Por Luis Ernesto Gómez
El compositor es el encargado de sembrar la semilla sonora que germinará en los intérpretes y cuyos frutos serán apreciados por el público. La música es expresión trascendente de nuestra sonoridad humana. Prácticamente, nadie puede vivir sin música. El compositor de música culta o de arte es visto desde afuera como ese ser solitario, rodeado de misterio, y casi siempre alejado del público, pero que de alguna manera es reconocido después de mucho esfuerzo y tiempo, en su trayectoria; aún así después de un concierto pueden escucharse excelentes manifestaciones del público sobre lo escuchado según la conexión lograda con la obra musical – en el mejor de los casos.
Sin embargo, hay que tener presente una realidad insoslayable: el compositor en Venezuela es un oficio de pocos, que requiere de sumo convencimiento y audacia interna. Es una actividad, que más allá del aura romántica y esforzada del creador, está reconocido socialmente por escasos momentos y retribuido con escasos recursos. La conciencia del valor de este oficio y del papel del compositor y su necesidad para sociedad no es muy mediático –a la experiencia nos muestra que usualmente se reconoce a destiempo y a veces, con muchos años retraso-, y no a los niveles profundos que permitirían crear otras condiciones sociales de mayor estímulo al creador.
El compositor y su papel de liderazgo
Para ello, resulta circunstancial reconocer y valorar al compositor como iniciador del ciclo social de la música, donde luego intervienen los intérpretes, que a su vez llevan al público las nuevas propuestas sonoras. El compositor es un ser social, no es un ente aislado. A mi juicio, el creador musical debe ser un encendedor, un convencedor, un líder, un conquistador de voluntades, compartir la dialéctica del ser solitario y la sensibilidad ante lo que lo rodea. El compositor trabaja y se forma incansablemente en las artes sonoras para intentar alcanzar la propiedad shamánica de traducir metafóricamente la sociedad y reflejarla en los sonidos.
Sin ánimo de adentrarnos en los intríngulis del proceso creador, es hora de reconocer –y reconocerse en– el papel del compositor como líder en relación con su público. Cada vez que una orquesta, un grupo de cámara o un solista renombrado incluye una obra de un compositor vivo, además del valor artístico y técnico de la obra, hay detrás de él un oficio complementario que ha requerido un liderazgo, creación y promoción de esa obra para atraer y convencer al intérprete o institución musical.
Por ello, a la hora de potenciar el oficio del creador musical, considero pertinente indagar en formas de aplicar el pensamiento emprendedor – y por qué no, empresarial – a la composición y a actividades afines. El arte musical en su condición de arte no lo contradice. Soy de la idea que el oficio creador tiene acciones que implican gran intuición, olfato, sensibilidad, gusto, ingenio, creatividad, sensaciones, sentimientos, procesos a primera vista inasibles, aunque claramente incitables, los cuales son complementados con procesos talle fino y constante que se ubican en el plano racional Por ejemplo, la construcción de un enlazamiento armónico es algo parecido a un sudoku. Hay matemática por medio en la armonía de los sonidos. La edición de las particellas es uno de los trabajos más repetitivos y tediosos que existen. Sin las particellas, la obra sinfónica no se puede programar en concierto. La creación a mi juicio, requiere de la integración de ambos tipos de procesos, uno intuitivo (y a mi juicio, muy estimulante) y otro racional (algo más aburrido para mí). Estos dos procesos en la realidad se mezclan, se suceden y alternan, terminan activándose mayormente dependiendo de la actitud del individuo con la que se afronta.
Para el creador, la actitud hacia el logro resulta fundamental como forma que hacer contrapeso a carencias, pocos o muchos apoyos institucionales, en fin, para que los obstáculos del camino se vean pequeños. De esta forma, el creador puede voltear la moneda, darle el giro para crear nuevos espacios, ver posibilidades y oportunidades inéditas cuando corresponde al momento de su entorno.
