Más de un siglo de música a lo largo del cual la formación fundada en el año 1891 por Lluís Millet ha vivido grandes momentos de gloria y también, para qué negarlo, de penumbra. Ésta es su historia.
Vía: http://www.elmundo.es | ANA MARÍA DÁVILA | Barcelona
Desde hace poco más de un siglo, el Palau de la Música Catalana se yergue, elegante y armonioso, como uno de los grandes referentes de la cultura catalana. Su existencia, sin embargo, no habría sido posible sin la formación musical para la cual fue diseñado y construido: el Orfeó Català, la pionera sociedad coral que dos jóvenes y visionarios músicos, Lluís Millet (1867-1941) y Amadeu Vives (1871-1932) fundaron el 6 de septiembre de 1891. De eso hace ahora 125 años.
Fue en aquella Barcelona de la Reinaxença, una ciudad que apenas alcanzaba el medio millón de habitantes, donde Millet y Vives concibieron la idea de crear una formación que renovara el desgastado movimiento coral que Anselm Clavé había fundado medio siglo atrás, dotando a la capital catalana de un instrumento «grande, admirado y querido por todos», que nada tuviera que envidiar a aquellos grupos vocales extranjeros que les habían deslumbrado en la Exposición Universal de 1888.
Así, con sólo 28 cantaires masculinos, 37 socios y un director de apenas 24 años, echó a andar el Orfeó Català. Desde un principio, la nueva entidad musical puso de manifiesto su ambicioso afán de renovación. Una voluntad expresada ya en su propio nombre, para el cual Millet y Vives desecharon el de sociedad coral en beneficio del concepto orphéon, surgido en 1836 en Francia, país de pujante actividad coral como Alemania e Inglaterra.
Tras meses de rigurosa preparación, el 5 de abril de 1892 el Orfeó Català ofreció su primera actuación en público: interpretaron el Ave Verum, de Mozart, en la sala Estela de Barcelona. Y casi cuatro meses después llegó el primer concierto, celebrado -con gran éxito- el 31 de julio en el Salón de Congresos del Palacio de las Ciencias de Barcelona. A partir de entonces se inicia una época de pujante crecimiento artístico. En 1895 se incorporan las voces infantiles y más tarde, las femeninas. En noviembre de 1897 realizan su primera salida al extranjero para participar en una competición coral en Niza, de la cual regresan cargados de premios a una ciudad que les recibe con honores de héroes.
Desde un principio también, la ampliación del repertorio se convirtió en una de las prioridades para Lluís Millet, que a partir de 1900 lidera la formación en solitario tras la marcha de Amadeo Vives a Madrid. Ese mismo año participan en la primera audición en Barcelona de la Novena Sinfonía de Beethoven y en 1901, en la delRéquiem, de Berlioz, y cantan, bajo la batuta del propio autor, Al atardecer, deRichard Strauss. En 1911 estrenan, en España, la Misa en si menor, de Bach -acontecimiento inmortalizado en una placa situada en una de las escalinatas de acceso a la sala- y en 1914 emprenden una ambiciosa gira a París y Londres. Al año siguiente realizan sus primeras grabaciones discográficas.
En paralelo a sus triunfos artísticos, el Orfeó se afianza también como un referente y un dinamizador de la música catalana, a través de diversas iniciativas como la creación de la Festa de la Música Catalana y de la Revista Musical Catalana (1904) o la construcción de su propio auditorio, el Palau de la Música Catalana (1908).
Aquel fértil período, sin embargo, se vería drásticamente segado con el estallido de la Guerra Civil. La muerte de Lluís Millet, en 1941, y el veto que prohibió actuar en público al Orfeó durante largos años, marcaron el fin de una etapa. El 18 de mayo de 1946, el Orfeó Català volvería a la actividad pública bajo la batuta del hijo de su fundador, Lluís Maria Millet i Millet (1906-1990), quien permaneció en el podio hasta 1977.
A lo largo de esos años, el Orfeó volvería a ocupar un lugar destacado en la vida musical de la ciudad. En 1958 ofrecieron el estreno, para España, del Stabat Materde Poulenc que, sentado en la platea del Palau, opinó que la versión de los cantaires catalanes aunaba «perfección y sentimiento». Hitos de los años siguientes serían el estreno del Canto Espiritual, de Montsalvatge; la interpretación de El pesebre, de Pau Casals o la Sinfonía de los Salmos, de Stravinski. En 1992 el Orfeó participa en los actos de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona y en 1993 actuó junto a la Filarmónica de Israel, bajo la batuta de Zubin Mehta.
Sin embargo, en el período del cambio de siglo, su actividad y proyección artística se vería seriamente lastrada por la gestión fraudulenta que de la institución llevó a cabo su presidente, Fèlix Millet i Tusell, sobrino nieto de Lluís Millet. Una etapa en blanco y negro en la que si bien el Palau de la Música Catalana fue objeto de dos ambiciosas remodelaciones, el Orfeó no siempre dispuso de los medios necesarios para continuar su crecimiento artístico.
Ahora, recuperada su posición neurálgica como eje de la institución, el Orfeó Català vive un momento de gran proyección, expresado en sus recientes y fructíferas colaboraciones con figuras como Kent Nagano, Simon Rattle, Charles Dutoit o Daniel Barenboim. Por lo mismo, este 125 aniversario será celebrado por todo lo alto con una serie de conciertos, el primero de los cuales tuvo lugar el pasado mes de mayo y que constituyó la despedida del que fue su director en los últimos 18 años, Josep Vila. Por delante quedan otras destacadas citas como laMisa de Réquiem, de Verdi, junto a la London Symphony; el Réquiem de Fauré, dirigidos por su nuevo titular, Simon Hasley; o en marzo de 2017, la Novena sinfonía de Beethoven, dirigidos por Gustavo Dudamel. Todo un símbolo del momento del brillante momento que vive hoy la institución.