http://ccaa.elpais.com/ Por XAVIER PUJOL
El célebre director de orquesta venezolano protagonizó una actuación espectacular en Barcelona con la obra de Messiaen
La Sinfonía Turangalila(1949) de Olivier Messiaen, diez movimientos, una hora y cuarto de duración, más de cien músicos en el escenario (muchos de ellos percusionistas) es un colosal canto al amor. No canta al amor universal o al amor fraterno sino al amor de pareja, al amor íntimo, sensual. Es por eso, quizá, por lo que la obra nunca ha acabado de funcionar bien en su propósito: con ciento y pico apretujados en el escenario cantándole al amor quizá sobra un poco de gente y, desde luego, de intimidad, poca.
Más allá de su intención, la obra, una de las más importantes del siglo XX para orquesta, es una impresionante exhibición de alianza fecunda entre poder creativo, sabiduría, originalidad, libertad e imaginación. Turangalila, a pesar de que suena a todo, a Stravinski, a Prokofiev y hasta a Mahler y preludia muchas cosas, Bernstein, por ejemplo, es tremendamente original, nueva y única. Turangalila ofrece una música excepcional a quien sepa escucharla con oídos nuevos y limpios.
Para conjuntar y coordinar el ejército sonoro que necesita esta obra que hacia más de treinta años que no se interpretaba en el Palau, se convocó al célebre director Gustavo Dudamel al frente de la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, el conjunto estelar de El Sistema, el célebre proyecto de orquestas y coros juveniles fundado por José Antonio Abreu que ha llevado la música a la gente y la gente a la música más allá de condiciones y clases sociales y que está siendo imitado en diversos países.
En el concierto del Palau, que inicia una gira que llevará en las próximas semanas la obra y los intérpretes a escenarios de Francia, Reino Unido y Alemania, se contó con la participación en la enrevesada parte de piano de una intérprete de excepción, la pianista china Yuja Wang. También participó muy activamente en la interpretación Cynthia Millar en la importante parte reservada en Turangalila a las ondas Martenot, uno de los primeros instrumentos electrónicos que existieron, inventado en 1928 por el compositor, ingeniero y violonchelista francés Maurice Martenot y hoy prácticamente en desuso.
Dudamel se manejó bien ante la imponente masa orquestal congregada en el escenario, equilibró bien las dinámicas entre secciones, dio seguridad a la orquesta enfrentada a ritmos muy complicados, buscó los vértices expresivos y los subrayó con eficacia y entregó globalmente una interpretación espectacular que enardeció al público de una obra que aún hoy, mas de medio siglo después de su estreno, suena nueva, exuberante, fantástica, misteriosa.