La creación no es una actividad en extinción
Esta es una invitación a dejar de pensar que los creadores somos una actividad en extinción, porque es una actividad de vocación, necesitamos hacerla para respirar, para sentirnos bien, por salud mental, digámoslo así. Si no la hacemos nos sentimos insatisfechos. En realidad, veo como nuevas generaciones de compositores están surgiendo. Ejemplo de ello es la primera edición del Concurso de Composición Simón Bolívar orientado a jóvenes compositores, organizado por el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela en Junio de 2013, quien dio mostrar nuevos nombres que trajeron obras de una altísima calidad, no solo entre sus ganadores sino también entre las diez obras finalistas, las cuales fueron ensayadas y escuchadas por el público[1]. Así también es justo destacar el Concurso Nacional de Composición “Antonio Estévez” organizado por la Orquesta Sinfónica de Venezuela quien en sus dos ediciones -2010[2], 2012[3]-, el cual sin solicitar un perfil de jóvenes compositores, se han destacado importantes obras donde han surgido nuevos creadores. Creo que el oficio de la composición en Venezuela no está en extinción, sino al contrario, es una actividad que está en plena evidente y siempre nos asombra.
Ahora bien, los creadores musicales no estamos solos en la cadena que hace posible que la música se haga realidad sonora, y por ende, palpable a los oídos del público. Aunque los compositores llevemos a cuestas una imagen de seres individuales, casi anacoretas, la realidad es que tenemos que relacionarnos continuamente con intérpretes, directores, autoridades de las orquestas, grupos de cámara, otros compositores, maestros, así la música tiene un sentido, un ritmo hacia la acción. De la manera como se relacione el compositor con los demás músicos, dependerán en gran medida las posibilidades reales. Este es apenas unos de los campos del liderazgo.
El compositor debe reconocerse en el papel de liderazgo que tiene dentro del entramado que hace posible la música. No quedarnos esperando que la energía que nos impulse a crear venga de afuera, cuando en realidad debe surgir de adentro. El entusiasmo, la ganas de seguir adelante, deben provenir desde nuestra fuerza interna.
En este campo, hay otros ejemplos contundentes. El Festival latinoamericano de Música organizado con tanto autodisciplina y constancia por Alfredo Rugeles y Diana Arismendi, ampliamente apoyado por el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, va por su decimoséptima edición, por lo que ya se ha convertido en una tradición bianual para mostrar una ventana hacia la creación musical no sólo venezolana, sino continental. Su pertinencia se pierde vista a la hora de invitar a los músicos a conocer y estudiar un repertorio de difícil acceso, paradójicamente el de nuestro propio continente, y su justeza nos permite formarnos un oído atento al movimiento de nuestro tiempo y la geografía sonora latinoamericana.
El reciente Encuentro de Compositores Venezolanos organizado por la Sociedad Venezolana de Música Contemporánea con la colaboración del Centro Nacional de Música Vicente Emilio Sojo, a través de su empeño han logrado abrir esta nueva ventana que desde hace años resulta necesaria.
En el campo individual, aprovecho de destacar el entusiasmo que Adina Izarra despliega cuando expone sus obras electroacústicas, así como también esa misma energía que demuestra Juan Carlos Núñez en el campo de la integración de lo sinfónico con la literatura, la poesía y el teatro. Las puertas están allí para ser abiertas y de la actitud del individuo creador y su forma de relacionarse se desprenden grandes posibilidades.
