de más de seis horas (al día siguiente casi de ocho). El desarrollo del ensayo siguió una sola línea sonora con pausas puntuales. La emoción estuvo latente hasta el final. No es para menos; el concierto de este jueves, 3 de julio, es un reto para la agrupación venezolana: interpretar una de las obras mahlerianas más importantes frente a un público que los ha aclamado en numerosas oportunidades y con el cual tienen el compromiso de hacerlos vivir una excepcional noche musical.