Lo mismo interpreta el saxofón que el clarinete y su opinión sobre ambos instrumentos está marcada por el erotismo. Su autobiografía, Mi vida saxual (2008), escrita en castellano (D’Rivera es bilingüe), recuenta, en un estilo ecléctico, desenfadado y juguetón, sus aventuras como músico marcado por el parteaguas del exilio, que empezó en 1980 y que ha definido su cosmovisión. Casado con la soprano Brenda Feliciano, su casa está en Nueva Jersey y es un asiduo lugar de encuentro de músicos y escritores.
Spanish tinge.
-Hace poco cumpliste 65 años. ¿Cómo se ve la música a esta edad, en comparación con la época en que empezaste?
-El año próximo cumpliré 60 sobre las tablas. A esta edad, casi cada tema de conversación tiene una anécdota relacionada. Por eso algunos viejos se tornan tan habladores. Hay que saberse controlar, de otra forma uno se convierte en loro sabelotodo.
-¿Cómo definirías el jazz?
-Herbie Hancock dice que el jazz es difícil de definir, aunque fácil de reconocer. Me gusta la frase por su utilidad.
-¿Qué distingue al jazz latino de otros tipos?
-El “Spanish Tinge in American Music”, como lo llamó, desde principios del siglo XX, Jelly Roll Morton, siempre estuvo rondando por ahí, pero el propiamente llamado jazz latino, o Latin Jazz, es la inclusión acentuada y constante de ritmos y otros elementos de Latinoamérica dentro del lenguaje del mainstream o del straight-ahead jazz. Mayormente son ritmos de Cuba y del Brasil, aunque con el tiempo se han ido mezclando elementos del tango, del flamenco y de la música de otras partes del Caribe, así como de Venezuela, México y el Perú. –
¿Es la improvisación en el jazz el equivalente a la libertad en la vida diaria?
-Yo diría que sí, pues viene ligada a una serie de reglas, normas y tradiciones que, de no seguirse, se tornan caóticas y amorfas, como en la vida social. El jazz es por naturaleza democrático, pues en la democracia política el partido de oposición le hace la vida imposible al presidente elegido, ya que los políticos generalmente no trabajan para que el país prospere, sino para que eso suceda solamente cuando su partido está en el poder. Por otro lado, en el jazz, mientras un músico usa su turno e improvisa al frente, los otros o se callan, o, por el bien común, le ayudan a que su solo quede lo mejor posible. Así debería ser en la política, ¿no crees? Desgraciadamente, el ego es siempre mayor que el deseo honesto de ayudar al bien común.
-Oí decir una vez que el saxofón es masculino y el clarinete femenino. ¿Es cierto?
-El saxofón es un instrumento más “razonable”. Lo abandonas unos días y cuando regresas no hay reproches. Seguirá sonando más o menos aceptablemente. En cambio, el clarinete es sensitivo y caprichoso, como una mujer. Imposible ignorarlo porque se pone histérico y hasta te empieza a gritar. Phil Woods me dijo una vez que “el clarinete chilla hasta en el estuche”. En fin, es un aparato más complicado. Es relativamente fácil hacerlo sonar horriblemente. Eso sí, cuando está de buenas es delicioso.
Cuba y la escritura.
-Tu relación con Cuba, tu país natal, está marcada por el gobierno que rige la isla. ¿Volverías mañana si se estableciera un régimen democrático?
-Lo más cruel de ese desgobierno de la familia Castro (por ahí andan ya los hijos y nietos calentando en el bullpen) es que ni siquiera permite reconstruir el destrozo (físico y mental) que ha causado. Al igual que muchísimos compatriotas, yo regresaría a participar de esa reconstrucción, siempre y cuando se prescinda completamente de esa familia y toda esa gente que los rodea y que han demostrado no tener ni la intención ni la capacidad de hacer algo beneficioso para el país. Si te hablara en términos jazzísticos, te diría que ya terminó su larga intervención. Le toca el turno a otros y ellos a callar.
-Publicaste hace años tu autobiografía y he leído algunos cuentos tuyos. ¿Qué diferencia hay entre tocar y escribir?
-Desde niño mi padre me mostró el mundo de la palabra escrita. Leía mucho y le escribía unas cartas bellísimas a sus amigos, a mí y a mi madre. Escribir, componer y tocar un instrumento son actividades que tienen similitudes y diferencias. Cuando más me divertí escribiendo fue con ¡Oh, La Habana!, cuyo título viene de una conga famosa y donde el 98% de los personajes son reales. Es la historia de la vida artística de aquella ciudad otrora bellísima. Los sucesos narrados fueron cuentos que escuché de los amigos de mi padre en aquel café habanero de la esquina de Neptuno y Consulado.
-¿Qué escribes ahora?
-Un libro en inglés, una especie de epistolario con un imaginario joven músico de jazz. Es una especie de libro de viajes, ya que desde chico tuve pasión por conocer el mundo. “Al principio uno estudia música para conseguir chicas y después para viajar… ¡y conocer más chicas!”, dice uno de mis personajes.
-¿Y qué consejos le darás a ese joven músico?
-Carmen McRae, cierta vez en Japón, me dijo que en la música -sobre todo en la música improvisada- importa más escuchar que tocar. Escuchar, rodearse de belleza. No hay que concentrarse en un solo tipo de música. Charlie Parker, por ejemplo, era fanático de Igor Stravinski. Dave Brubeck estudió composición con Darius Milhaud. Ron Carter tocó en la fila de contrabajos de la Brooklyn Philarmonic. Y el inmenso Chick Corea debe parte de sus composiciones originalísimas a su conocimiento de los Cuartetos de Béla Bartók.
-¿Cuáles son tus autores literarios predilectos?
-Uy, hay muchos: de Stefan Zweig a Carlos Fisas y de Emilio Salgari a Germán Castro Caicedo. La lista incluye a Nat Hentoff, a Carlos Alberto Montaner, a Enrique del Risco, a Mario Vargas Llosa, a Carlos Ruiz Zafón y a un mexicano de nombre arbóreo, catedrático de Amherst, fascinado con el espanglish, que escribe de los temas más locos y candentes que uno pueda imaginar.
-La amistad es uno de los grandes placeres de la vida, ¿no crees?
-Sí, amistad es una palabra mágica. Uno de mis grandes placeres, quizás heredados de mi madre seguramente, es llenar la casa de amigos de las más diversas ocupaciones y cocinar para ellos… Y no hay mayor placer que cuando traen a sus animalitos. Una vez Duke Ellington trajo un enorme loro azul y un monito de Madagascar que hizo desaparecer a Mimi, la gata, por tres días. La pobre no salía de debajo de la cama.
-Sé que es una pregunta juguetona pero, ¿cuál de todas las piezas musicales que compusiste sientes que exprese mejor tu carácter? –
Quizás el “Gran Danzón”, para flauta y orquesta sinfónica. Es mi obra más ambiciosa. Hace poco escribí una obra pequeña para cuarteto de clarinetes. Se llama “Un mambo de despedida para Willy”. Está dedicada a Guillermo Álvarez-Guedes, rey de los comediantes cubanos. Fue una pieza agridulce que escribí riendo mientras lloraba su muerte. A fin de cuentas, así es como vivimos los cubanos exiliados durante 54 años.