Por Pablo Kohan | Para LA NACION
Según muchos investigadores, la historia carece de verosimilitud. Otros, en cambio, la aceptan, esencialmente, porque aparece en el libro La vida de Beethoven, de Anton Schindler, publicado en 1841. Este músico, amigo personal de Beethoven, transcribe una carta que el mismo compositor le habría enviado a Bettina Brentano von Armin, la escritora y novelista alemana que vivió entre 1785 y 1859 y que tuvo contacto intenso con los dos protagonistas. En todo caso, para la historiografía que gusta de presentar a Beethoven como impetuoso, enérgico e inclaudicable, el suceso viene de maravillas. Escribía Beethoven: “?caminábamos con Goethe por el parque? cuando, a la distancia, vimos a la familia imperial austríaca y una gran comitiva caminando en nuestra dirección. Goethe se soltó de mi brazo sin mediar palabra y se cuadró militarmente para esperar a los príncipes y rendirles pleitesía. A pesar de todo lo que hubiera querido decirle, enfurecido por su desplante y su obsecuencia, me encasqueté el sombrero hasta los ojos, me abroché el abrigo y, con las manos en la espalda, lo dejé y seguí andando enérgicamente en línea recta hacia delante, exactamente hacia donde estaba la familia real. Los príncipes, los oficiales y los acompañantes se fueron apartando y abrieron un sendero para dejarme pasar. El archiduque Rudolf hasta se sacó el sombrero. La emperatriz sonrió y fue la primera en saludarme ¡Ellos me reconocieron! Después volví la vista atrás y, para mí, fue una gran alegría ver cómo la comitiva continuó avanzando sin prestar ninguna atención a Goethe que se inclinaba rendidamente ante los nobles, con su sombrero en la mano, casi barriendo el suelo”. Claro, son los biógrafos de Goethe quienes niegan la existencia de este hecho y aquella carta.