El artista alemán es considerado uno de los intérpretes de música clásica más virtuosos e importantes que hay en el mundo, sin embargo, su pasión por el rock, su pasado como modelo, su larga cabellera rubia y su desenfadada manera de vestir para subir al escenario —aunado a que entre el público que asiste a verlo nunca faltan adolescentes gritando histéricas—, hacen que los flemáticos críticos y puristas de la llamada música “culta” lo rechacen
Antes de comenzar la charla David Garrett es específico: “¡Amo el tequila! ¡Es mi trago favorito! Si alguien quiere conectarse conmigo, sólo tiene que ofrecerme un shot de tequila (risas), por eso siempre me siento cercano a México”.
Considerado el violinista más rápido del mundo por su virtuosa interpretación de El vuelo del moscardón, de Rimski-Kórsakov, David Garrett se considera ante todo “un tipo sin etiquetas”, no importa si la prensa mundial lo apoda “El David Beckham del violín” o “El Brad Pitt de lamúsica clásica”, tampoco si a sus conciertos acuden adolescentes y veinteañeras a gritar como en una presentación de Justin Bieber. “Yo sólo disfruto de hacer música, el día que ya no me sea placentero no volverán a saber de mí”, asegura.
Entrevistado en Nueva York con motivo de su próximo concierto en la Ciudad de México, Garrett es el tipo de figura pública que podría causar prejuicios: es rico, es guapo, los expertos lo consideran un talento… seguramente muchos lo anticiparían como un pesado.
Sin embargo se muestra cordial, accesible, incluso tímido. Conserva muletillas un tanto juveniles como exclamar: “¡I’m sorry, I’m sorry, I’m sorry!”, cada vez que se distrae entre pregunta y pregunta.
Lo cierto es que actualmente se encuentra en el ojo de los medios internacionales después de su participación en la cinta alemana El violinista del diablo, en la que interpretó a Niccolo Paganini, bajo la dirección de Bernard Rose.
“Fue un rol muy importante para mí. En cierta forma me metió en un huracán mediático en el que mi teléfono sonaba 200 veces al día. En breve vamos a presentar el disco con la banda sonora, y todo ello coincide ahora con mi concierto en la Ciudad de México, estoy muy emocionado de regresar a esta ciudad, será como encontrar una parada cálida, un oasis en medio del torbellino de los tours”.
Cuenta que a su alrededor hay mucha influencia de la cultura mexicana, en la comida, en la música, con personas cercanas. Como estudiante de la Juilliard School y radicando en la ciudad de Nueva York le tocó conocer a muchos mexicanos.
“Lamentablemente me ha faltado el contacto directo con México, con su tierra, especialmente la última ocasión que estuve fue por sólo 24 horas y no pude ver nada. Espero que en este tour pueda conocer más, es como si fuera por primera vez en realidad”.
Muchos se han preguntado de dónde proviene el virtuosismo musical de David Garrett, y a menudo se señala a su padre, el también violinista y profesor Georg P. Bongartz, como su primera influencia. Fue él quien le dio sus primeras lecciones y comenzó a perfeccionarlo en largas sesiones de ensayo, algunas demasiado estrictas, afirmaban algunos cronistas musicales, quienes han insinuado una mala relación entre padre e hijo.
Medios de Europa llegaron a sugerir que la niñez de David Garrett podría haber sido similar a la del tenista estadounidense André Agassi, sin mucho tiempo para los juegos o los gustos personales; después de todo, comenzar a tocar a los cuatro años, tener posteriormente de maestro a Zajar Bron a la edad de 10 años y firmar a los 13 con la prestigiada disquera Deutsche Grammophon Gesellschaft, haría sospechar a cualquiera que entre sus prioridades no se encontraban ni la patineta ni los videojuegos.
Hay quienes incluso insinúan que adoptar como nombre artístico el apellido de su madre, la bailarina Dove Garrett, podría deberse también a cierto resentimiento con su padre, quien se opuso a que Garrett estudiara en Nueva York y le retiró su apoyo económico, aspecto que el joven violinista resolvió alternando sus estudios con trabajos de modelaje.
“Me pagaban bien, eran unas cuantas horas de trabajo y el resto del tiempo podía dedicarlo a la música. Uno debe buscar siempre las opciones para lograr los sueños personales”, afirma.
Sin embargo el propio David Garrett trata de matizar todas esas habladurías afirmando que su padre lo inspiró como maestro y mentor, al igual que lo han hecho otros buenos músicos que se han cruzado en su camino a lo largo de su vida, como el genial violinista israelí Itzhak Perlman, quien fue su profesor en Juilliard.