Liderazgo individual para impulsar el talento
El compositor evidentemente debe tener talento para construir una sólida carrera, pero hay un liderazgo fuera de lo técnico –lo meramente musical–, que si se cultiva potencia al talento. Hay acciones relacionadas con un liderazgo en lo individual y otras relacionadas con un liderazgo en lo grupal. Sobre esta temática, John Maxwell es uno de los referentes fundamentales. En su libro “El talento nunca es suficiente” (1999), hace una indagación sobre una forma de ver el talento en perspectiva, y descubrir cuáles son los factores de cumplimiento de los objetivos propuestos, qué depende del talento y qué no depende de él. Suponiendo que todos somos talentosos –obviamente todas las personas somos talentosas en algo–, una vez reconocido ese talento, cuáles serían las decisiones para convertir la energía del talento en resultados palpables. De esta manera, el autor enumera trece decisiones claves para optimizar el talento específico: el creer lo eleva, la pasión lo estimula, la iniciativa lo activa, el enfoque lo dirige, la preparación lo posiciona, la práctica lo afina, la perseverancia lo sostiene, el valor lo prueba, la disposición de aprender lo amplía, las relaciones lo influyen, la responsabilidad lo fortalece y el trabajo en equipo lo multiplica.
Una persona de talento no siempre tiene estas capacidades desarrolladas o en su punto máximo. Muchas de estas decisiones pertenecen al orden actitudinal, que siendo cultivadas obviamente darán un mayor potencial para el logro, a esa energía apenas germinal que llamamos talento. Cada vez que finalizamos una obra musical, sea de la complejidad que fuere, obviamente hemos llegado a un resultado palpable producto del talento. Lo que a veces no parece tan obvio es que si el trabajo creador no hubiera sido acompañado por otras capacidades tales como la puntualidad, la perseverancia, el esfuerzo, la paciencia, incluso el aporte de otros especialistas (instrumentistas, directores, técnicos en computación, etc) la obra estuviera todavía en la mente y no escrita en el papel.
Maxwel menciona que existen numerosos ejemplos de personas, cuyo “talento les permite sobresalir, pero sus malas decisiones les hacen descender… Su talento les da la oportunidad, pero sus malas decisiones les cierran las puertas… La vida es un asunto de decisiones y cada decisión que hace, te hace… La vida no es sólo tener un mano en un juego de naipes… la vida es saber jugar bien esa mano y eso se determina a través de las decisiones”.
La pasión del artista
Tomemos sólo dos ejemplos de estas características que no requieren talento, pero sumadas a él, amplían la posibilidad del logro. La pasión es unas de esos elementos que sumados al talento tienen potencial explosivo hacia el logro. Un compositor apasionado siempre se encontrará escribiendo obras, convenciendo a las instituciones, adquiriendo un nuevo programa de computación, indagando nuevas posibilidades. Más allá de las etiquetas románticas, la pasión en un creador le abrirá muchas puertas, le brindará energía constantemente donde otros no la tendrán, y por ende, aumentará progresivamente su fuerza de voluntad. Maxwell recomienda darle prioridad a las acciones de acuerdo a la pasión (alineación prioridad-pasión), aunque involucre riesgos. Adicionalmente a esto, también recomienda proteger la pasión. “Si quieres que un fuego se mantenga caliente, necesitas alimentarlo y necesitas protegerlo. No todas las personas en tu vida te ayudarán en lo que respecta a tu pasión. Hay dos clases de personas: los que encienden tus fuegos… y los bomberos que tratarán de echar agua en tu fuego de la pasión para que se apague”. Será conveniente mantener a distancia de los que se enfocan en lo que está mal, en lugar de lo que está bien y recomienda dedicar tiempo a las personas que “estimulan tus sueños y encienden tu pasión”.
La valentía del creador
Veamos otra característica fundamental: el valor. Al respecto, el autor explica que “nuestra situación no nos hace; nosotros hacemos nuestra situación. Nuestras circunstancias no tienen que definirnos; nosotros podemos volver a definir nuestras circunstancias por medio de nuestras acciones… si estamos dispuestos a dejar nuestra zona de comodidad y seguimos luchando, podremos llegar a alturas que pensamos que estaban lejos de nosotros… Lo opuesto al valor no es la cobardía, es la conformidad”.
