Daniel Castellano
Durante este mes de diciembre de 2015, el ballet El cascanueces, en la versión venezolana más importante y exitosa, coreografiada por Vicente Nebrada y realizada por el Teatro Teresa Carreño, alcanza las 20 temporadas. Para celebrarlo, se han pautado 20 funciones que permitirán a 42.000 espectadores disfrutarlo y se ha editado además un libro de 189 páginas y más de 230 fotos a full color. El ballet estrenado en Caracas el 7 de diciembre de 1996, a un costo de cien millones de bolívares, es hasta el día de hoy el único espectáculo que se ha escenificado de forma ininterrumpida, año tras año, en el principal complejo cultural venezolano. Artísticamente relevante, no sólo por la trascendencia que le concede su magistral puesta en escena, se consolida además como un exitoso fenómeno anual de taquilla digno de análisis: ¿Qué hace a El cascanueces venezolano tan exitoso? Las causas son heterogéneas.
El cascanueces es un ballet clásico de fama internacional, estrenado en San Petersburgo hace 123 años, el 18 de diciembre de 1892. Con coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov conforma, junto a El lago de los cisnes y La bella durmiente, la trilogía de ballets clásicos de Piotr Ilich Tchaikovsky que necesariamente todos deberían haber visto. Esta condición de clásico universal imprescindible lo convierte, en primera instancia, en un espectáculo de talla mundial cuya demanda, por parte del público especializado, se refleja en las ventas de boletería. Sin embargo, otras virtudes operan para atraer no sólo a los balletómanos conocedores, sino a las grandes audiencias nacionales.
Para las épocas decembrinas, es habitual en Venezuela que la oferta cultural disminuya en virtud de las vacaciones, días de asueto y festividades. Sólo El cascanueces permanece en cartelera por lo que un espectáculo de sus proporciones destaca aun más entre la estacional y disminuida oferta cultural, monopolizando involuntariamente la atención y la taquilla.
Por otra parte, Vicente Nebrada no fue sólo un maestro en las lides coreográficas, sino que muy empíricamente supo mercadear y hacer colosal su última creación artística al mercadearla de manera muy ingeniosa ante los medios de comunicación. El montaje nebrediano se recrea sobre una pasmosa cualidad artística y de realización, que son su principal atractivo, y se basa en referentes de fácil identificación y recordación entre la audiencia.
La historia, bien lo resaltaba el propio Vicente en vida, está dirigida primordialmente al público infantil. Clara, la protagonista principal es una niña de 7 años por lo que la empatía y conexión con el público infantil se logra casi de manera instantánea. Los padres asistentes no quedan excluidos de la obra pues la lucha del bien contra el mal y el amor de pareja, como sentimientos motores de todas las acciones del ballet, atrapan la atención de los mayores. El propio Nebrada refería constantemente que al venezolano lo atraían y cautivaban los ballets que contaban una historia; por eso para él, Romeo y Julieta, Coppelia, El lago de los cisnes y su Cascanueces eran tan famosos y seguidos en el país.
En un mercado de entretenimiento dominado por los juegos de videos tridimensionales, los efectos especiales del cine y la televisión, El cascanueces ruso de 1892 luciría aburrido y descontextualizado. Vicente Nebrada tuvo el acertado tino de actualizarlo incorporando efectos especiales alucinantes basados en la pirotecnia y los recursos sonoros. No fue concebido como el típico ballet clásico, sino que se adornó y enriqueció con escenografía, vestuario, iluminación y efectos para hacerlo más actual, más interesante y atrayente.
De igual forma, la tensión emocional de la música de Tchaikovsky, interpretada por la Orquesta Sinfónica Venezuela, y las sentidas interpretaciones técnicas e histriónicas de los integrantes del Ballet Teresa Carreño, representan la cúspide de este cúmulo de atributos deEl cascanueces venezolano fortaleciendo su atractivo. En términos de mercadotecnia: Esta obra es un “producto” de altísima calidad, “empaquetado” atractiva y estupendamente, con no pocos elementos de “recall” y muy bien dirigido a “targets y segmentos” específicos de mercado bien estudiados y delimitados de antemano.
Tras 20 temporadas de reposiciones continuas, esta obra se ha erigido como una rutilante tradición navideña de la cosmopolita Caracas, motivo por el cual casi religiosamente decenas de familias de todo el país acuden a la Sala Ríos Reyna a disfrutarla. Abundan las historias de niños que asistieron a las temporadas de estreno y pasados 19 años acuden con sus hijos pequeños y sus propios padres para volver a disfrutarla.
La amplitud característica del pueblo venezolano para acoger en su seno a representantes y tradiciones de otros pueblos, no sólo han permitido conformar platos típicos como la hallaca (mezcla entre lo indígena y español), el pan de jamón (tradición iniciada en Caracas a principios del siglo pasado), la ensalada de gallina (derivada de la ensaladilla rusa) entre otros y diversas manifestaciones musicales, sino que recientemente ha adoptado a El Cascanueces como una nueva tradición resultado del sincretismo cultural. La conjugación de todos los atributos descritos, sumados al hecho de que El cascanueces de Vicente Nebrada y el Teatro Teresa Carreño se ha convertido en la más reciente tradición navideña nacional, presupone su permanencia por muchos años dentro de la programación navideña del complejo para el deleite de las actuales y futuras generaciones de venezolanos.