“He tenido maestros maravillosos, pero nunca pensé realmente en la música como una profesión. Me gustaba escribir, me gustaba jugar con ella, y más que nada me gustaba tocar, nunca la consideré un trabajo”.
Sin embargo, a la vuelta de los años, con la fama mundial, el dinero y después de convertirse en uno de los pocos músicos en el mundo que puede darse el lujo de poseer y tocar un Stradivarius de 1718 y un Batitista Guadagnini de 1772, Garrett podría comenzar a ver a la música como algo más que un trabajo, sobre todo cuando se le pregunta sobre su vida personal.
—¿Hay alguien especial en tu vida, David? ¿Te imaginas en un futuro con una esposa, una familia e hijos, quizá conduciendo una camioneta?
—Antes que nada, tengo una relación con la música, esa será siempre mi vida, mi relación más importante… y me gusta que sea así —dice, después de pensarlo por unos segundos y dejar escapar una breve risa—. No sé lo que pase en un futuro, lo que me deparen los años por venir, pero por el momento quiero mantener todo en esta forma.
—Pero… ¿te falta algo en tu vida?
—No hay nada que me falte en la vida, estoy muy feliz, realmente disfruto este momento. Soy una persona muy afortunada y no me hace falta nada. Siempre estoy dispuesto a la aventura, pero también a disfrutar lo que trae la paz, así como los cambios.
VIOLINISTA EN EL TEJADO… DE NY
Contrario a lo que se podría pensar, Garrett no ha dejado del todo sus raíces alemanas, pues ahora regresó a vivir a Berlín y alterna la mitad del año con el departamento que adquirió en Nueva York.
Pero también existen otras raíces que no ha dejado del todo y es su pasión por el rock y el jazz. Confiesa que durante su niñez, después de las largas sesiones de ensayos en el conservatorio, una parte de su escape era escuchar otro tipo de música, incluyendo Rhythm&Blues.
Durante el concierto anterior en la Ciudad de México, que ofreció en el Auditorio Nacional, muchos se sorprendieron de que lo mismo pudiera tocar We Will Rock You, de Queen, que algunas canciones de Coldplay, Michael Jackson e incluso AC/DC.
“Escucho todo tipo de música, para mí no existen los límites en ese sentido. Pienso que todo te inspira y es más enriquecedor escuchar lo mismo música clásica que otros tipos de composiciones más contemporáneas, no hay que enfocarse en una sola dirección, la variedad incentiva la creación y te da más libertad para crear”, dice.
—Pero siempre hay un velo entre la música llamada comercial y la música “culta”, tú creciste en un ambiente donde la segunda era, por decir lo menos, lo prioritario ¿qué opinas de algunos jóvenes que sólo escuchan a Justin Timberlake o Justin Bieber?
—¡A Justin (Timberlake) también lo toco…! —comenta Garrett, refiriéndose a su ya célebre interpretación del tema Cry Me a River, que ha presentado en algunos de los principales foros del mundo, y que para algunos puristas de la música clásica resulta un pecado, pues incluso a momentos toca las cuerdas de su costoso violín con los dedos para resaltar los acordes.
—¿Haces lo que te gusta?
—Hago lo que me gusta, y lo hago como quiero hacerlo, por eso creo que hay que dejar a los jóvenes en paz. Cada quien escucha lo que desea en cierta etapa de su vida y se debe de tener libertad para hacerlo… libertad de decidir si quieres escuchar un rato a Justin Bieber o Timberlake. Eso no te va a marcar, no es algo malo. Es más, creo que actualmente se habla mucho de los jóvenes y de sus vidas muy a la ligera, sin tomar en cuenta cosas más complejas.
—En México, por ejemplo, hay varios programas que se enfocan en la música para prevenir en los jóvenes conductas antisociales y violencia, ¿en tu experiencia, cómo crees que la música puede cambiar y enriquecer la vida de una persona?
—Sí he escuchado sobre esos programas y me parecen muy interesantes. No sé que tanto la música puede cambiar la vida de una persona, pero lo que sí estoy seguro es que si uno siente motivación hacia algo todo se transforma. La música puede ser un gran llamado, una herramienta muy fuerte en la educación, puede orientar y colocar a alguien, sobre todo si es joven, en el camino correcto.
—¿Tú lo viviste así?
—De forma distinta, pero sí… creo que no habría sido lo mismo si mi acercamiento con la música hubiese sido en la edad adulta. Cuando estamos creciendo es el momento propicio, existe esa magia. Cuando eres joven las influencias se convierten en algo muy importante, puede ser la música o los deportes algo que despeje tus dudas y te ayude a aprender cómo canalizar tus emociones, por eso a los jóvenes hay que dejarlos que exploren, pero también estimularlos, es mejor tener una o más opciones a no tener ninguna.