El compositor debe cultivar la capacidad de sobrepasar obstáculos, quien son evidentemente oportunidades para probar el valor. Menciona que el novelista H.G.Wells preguntó: “¿Qué haría uno si no tuviera algo en medio del camino?”. La adversidad es una forma de probar el valor, tomar la valentía suficiente para asumir cambios necesarios en el entorno. Para ser creador musical hay que tener bien dispuesto el sentido de probar el valor. Cada obra que se crea, requiere en cada paso valor. Recuerdo a Federico Ruiz, quien en su clase de composición me decía, hay que tener valor para pensar que habiendo tanta música buena, de Mozart, Beethoven, Sibelius, Estévez, aún así hay algo muy dentro que nos anima a lanzarnos al camino creador. A esto le sumo que hay que tener a valor para escribir obras que tengan al menos una calidad como la de los grandes compositores, que aún así hagamos acopio de valentía para expresar lo que nos toca decir a través de la música. Hay que tener valor para escribir obras musicales cuya calidad destaque tanto como la probada calidad y entrega de los músicos y directores del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, con la excelencia de los músicos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela y la disposición de los músicos de la Compañía Nacional de Música, valor para componer de forma equiparable al alto nivel interpretativo que existe en Venezuela.
Maxwell nos recuerda que “cada obstáculo que vencemos nos enseña sobre nosotros mismos, sobre nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Cada obstáculo nos moldea. Cuando tenemos éxito en medio de la dificultad, nos volvemos más fuertes y confiamos más en nosotros mismos”. Recomienda buscar el valor dentro del individuo y no fuera, así como también desarrollarlo haciendo lo correcto en vez de lo urgente. Hay que tener valor para llevar a cabo lo correcto cuando no coincide con lo urgente, valor para planificar en medio de los obstáculos.
El valor puede ser probado de a poco, en pequeños pasos para luego prepararse hacia emprendimientos más grandes, a la manera de un deportista que primero correo 3 Kms, luego 5 y mucho después hace el maratón de 42 Kms. El creador puede primero probarse escribiendo una obra para piano, otra para clarinete solo, luego un cuarteto de cuerdas, después de una obra breve para orquesta, y después de haber logrado una madurez obtener valor para las grandes empresas: una obra sinfónica larga, una obra sinfónico-coral, una ópera. El valor es un componente esencial durante el transcurso de la vida de un compositor.
Las relaciones y el trabajo en equipo fortalecen la creación
Hablemos ahora de las capacidades que implican la interacción. Las relaciones influyen en el talento para bien o para mal. Explica Maxwell que “nada influirá tanto en tu talento que las relaciones importantes de tu vida. Rodéate con personas que te den valor y te animen y tu talento irá en dirección positiva”. Theodore Roosevelt menciona que “el ingrediente más importante del éxito es saber cómo llevarse bien las personas”.
Al respecto, Maxwell recomienda: “subimos a un nivel más alto cuando tratamos a los demás mejor de lo que ellos nos tratan”. Esto es sin duda, difícil, poco natural porque nadie nos ha enseñado a practicar esta forma de relacionarse. El autor remata diciendo que “cuando decides ir por el camino alto con las demás personas [tratándolas mejor de lo que nos tratan], te hace la clase de persona con la que otros quieren trabajar y te coloca en la mejor posición para ayudar a otros al mismo tiempo”. La forma de relacionarte te define. El compositor podría quitarse esa imagen romántica de la persona difícil, intolerante, conflictiva, dictatorial, que a su vez, le cuesta hacer equipo, y que de alguna manera parece pasearse en el imaginario del músico y del público, a la sazón de Beethoven iracundo, genialmente intratables. Como si ser iracundo fuera sinónimo para hacer una obra genial y como si ser genial también fuera tener mal genio. No todos los compositores son así, creo que el compositor actual podría en su ejercicio de relacionarse ir cambiando esa imagen heredada.
