Vía:www.diarioelzondasj.com.ar
Toda su vida está atada a la música. Estudió, viajó, aprendió y de ella hizo una profesión. Es el creador de la Orquesta Escuela en San Juan y tiene como sueño llenar de orquestas a provincia.
Toda su vida está atada a la música. Estudió, viajó, aprendió y de ella hizo una profesión. Es el creador de la Orquesta Escuela en San Juan y tiene como sueño llenar de orquestas a provincia.
La música es su vida, su forma de seguir adelante. Bromea al decir si me sacan a “Chopin y Bach se me acaba el mundo”. Y si dudas este amor por los clásicos lo hace diferente y sus ojos se iluminan cuando se sienta tras el piano que tiene en su casa.
Por casualidad, viajó de vacaciones a Venezuela y allí se topó con el sistema de Orquestas de este país, que impulsó el maestro José Antonio Abreu. Allí se enamoró de la propuesta y dijo “la tengo que llevar a San Juan”, volvió a España, renunció a su trabajo y regresó a la provincia para darle forma a lo que hoy es la Fundación Orquesta Escuela.
Cuando habla de su historia, lo hace de manera apasionada. En su casa se respira música, cultura, arte e historia. Se define como “un apasionado de la música que es una herramienta para lograr que la vida de los demás sea distinta”. Por esto que resalta que “en esta última etapa de mi vida me he podido volcar a un proyecto que amo mucho y es unir a los niños con la música”.
Recuerda que la música siempre ha estado en su vida. Su padre tocaba el piano de oído y luego lo instaron a él a aprender. Primero las clases, con un profesor que iba a su casa, luego hace su carrera musical en el Instituto Superior de Arte, luego se transforma en Universidad provincial y nacional. “Mi historia es la de la insatisfacción, de no estar conforme jamás con lo que había aprendido desde el punto de vista pedagógico. Por eso, terminé mi carrera en 1978 y me fui de San Juan. Mi idea era que si replicaba lo que había aprendido, no iba a llegar a ningún lado”. Resalta que “la pedagogía es algo vivo, que tiene que ver con la forma de enseñar, de llegar al otro con el conocimiento. Este circula porque está estanco en algún lugar.”
Se va a Buenos Aires, donde trabaja y estudia con una croata, Banda Mika, a quien considera su maestra. Por ese entonces llegó la crisis de 2001 y decide irse a Europa “la música me dio una herramienta para ganarme la vida. Yo me fui en el año 1988, con una mano atrás y otra adelante a España, no tenía donde caerme muerto. Pero en mis manos llevaba el saber y la capacitación. Me abrí camino siempre en el mundo de la música”. En el viejo Continente se dedicó a educar y a dar clases de piano, “ahí me acerque, dentro de la pedagogía pianística, a la educación musical”. En esas tierras considera que “era como beber de la fuente, ahí está concentrado todo el conocimiento y yo aproveché eso para sacarle un poco el jugo”.
“Hice mi vida laboral en España, me jubile allí. En algún momento pensé que el día que volviera a San Juan iba a terminar dándole de comer a las paloma en la Plaza 25. Pero con el proyecto de la Orquesta Escuela, no tengo tiempo ni para darle de comer a una palomita que viene aquí a mi casa”, bromea sobre su actual realidad. Afirma “que voy a morir con las botas puestas en esto de la música”.
Sobre el origen de la Fundación Orquesta Escuela recuerda que cuando volvió, no sabía muy bien cómo iba a poder implementar su idea en la provincia. Se juntó con unos amigos quienes le dieron el primer apoyo para iniciar. En ese momento, cuentan con el apoyo institucional de la Dirección de Cultos y ONGs de la provincia, a cargo de Gabriel Alvares. “Es una persona muy cercana a la fundación, es un amante de la música y nos enseñó a funcionar como institución”, explica el profesor Rodrigo. De hecho, Alvarez vincula al proyecto de la Fundación Orquesta Escuela, con el entonces gobernador José Luis Gioja. “Le planteamos el proyecto, bajó líneas y empezó a través de la secretaria de Cultura”.
En la actualidad la Fundación Orquesta Escuela les enseña, a unos 250 chicos de distintos departamentos, de manera gratuita. “Creo que lo importante de esto es como muchos chicos se han abierto a una posibilidad relacionada con la música”, afirma. Considera que el programa es de inclusión social. “En algunos departamentos tenemos chicos que comen salteado. Nosotros le decimos a los padres, no te podemos solucionar ese problema, pero si les aseguramos que el chico tendrá un núcleo de pertenencia, tendrá un lugar donde existe y es considerado”.
Para Jorge, “el momento de transformación de los chicos es cuando dan su primer concierto en el Auditorio Juan Victoria, que es una sala maravillosa. Nunca me voy a olvidar cuando le preguntaron a un niño, qué había sentido cuando estaba en el Auditorio tocando. Él respondió respeto; que un niño de 9 años diga que se sintió respetado, marcaba una historia detrás del chico y solo había que intuirla”.
Resalta que “el trabajo en la Orquesta Escuela es grupal, es el grupo quien forma al individuo musicalmente”. En ese contexto, recuerda que en los procesos formales de aprendizaje la persona se forma individualmente, “luego de tocar siete u ocho años el instrumento solito en su casa se junta con otro. Acá es totalmente diferente, desde el primer día están en grupo y es donde se retroalimentan, por lo que encuentran el sentido de su trabajo y exigencias”.
Sobre los alumnos de la organización explica que “están yendo tres días a la semana a la escuela. Si cursó en el colegio en la mañana, luego come rapidito para ir a la Orquesta Escuela, cuando llega de vuelta a casa está cansado y quiere acostarse. No solo le restamos tiempo al celular con el que viven los chicos, sino también a las tentaciones cuando transitan la infancia y la adolescencia”. En ese sentido agrega “tienen un por qué, que se los da la música”.
“Creo que llevar a los chicos a un mundo sonoro y generarles un sentido de la estética es lo que da la música clásica”, explica el profesor Rodrigo. En el proceso “los chicos aceptan la formación clásica con absoluta normalidad, su primer contacto con el instrumento es con lo clásico. Desde el punto de vista auditivo, el niño acepta lo que él hace”.