Cecilia Bartoli pide agua con gas: «Me quedo como en un tono rossiniano, con burbujitas», dice entre risas. Lejos de la figura de la gran diva inalcanzable, se muestra cercana, relajada y dispuesta a la carcajada. Romana del 66, hace tiempo que vive en Zúrich con su marido, el barítono suizo Oliver Widmer, aunque mantiene casa en su ciudad natal, donde pasa parte del año. Mezzosoprano de colores barrocos, Bartoli se ha especializado en rescatar obras y compositores poco conocidos de ese periodo.
No en vano se define a sí misma como la Indiana Jones de la música clásica. Ha vendido millones de discos y llena auditorios allá donde va. Y es, desde hace dos años, directora artística del célebre Festival de Pentecostés de Salzburgo. Aquí, en la ciudad natal de su adorado Mozart, esta cantante lírica cuya voz ha seducido a los más grandes directores del siglo XX recibe a XLSemanal antes del lanzamiento de su nuevo disco: St. Petersburg. Esta vez se ha sumergido en la Rusia del siglo XVIII; la época de las grandes zarinas, que rompieron el aislamiento cultural para acercarse a Occidente. El año que viene, asegura, lo podremos escuchar en directo en España.
XLSemanal. ¿Cuál es el secreto para hacer de la música clásica un best seller y vender millones de discos?
Cecilia Bartoli. ¡Mamma mia! No lo sé. Te puedo contar el secreto para hacer buenos discos. Venderlos es otra cosa.
XL. ¿Y cuál es?
C.B. Un buen trabajo de investigación, la pasión, el empeño, la constancia… y la sorpresa. Y, desde luego, el ingrediente fundamental: que el artista sea el primero que crea en el proyecto. Si tú no crees en lo que trabajas, si haces discos solo porque tienes un contrato con la discográfica, ¡vas mal!
XL. Se diría que en las portadas de sus discos, donde ha aparecido vestida de modos muy diversos, busca usted el impacto…
C.B. ¡Pero todavía no he salido desnuda! [Risas].
XL. ¿Y por qué ahora ha decidido viajar a la Rusia del siglo XVIII?
C.B. Recuerdo que, cuando estudiábamos la música rusa en el conservatorio, se partía de Mijaíl Glinka. Es decir, del siglo XIX. ¿Cómo es posible? Poco a poco empecé a indagar qué había ocurrido antes. Me encontré con compositores como Francesco Araia, de origen napolitano, o el famoso castrato Giovanni Carestini. Ellos fueron en el siglo XVIII a San Petersburgo. ¡Pero esto no aparecía en los libros! Hemos hecho mucho trabajo de investigación.
XL. De hecho, usted siempre hace arqueología musical. «Soy la Indiana Jones de la música» ha dicho…
C.B. [Ríe]. Es cierto. Aunque en este proyecto ha sido particularmente difícil.
XL. Y se atreve incluso a cantar en ruso…
C.B. Sí. Rescato dos arias del compositor alemán Hermann Friedrich Raupach, quien por primera vez escribe una pieza con un poeta ruso, Aleksandr Sumarókov. Nunca hasta entonces se había escrito ópera original en lengua rusa. Era importante añadir este color, porque es el inicio de una nueva era en Rusia.
XL. De nuevo es un disco donde mandan las figuras femeninas…
C.B. ¡Si las mujeres mandasen en el mundo, las cosas nos irían mejor! [Ríe]. A lo mejor me equivoco, pero estoy convencida. ¡Habría que probarlo!
XL. Bajo el dominio de Catalina, Rusia se anexionó Crimea, en 1783. ¡Y hoy seguimos en las mismas!
C.B. ¡Estamos en una situación absurda, desde luego! Cuando grabamos este disco estaban todos en Sochi, en las Olimpiadas. ¡Quién se iba a imaginar que después sucediera lo que sucedió! Pero este es un disco de paz, de armonía, de tolerancia… La música siempre transmite ese mensaje. Si se escuchase más música, especialmente más música de otros países ajenos al nuestro, ¡habría menos conflictos!
XL. Ya nos ha dado dos ideas: que manden las mujeres y que escuchemos más música de otros países.
C.B. Empecemos así y ya veremos dónde terminamos… [Ríe].
XL. Usted se ha convertido en una persona influyente en el mundo de la música. No solo a través de sus discos, sino además como directora artística del célebre Festival de Salzburgo. ¿Le ha costado más por ser mujer?
C.B. Digamos que, cantando a los castrati, he corrido el riesgo de convertirme en Cecilio Bartoli [ríe]. Aunque en mi caso, sin cura de hormonas, claro. Sí, es más difícil siendo mujer. Este sigue siendo un mundo muy machista. Hace falta pasión por tu trabajo y mucha fuerza de voluntad. No hay que pararse ante el primer obstáculo. Hay que intentarlo una segunda, una tercera, una cuarta vez… Si lo haces, puedes lograr grandes cosas. Pero hacen falta mucha tenacidad y coraje. No hay que rendirse: «Ah, vale, soy una mujer, entonces no lo hago». ¡No! «Soy mujer y lo hago. Y si hay problemas, ya trataré de resolverlos». Para esto, el haber nacido en Roma ayuda.
XL. ¿Ah, sí?
C.B. Es una ciudad preciosa, ¡pero caótica! Crecer allí te da temperamento.
XL. Usted creció prácticamente sobre el escenario. Sus padres eran cantantes. Luego, su madre se convirtió en su profesora…
C.B. Siempre he tenido muy buena relación con mi madre. Yo estudié en el conservatorio de Santa Cecilia, pero ella como profesora de canto me ha seguido desde el principio. Y es fundamental, en cualquier profesión, tener una buena técnica, sobre todo al comienzo. La técnica te permite la longevidad. A los 20 años puedes cantar con una técnica más limitada, ¡pero con la edad se convierte en un problema! Es difícil corregir errores adquiridos en la juventud.