Ahora pasemos a otro punto fundamental muy relacionado con lo anterior: el trabajo en equipo. Un equipo fluido divide el esfuerzo y multiplica el efecto. En el campo de los deportes, Maxwell nos dice que “los talentos individuales son fundamentales para ganar juegos, pero los equipos son los que ganan los campeonatos… Generalmente, los equipos que ganan campeonatos son modelos del trabajo en equipo”. Traigo a colación esta afirmación porque estamos muy acostumbrados a ver el trabajo creador como algo meramente individual, que si bien en parte es así, existe otro campo que funciona en paralelo, el cual requiere de trabajo en equipo. Una vez finalizamos la obra, el hecho de promocionarla para que sea programada en conciertos o en otro caso, organizar una actividad pública de interpretación musical y llevarla a cabo exitosamente, requiere de acciones que son parte del trabajo de un equipo, donde usualmente colaboran una o varias instituciones culturales. Hay una parte fundamental de la cadena que hace posible la música que requiere cultivar las relaciones y el trabajo en equipo. Los compositores debemos superar la imagen meramente individual, mi propuesta es que hagamos lo propio para que seamos considerados como personas con las que de gusto trabajar con nosotros.
Casi todas las acciones de la música culta son productos de un trabajo en equipo. Hacer un festival de música contemporánea es un producto del trabajo en equipo. Y si fue llevado a cabo exitosamente, es como hubiéramos ganado un campeonato, un modelo de trabajo grupal donde al ganar el equipo todos ganamos. Esto no quiere decir que no haya desacuerdos, divergencias, pero aun así debemos buscar formas de solventar los desacuerdos y tratarlos de buena forma.
Hábitos complementarios
Otro autor insoslayable en el campo del liderazgo es Steven Covey. En su libro, ya un clásico de esta temática, “7 hábitos de la gente altamente efectiva” (1989), menciona que existen actitudes que conducen a acciones, primero hacia el logro interno, la victoria privada – los logros que nos satisfacen pero que casi nadie percibe –, los cuales al sumarse apoyan luego a los triunfos públicos – los logros notorios. Ahora, resulta fundamental consolidar hábitos los cuales requieren para su conformación claridad alineada de un súmmum de conocimiento (qué, por qué), despliegue de capacidades desarrolladas (cómo) y la conducción de la aspiración específica (saber lo que se quiere).
En el ámbito privado, los hábitos orientados a la efectividad involucran, el cultivo de la proactividad, la definición de fines claros, establecimiento de prioridades, y en el plano público, capacidad de convertir los problemas en oportunidades o dicho de otra forma, de transformar las crisis en situaciones que son de provecho para crecer. La incitación a la comprensión, el saber escuchar, así como el cultivo de la sinergia son hábitos fundamentales para la efectividad. Es decir, acercarse a este campo de aprendizaje resulta todo un mundo de preparación para la integridad del individuo y su capacidad de relación con los demás que todo creador musical, a mi juicio, debe estar enterado y practicar continuamente.
Pensamiento sinérgico
Destaquemos de todas estas prácticas, el pensamiento sinérgico – también llamado ganar-ganar. La sinergia es la energía que permite que el todo sea más que la suma de las partes. La sinergia hace que el trabajo de un equipo sea tan destacable que el logro del mismo resulte mucho mayor y a menor esfuerzo que los mismos individuos trabajando separadamente. Obviamente es un entorno donde se valora las diferencias entre los individuos, se intenta comprender los diferentes puntos de vista, con humildad y respeto, se incita una capacidad de escuchar y disposición a aprender del otro que abre la posibilidad de reconocer las fortalezas y limitaciones de cada uno. Esto permite apreciar los ricos recursos que pone a disposición la interacción de intuiciones y raciocinio de seres humanos.
