lanacion.com.ar | Por Cecilia Scalisi
Su versión al piano del op. 15 fue elegida como la mejor grabación de la historia
Así como la Casta diva está indisolublemente asociada a la voz de Maria Callas o La fille du régiment, con sus “do de pecho”, ha quedado cristalizada en el timbre de Pavarotti, en el repertorio instrumental hay obras cumbre que, por una apreciación casi unánime, encuentran en un intérprete su más alta expresión. Tal es el caso de Bruno Gelber en relación con el concierto N° 1 de Brahms.
Considerado uno de los ejecutantes más brillantes de esta obra, un nuevo reconocimiento ratifica ese lugar de referencia absoluta: la famosa Tribune des critiques de disques, de Radio France, eligió su registro como la mejor grabación de la historia del op. 15 de Brahms. La placa -un registro de culto de casi 50 años, premiado desde su aparición con el Gran Prix du Disque- fue realizada por Emi en 1965, con Gelber como solista y la Filarmónica de Munich dirigida por Franz-Paul Decker. En la selección -basada en una audición comparativa y secreta en varias rondas-, intervienen las versiones discográficas existentes y se crea un jurado de críticos, intérpretes, musicólogos, historiadores, que califica en detalle las distintas interpretaciones sin distinguir a sus ejecutantes de antemano, hasta decantar en una versión canónica. En ese sentido, Gelber representó el pianismo más acabado para Brahms, con su técnica, potencia y lirismo; demostró el más profundo conocimiento y realización del estilo, su sonoridad apasionada y consistente. “Siento que cada texto musical me transmite un mensaje indudable que yo sólo traduzco sin pretensión personal. La música es la razón de mi existencia. La comprendo y no cabe en mí la posibilidad de que sea de otra forma”, comentó Gelber, llegado a Buenos Aires luego de una gira por Japón.
“Descubrí este concierto de adolescente y me enamoré de su música. Scaramuzza no quería enseñármelo, o sea que lo aprendí solo. Un día mi padre volvió del Colón con una fecha para estrenarlo. «Va a ser Pascua y no va a ir nadie», me aseguró. Había cumplido los 17, el teatro se llenó hasta el tope y fue una de las más grandes emociones de mi vida.”
Al poco tiempo, para su debut en Alemania en los 60, su interpretación se convirtió en paradigma ineludible y un artículo del famoso crítico Joachim Kaiser consagró internacionalmente a ese talento argentino de inusitada densidad. “Allí donde la mayoría de los pianistas tiemblan, este joven se lanza con entusiasmo arrollador. Los trinos de sus octavas vibran grandiosos, el cuidado con el que frasea, la serenidad con que lleva la melodía, la firmeza con que se dirige al clímax. Todo lo eleva muy lejos por encima del nivel de un sólido artista.”
Décadas más tarde, conmovido nuevamente por el “infaliblemente lírico” toque de Gelber, escribió: “Ni el éxito temprano ni la fama ganada vertiginosamente pudieron arruinar un talento de semejante envergadura”, que lleva medio siglo marcando referencia pianística al más alto nivel. Una pena que tan exquisito intérprete esté ausente en las temporadas del primer coliseo argentino.