XL. ¿Y qué se siente cuando alguien escribe que su voz ya no es lo que era?
C.B. Pero mi voz nunca ha sido fuerte. Nunca he tenido un instrumento para Wagner, digamos. ¡Dejemos las cosas claras! [Ríe]. Mi voz nunca ha sido así y nunca lo será. Pero me permite cantar todo el repertorio de compositores barrocos, como Rossini, Mozart… Y, además, ¡una no puede gustar a todo el mundo! [Se ríe].
XL. Llegaron a abuchearla en la Scala de Milán…
C.B. ¡Para mí fue un honor! Lo mismo le ha ocurrido a Caballé, a Pavarotti, a la Callas… ¡He entrado en el Olimpo! Al final fue una experiencia divertida.
XL. Usted se lo tomó bien, señalándose incluso la garganta mientras usted cantaba y parte del público le silbaba…
C.B. Lo que ocurrió también es que había una situación delicada con el carissimo maestro [Daniel] Barenboim, que me invitó a la Scala después de tantos años. Era el año verdiano, pero él decidió abrir la temporada con una obra de Wagner. ¡Ya estaban los ánimos encendidos! Es pintoresco. ¡Pero este es mi país! Me divierte también.
XL. Aunque usted pasa la mayor parte del tiempo en Zúrich.
C.B. Italia es un país maravilloso. Es mi país. Estoy orgullosa de todo lo que ha tenido y lo que tiene todavía. Es cierto que es un momento difícil para Italia. Es un país con una gran tradición cultural, ¡y ahora están cerrando los teatros!
XL. Usted viene de una familia de orígenes humildes…
C.B. Mis abuelos por parte de madre eran campesinos. Y por parte de mi padre eran comerciantes. Vengo de una familia humilde. Yo estaba muy unida a mis abuelos maternos, que eran de Parma. De allí vengo: conozco los sacrificios que han hecho mis abuelos y mis padres.
XL. ¿De ahí viene su carácter antidivo?
C.B. Bueno, ¡este año soy una zarina! [Ríe]. Pero diva… Sinceramente, no tengo tiempo para eso. No huyo del rol, simplemente no soy yo y no me interesa. Es algo que te cierra a los que te rodean. La superdiva inalcanzable, intocable… ¡Para mí es imposible! Tengo necesidad de aprender, de contacto. La vida es demasiado corta para estas cosas. ¡Pero caprichosa sí soy!
XL. ¿Sí? ¿Por ejemplo?
C.B. Como todas las mujeres tengo mis caprichos. Pero se limitan a cosas más cotidianas.
XL. ¿Como el hecho de no coger aviones?
C.B. Si puedo, viajo en tren o en barco. ¡Incluso para ir a los Estados Unidos! Hace un par de años fui a actuar a San Petersburgo y decidí ir en barco. ¡No se lo creían! Si tengo que coger un avión, lo cojo. Pero si puedo elegir, voy de otro modo. No tengo miedo a los aviones, pero sí al jet lag. ¡Hace que sea mucho más difícil concentrarse, cantar! El organismo sufre mucho.
XL. También estudió flamenco…
C.B. Sí. En mis primeros años, me acerqué mucho al flamenco. Tenía una profesora en Roma llamada Isabel Fernández Carrillo, ¡la recuerdo perfectamente! Fue una experiencia muy positiva y también muy chocante convivir con ese volcán de color, de emoción… Sí, ha sido importante.
XL. Después, su carrera despuntaría en un programa televisivo…
C.B. Sí, como los talent shows de hoy. Yo estaba todavía en el conservatorio y buscaban cantantes y músicos con menos de 20 años.
XL. Aunque no ganó…
C.B. ¡No! Ganó un chico de 15 años. Pero participar en ese espectáculo de sábado noche en prime time ya era una victoria. Me escuchó Riccardo Muti, entonces director de la Scala de Milán, y me invitó a cantar con él. Después, Barenboim me ayudó mucho.
XL. Y Karajan, que tan importante ha sido en su carrera. ¿Cuál le dejó más huella?
C.B. Es difícil decirlo. Yo era muy joven cuando conocí a Karajan. Era un maestro de un carisma fulminante. Cuando lo conocí, ya estaba enfermo; le costaba caminar. Pero me eligió para hacer la Misa en si menor, de Bach. Recuerdo a este hombre pequeño, que además había adelgazado mucho. ¡Pero bastaba un gesto suyo para que partiera todo! Su mirada, su magnetismo bastaban. Me impactó mucho. n
Privadísimo
1. Además del canto, tiene otra pasión: la cocina. Le encanta visitar los mercados de otros países y ver cómo exponen la mercancía con cariño, no como en las grandes superficies.
2. Dice que a lo único a lo que no puede renunciar en sus viajes es al capuchino. De hecho, viaja con su propia máquina para hacerlo. Y es fan del jamón «pata negra y bien curado», con pan y tomate.
3. No le gusta usar tabletas para leer sus partituras. Le da miedo que se queden sin batería. En cualquier caso, suele cantar de memoria.
4. Fuera de la música lírica y de la clásica, le gustan los Rolling Stones, Janis Joplin y el jazz; en particular, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan.
5. Le divierte mucho dice el lado camaleónico de su profesión. No solo sobre el escenario, sino también en sus famosas portadas de disco. En Mission, por ejemplo, aparecía con la cabeza rapada y con alzacuellos. «El disco se centraba en la figura de un compositor espía recuerda, un misionario italiano lleno de sombras. Busqué reflejar ese lado oscuro, y fue divertido».