—En la red hay muchos jóvenes violinistas que te dedican sus melodías que suben a YouTube, incluso dicen: “¡Ahora, una al estilo David Garrett!”. Tú que comenzaste a tocar a la edad de cuatro años, ¿qué consejo le darías a un joven que quiere incursionar en el camino de la música?
—Me halagan y me conmueven mucho esos jóvenes que tocan en sus recámaras, yo fui o sigo siendo uno de ellos. Por experiencia personal lo primero que se debe hacer es disfrutarlo, especialmente en el comienzo porque toma mucho tiempo el aprendizaje musical, requiere mucha paciencia. Mi consejo es hacerlo por vocación y no por gente que te esté presionando o empujando. No faltará quien te diga lo que debe de hacer o no un músico serio, eso no es productivo, te desanima en vez de animarte.
LA VEZ QUE ROMPIÓ SU VIOLÍN
A Garrett le ha costado trabajo quitar los estigmas que circulan a su alrededor y que intentan mermar su imagen como músico serio. Algunos comentarios han sido bastante maliciosos por parte de los medios. Lo han llamado “El músico del modelaje”, por la etapa en que alternaba la vida en Juilliard con los anuncios y las pasarelas.
A todo ello se suma ese aire de estrella del rock que pareciera adoptado a propósito para hacer rabiar a los críticos. A muchos no les agrada verlo subir al escenario con coleta, jeans y botas para interpretar con gran perfección técnica a Tchaikovsky, o ganar el récord Guinness al tocar en un programa televisivo el mencionado Vuelo del moscardón en poco más de sesenta segundos.
El ya famoso accidente del violín del millón de dólares ocurrido en 2007 en el que Garrett resbaló y cayó sobre su instrumento al final de un concierto en Londres, fue difundido en menos de 24 horas a los medios internacionales y no ayudó tampoco a revertir la balanza hacia su imagen de músico de conservatorio, por el contrario, el amarillismo con el que fue abordada la noticia casi lo hacía responsable de haber arruinado una reliquia irremplazable.
En su versión, asegura que el suelo de la escalinata que daba hacia el estacionamiento estaba muy mojado a causa de las lluvias y los escalones eran muy estrechos.
“Yo había puesto el violín en su caja y luego lo coloqué en una mochila que me colgué a la espalda. Mi familia me esperaba en el estacionamiento y me apresuré, fue todo muy rápido, recuerdo que después de caer no me importó el dolor, lo primero que hice fue sacar el violín, que había sufrido serios daños. Permanecí contemplándolo sin moverme en esa escalinata por más de 15 minutos”, recueda.
La reparación del violín creado en Venecia por Giovanni Battista Guadagnini en 1772 sobrepasó los 100 mil dólares, pero de inmediato algunos bromistas en internet difundieron caricaturas e incluso animaciones donde podía verse a David Garrett con su ya conocido look de rockstar, rompiendo su violín con un grito salvaje al final de un concierto.
—¿Te molesta que algunos se centren más en tu imagen para juzgarte como artista y como músico?
—Como lo dije, trato de conservar un ánimo positivo, no me tomo las cosas muy a pecho. Si me llaman “El David Beckham del violín” o “El Brad Pitt de la música clásica”, no me insultan, me lo tomo como un halago. Yo amo la música y me basta con saber que alguien disfruta lo que toco. Pongo mucho esfuerzo y dedicación en cada presentación, siempre entrego lo más que puedo, por mí y por respeto a los compositores; lo demás es secundario.
—No faltará quien diga que en el concierto de un violinista no debería haber adolescentes histéricas gritando…
—La gente se ocupa mucho de decidir qué es y no correcto, y si alguien les hace caso termina viviendo la realidad de esas personas y no la propia. No veo porqué no puede haber jóvenes gritando en un concierto de violín. A mí, por ejemplo, me encantan los deportes en el mar ¿se supone que eso tampoco va con la vida y la investidura de un violinista? Creo que aún persisten muchos prejuicios.
—¿Qué tienes preparado para tu nuevo concierto en México?
—Algo no tan extenso, pero presentado con mucho cariño para los mexicanos, aún estamos dando los últimos toques, pero habrá algo de lo viejo y de lo nuevo… Lo que sí puedo adelantar es que quiero sentir la magia de esa tierra, tomar un shot de buen tequila y gritar: ¡Salud, amigos!
HOMERO BAZÁN LONGI es periodista y cineasta; escribe cómics, historietas y guiones; su película más reciente, “Generación Spielberg”, es una de las más vistas del año en la Cineteca Nacional; actualmente está filmando en Nueva York