Rondan los treinta años y llevan más de siete dedicados a construir y reparar distintos tipos de instrumentos. En pleno siglo XXI, estos jóvenes platenses difunden la luthería, un arte ancestral, por las calles de la Ciudad

AMANTES DE LA MADERA

Si bien un bajo construido por Leopoldo no sale menos de $7.000, esto no es lo que mantiene expectante al luthier. Lo importante descansa sobre la mesa de trabajo del taller, y aún está sin terminar: se trata de un instrumento de cuerda inventado por él, aún sin nombre. No sabe cómo va a sonar, no sabe cómo va a quedar estéticamente, pero el solo hecho de proyectarlo, le saca el sueño.

Matías Dibbern nació en Tres Arroyos hace 26 años y a los 18 se vino a estudiar composición a La Plata. Quería ser guitarrista o músico, pero cuando encontró el folleto de Julio Giorgio, comenzó a tomar clases con él. “Lo primero que me sugirió Julio fue que hiciera un violín. Yo no tenía idea de trabajar con madera y me llevó un año y unos meses terminarlo”, cuenta Matías. Mientras construía su primer instrumento cursaba composición en Bellas Artes, lo que si bien le sacaba tiempo, le daba herramientas para apreciar mejor los sonidos. Trabajó en su taller junto a Julio durante dos años, hasta que el maestro abandonó por problemas de salud. De él aprendió el oficio y el modo de enseñar, por lo que muchos de los clientes y alumnos de Julio, comenzaron a llevarle sus instrumentos y asistir a su casa por las clases.


Una de las particularidades de los instrumentos de arco está en que su valor y su sonoridad aumentan con el tiempo. “Necesitan asentarse, y que alguien los use”, explica el luthier. Es por eso que Matías les presta los instrumentos a sus amigos un tiempo para que los prueben.