Prensa FundaMusical Bolívar
El debut de la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño en la ciudad natal de Wolfang Amadeus Mozart, pasó a la historia del evento musical por interpretar cuatro piezas de forma magistral durante casi tres horas y media
189 minutos. 227 músicos. 2.179 espectadores. Dos directores. Cinco obras. Una sola orquesta. Un acontecimiento histórico: la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño (SJTC) debutaba ayer ejecutando un concierto maratónico que puso de pie en cuatro ocasiones al público que asistió al Grosses Festspielhaus, en el Festival de Salzburgo.
Pocas veces una orquesta juvenil se atreve a interpretar cinco piezas en una misma noche. Bajo la batuta de los directores venezolanos Christian Vásquez y Diego Matheuz, la SJTC vivió una noche perfecta. Se entregaron a la música. Fueron casi tres horas y media de concierto en el que los músicos venezolanos invirtieron el doble de la fuerza física y mental para poder responder a la exigencia del repertorio.
La historia de amor más famosa del escritor inglés William Shakespeare se apoderó de la primera parte del concierto. La Sinfonía Fantasía Obertura Romeo y Julieta, de Pyotr Ilyich Tchaikovsky; y la Sinfonía Dramática Romeo y Julieta (extractos) Op. 17, de Hector Berlioz, fueron dirigidas con maestría por Vásquez. Frente a él la orquesta se transformaba, y cada compás que marcaba el dolor y la pasión se reflejaba en cada uno de los músicos. Sufrían y amaban con la misma energía.
Vásquez, director titular de la orquesta, no había terminado de bajar la batuta cuando el público se levantó de sus asientos para aplaudir durante cinco minutos seguidos al director y su orquesta. Los integrantes de la sinfónica comenzaron a sonreír, los largos ensayos en Caracas durante más de dos meses dieron sus frutos.
El público estuvo frente a una sinfónica juvenil que ayer cruzó la frontera para convertirse en una orquesta madura. Al punto que, cuando Matheuz subió al podio para dirigir Música del Ballet Romeo y Julieta (extractos), Op. 64, de Sergei Prokofiev; y el Concierto para Orquesta, Sz. 116, de Béla Bartók, la Teresa Carreño profundizó su sonido. Se creció bajo la dirección del también violinista venezolano, quien manejó los silencios de forma tan sublime que consiguió mantener al público atento a su batuta, hasta la última nota.
Un concierto maratónico debía mantener la fuerza. Para eso Christian Vásquez y la Sinfónica Teresa Carreño ejecutaron con gran precisión la Sinfonía Nº 4, de Tchaikowsky. Fue ahí cuando el público desbordó su efusividad. Se levantaron apenas terminó la obra para aplaudir y hasta zapatear durante ocho minutos a una orquesta que se sentía consagrada frente al público más exigente de Europa.
Una de las más entusiastas espectadoras fue Marina Mahler, bisnieta del reconocido compositor alemán. Para ella, fanática confesa del maestro Gustavo Dudamel, presenciar a los jóvenes músicos venezolanos fue trascendental. “Soy admiradora de Dudamel, pero al ver a estos dos directores se demuestra que El Sistema genera la excelencia. Le tengo pánico a volar pero decidí desde hace —— años viajar cientos de veces a Caracas para ver a las orquestas y coros venezolanos. Vienen a servir de ejemplo a Europa de cómo se debe interpretar la música: con pasión, alegría y disfrute”, aseguró quien se desempaña como jurado honorario del Concurso de Dirección Gustav Mahler en Bamberg
El segundo concierto de El Sistema: La Residencia en Salzburgo forma parte forma parte de los logros del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, ente rector de la Fundación Musical Simón Bolívar, adscrita al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, demostrando una vez más que “Los niños y jóvenes venezolanos triunfan con la música”.