La misma naturaleza es sinérgica. Menciona Covey, “si plantamos juntos dos vegetales, las raíces se entremezclan y mejoran la calidad del suelo, de modo que dos plantas crecen mejor que si estuvieran separadas”. Los compositores en conjunto estamos abonando la tierra de nuestra época que nos toca vivir. Soy de los que opina que cada vez que una orquesta programa un compositor venezolano y el concierto finaliza de forma exitosa, eso repercute coyunturalmente en el compositor individual presentado en el evento, pero a la vez eleva la comunidad de compositores venezolanos, deja en alto la imagen del compositor nacional. Hoy será por él, pero eleva la probabilidad de que sea por mí o por otro en un futuro cada vez más cercano. Si la imagen del compositor venezolano está fortalecida muchas puertas se seguirán abriendo, de alguna manera todos ganamos.
Ahora, el compositor vivo o activo se encuentra en continuo cruce con la obra de compositores de otras tierras cargados de mucha historia, mucha tradición, muchos oídos esperando escucharlos e incluidos en la educación musical. Por ello, para el compositor emergente resulta un desafío posicionar su obra respecto a aquellos que ya la tienen posicionada por siglos. Por ello, cada vez que sea programado un compositor venezolano vivo en vez de otro compositor lleno de historia se está brindando al público una oportunidad de tener la experiencia hacia el asombro de lo reciente y lo propio, un nuevo pan recién sacado del horno.
Por una organización de promoción a los compositores venezolanos
Ahora si detrás de ello hay una organización nacional de los mismos compositores organizados, que incitan, enamoran a las instituciones a difundir y promover de todas las maneras al compositor venezolano, sería un sueño hecho en realidad en Venezuela. Que esto ocurra sería una prueba contundente del trabajo en equipo y aplicación de la sinergia desde el gremio de compositores.
En entrevista con el maestro Alfredo Rugeles expresó una anécdota interesante de unos de sus viajes a México: “En la programación de los conciertos sinfónicos, siempre se incluye una obra de compositor mexicano. El público se acostumbra a que siempre sea así. Es casi una “ley” en México que en cada concierto se interprete una obra de compositor mexicano. ¿Por qué no imitar ese buen ejemplo? Colocar una obra de compositor venezolano en cada concierto, de lo que sea, de cámara, solista, coro, orquesta. Eso no es tan difícil de hacer”. Gran iniciativa de México de estimular en el campo sinfónico la creación propia, que un director invitado de tierras extranjeras deba para incluir en su invitación, una obra de un compositor mexicano. México siempre se ha destacado por la fuerza de su identidad.
En otra entrevista, ésta vez realizada al maestro José Antonio Abreu, aún permanece fresco en mi memoria su recomendación de que el gremio de compositores debe activarse para lograr las iniciativas que atañen a la creación musical. Mi interpretación es que el compositor asuma su propio liderazgo, tanto individual como colectivo, para ir entrando en los espacios de la cotidianidad cultural con calidad de su obra y con la imagen de una persona que sabe trabajar en equipo y que está consciente de su papel en el mismo.
Desde los últimos años, en Venezuela se está programando con mayor impulso las obras de compositores venezolanos, existe una apertura creciente. La ecuación que propondríamos sería para un futuro cercano es, que a la vez, de apreciar el repertorio universal de la música del mundo -de la música de la gran tradición-, sigamos valorando también el repertorio de los compositores venezolanos a la hora de programar los conciertos.
Este es apenas uno de los ejemplos que podrían hacerse efectivos al apoyar acciones orientadas a la creación del gremio nacional de compositores como representación ante las instituciones musicales y culturales. Que con el respeto y la contundencia de los argumentos desplegados en acciones e iniciativas, presentadas en proyectos bien sustentados, puedan mantenerse abiertas las puertas institucionales y abrirse, a la vez, otras que nos permitan brindarle al compositor tanto al novel como al profesional, posibilidades de comisiones, difusión en ediciones de sus partituras, libros críticos y biográficos, programación de sus obras en conciertos y eventos públicos. Los compositores debemos proponer a las instituciones venezolanas formas de sostenibilidad al arte musical culto creado en su propia tierra, así como también formas de fusión entre lo culto y lo popular –a estas alturas las etiquetas ya no nos abarcan-, que no quedemos soslayados por la cascada de la industria de la música comercial y a la reducción auditiva del público hacia las sonoridades de fácil comprensión.
