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El origen de esta famosa pieza de música clásica se halla en un monasterio benedictino alemán del siglo XIII, en el que habitaban unos monjes cuya vida era considerada libertina.
Vía: Heraldo.es
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… semper crescis,
aut decrescis,
vita detestabilis.
Nunc obdurat,
et tunc curat,
ludo mentis aciem…
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Quizás estas palabras en latín no te resulten familiares, pero si escuchas el inicio de la melodía de la que forman parte seguro que te suena la canción. Es ‘Carmina Burana’, una cantata escénica del siglo XX compuesta por el alemán Carl Orff entre 1935 y 1936 y cuyo fragmento más conocido es ‘O Fortuna’.
La obra es una de las piezas musicales clásicas más interpretadas por las orquestas profesionales en todo el mundo, y hace tan solo unos meses se representó en el Auditorio de Zaragoza. Además de la orquesta y los coros, en ella intervienen solistas (soprano, tenor y barítono) y una abundante y extraordinaria percusión.
Se trata de uno de esos temas de música clásica que, por su enorme valor y alcance, ha traspasado las fronteras de un género que a menudo se considera encorsetado (como ha ocurrido con otras canciones como ‘Nessun dorma’ u ‘O sole mio’). Tanto es así que artistas de otros estilos como el metal sinfónico (Therion), el ‘new age’ (Enigma) o la música electrónica (Era) la han versionado utilizando su atractivo ‘sample’ para dar lustre a algunas de sus modernas creaciones.
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Un germen al margen de lo sagrado
Pero, ¿sabes cuál es el origen de su letra? En 1803, en el monasterio benedictino de la ciudad de Beuern (Alemania), se encontró una colección de 300 poemas ‘goliardescos’ (clérigos y estudiantes pícaros que proliferaron en la Europa de entonces) recogidos en un manuscrito de la primera mitad del siglo XIII. La mayor parte de los textos estaban escritos en latín, aunque unos cuantos lo estaban en una mezcla de este idioma con el alemán, e incluso con algunas palabras francesas. Sus autores eran clérigos que llevaban una vida considerada por entonces libertina y se inspiraron tanto en composiciones populares contemporáneas, con frecuencia extravagantes, como en las cultas de Homero, Cátulo y Ovidio.
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Los dos principales temas que desarrollan en los escritos son el amoroso y el satírico contra la Iglesia Católica.
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Pero en ellos también se hace gala del gozo por vivir y del interés por los placeres terrenales, el amor carnal y el disfrute de la naturaleza, además de reflejar una crítica mordaz a los estamentos sociales y eclesiásticos, lo que constituye una visión completamente contraria a la que se desarrollaba mayoritariamente en las obras de los siglos XVIII y XIX sobre la Edad Media, tratada habitualmente como una época oscura.
Orff recogió algunos de estos elogios al amor, el juego o el vino y tomó 25 de estos poemas profanos, arreglándolos en temas para solistas y coro acompañados por instrumentos, formando así una cantata a la que llamó ‘Carmina Burana’, que significa canciones o poemas de Beuern. El resultado fue una de las piezas que permite experimentar al público general de forma más clara la fuerza abrumadora de la música, y todo ello con sonidos básicos y patrones rítmicos fácilmente discernibles.
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Como es de suponer, a la Iglesia Católica no le gustó la composición, y se han llegado a dar casos de religiosos que han tratado de vetar la actuación de algunas de las bandas que la interpretaban en determinados eventos debido a su contenido moral. En cualquier caso, los tambores de ‘Carmina Burana’ siguen escuchándose con fuerza a lo largo y ancho del planeta y la historia de su origen parece suponer el mejor broche a su carácter primitivo e irresistible.
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