Vía: Labellezadeescuchar.blogspot.com | A su regreso de la infortunada aventura en Mallorca con George Sand y sus hijos, y luego de pasar el verano juntos en Nohant, Chopin regresó a París. Así también lo hizo su amante.
En octubre de 1839, la Sand, Solange y Maurice se instalaron en una residencia de dos pabellones en el número 16 de la Rue Pigalle. Lo propio hizo Frédérik en el número 5 de la Rue Tronchet, relativamente cerca de la Sand, cuyo hogar se había convertido para él en un sustituto del hogar familiar.
Pero no pasó un mes antes de que Frédérik se sintiera incómodo en su nuevo alojamiento, que se le antojó oscuro, frío y húmedo. Sin más dilación, a principios de noviembre, se mudó con camas y petacas a la Rue Pigalle. Y como había que cuidar las apariencias, George y Solange ocuparon uno de los pabellones, y Frédérik y Maurice, el otro. Cruzando un pequeño jardín se iba de un pabellón a otro.Por las tardes la pareja asistía a representaciones teatrales, o a disfrutar de una ópera. También ofrecían veladas que se repartían por igual entre uno y otro pabellón. En el de la Sand, Chopin debía compartir con los amigos de la escritora, políticos inquietos, saint-simonistas en su mayoría. En el de Frédérik, los congregados eran los polacos exiliados y los amigos artistas de la novelista, Heine y Délacroix entre ellos. También, los amigos músicos: Liszt, Berlioz. Si la condesa Delfina Potocka (a quien Chopin dedicó el “vals del minuto”) estaba de paso en París, se unía al grupo y cantaba, acompañada al piano por Frédérik.
Así se desarrollaba la vida hasta que llegó el verano de 1840, cuando la pareja debió quedarse en París. A la Sand no le había ido bien con su último drama, Cosima, así que no hubo dinero para costearse la estadía en Nohant, cuyo tren de vida implicaba un desembolso de casi cuatro mil francos. Chopin no lo tomó mal. Simplemente trabajó en París todo ese verano, intensamente. Si había que descansar, le bastaba con darse una vuelta por el Bois de Boulogne, en compañía de Solange.
Antes de que termine el año, llegarán las cenizas de Napoleón, el 15 de diciembre. París se vuelca a las calles, pero Chopin no asistirá. Está terminando de componer la Fantasía en fa menor.
La Fantasía en fa menor es una de aquellas “piezas diversas” de Chopin que no encajan en una estructura tradicional consagrada, y entre las que se cuentan, por ejemplo, una barcarola, una canción de cuna y hasta un bolero español. Chopin la llamó “fantasía”, título que mejor acomoda a una composición libre, con imprevistos cambios de tonalidad, textura y ritmo, y momentos que parecieran estar destinados a la improvisación.
Luego de un inicio algo solemne y apagado, en tempo di marcia, habrá que esperar para que aparezca una frase seductora. Pero más adelante, un canto noble y caballeresco estallará en 4:16, que luego será objeto de repeticiones, con gran despliegue de virtuosismo entre ellas, matizado por intervalos serenos. Al final, luego de un breve momento de quietud, un racimo de arpegios conducirá a un enfático cierre con dos golpes secos.
La versión es de la pianista rusa, Yulianna Avdeeva, primera mujer en ganar en 2010 el Chopin International Competition, después de Martha Argerich en 1965.