Institucionalmente hablando, somos el eslabón menos fortalecido de la cadena musical, pero también el terreno está dispuesto para la acción. No estamos en extinción, estamos en permanente creación. Tenemos muchos retos por delante, los cuales requerirán liderazgo de cada uno de nosotros, tanto en el plano particular como grupal. Para ello, sería relevante abrir toda una línea de investigación y aplicación para la creación musical de temáticas orientadas a enfoques que involucran visiones de cómo las empresas logran sus objetivos en el nivel estratégico y operacional, familiarizarnos con herramientas como los esquemas FODA (Fortalezas, Debilidades, Amenazas, Oportunidades), formas de realización de procesos de Gestión del Cambio, acciones que involucran crecer gracias a resultados, inversión en relaciones humanas e institucionales, emprendimiento de acciones orientadas al ganar-ganar para todos los actores que hacemos posible la música y hacia el público a quien nos debemos •
Luis Ernesto Gómez es compositor musical y escritor. Magister en Música de la Universidad Simón Bolívar (2011). Su obra “Concierto para Orquesta” de 42 minutos de duración obtuvo el 1er Lugar – Premio “Antonio Estévez” en el I Concurso Nacional de Composición Musical 2010 de la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Formado como compositor por los maestros Federico Ruiz y Diana Arismendi, así como también en la Cátedra Latinoamericana de Composición organizada por el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela
[1] Prensa Fundación Musical Simón Bolívar. Luis Fernando Laya gana Concurso de Composición Simón Bolívar. http://www.fundamusical.org.ve/es/conciertos/1784-luis-fernando-laya-gana-primer-concurso-nacional-de-composicion-simon-bolivar.html
[2] Correo del Orinoco (2010). Orquesta Sinfónica de Venezuela premio obras de largo aliento. http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/concurso-osv-premio-obras-sinfonicas-largo-aliento/
[3] Noticias24 (2012). La Orquesta Sinfónica de Venezuela entregó Premios del II Concurso de Composición Antonio Estévez. http://www.noticias24.com/gente/noticia/92652/orquesta-sinfonica-de-venezuela-entrego-premios-del-ii-concurso-de-composicion-musical-antonio-estevez/
[4] Gómez, Luis Ernesto (2011). Entrevista al maestro Alfredo Rugeles. En: Estudio de las formas de apoyo institucional al compositor en Venezuela. Trabajo de Investigación de Postgrado. Maestría en Música. Universidad Simón Bolívar. Trabajo inédito.
[5] Gómez, Luis Ernesto (2011). Entrevista al maestro José Antonio Abreu. En: Estudio de las formas de apoyo institucional al compositor en Venezuela. Trabajo de Investigación de Postgrado. Maestría en Música. Universidad Simón Bolívar. Trabajo inédito.
[6] Destacamos el Concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela en merecido homenaje a los 30 años de carrera artística de Alfredo Rugeles, realizado a la sazón de octubre de 2012, cuyo repertorio fue seleccionado enteramente de compositores venezolanos. Allí la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar bajo la batuta del maestro Rugeles interpretó mi obra sinfónica El Terremoto del Jueves Santo, poema sinfónico, la Sinfonía Amazónica de José Agustín Sánchez, Tanguitis de Alfredo Rugeles y el Convidado del Niño Jesús de Inocente Carreño. Podrían citarse muchos ejemplos más de apertura.
http://www.fesnojiv.gob.ve/es/galerias-/1456–30-anos-de-carrera-artistica-de-alfredo-rugeles.html
Video: http://www.youtube.com/watch?v=l-Pp4PdiFhE&feature=youtu.be