El País.com.uy | Escrito: José Luis Huertas
Con motivo de los 25 años de su creación, la Orquesta Filarmónica Nacional de Venezuela inició su primera gira internacional visitando Uruguay. El programa presentado fue exclusivamente dedicado a los compositores venezolanos. El director Felipe Izcaray no sólo tuvo la brillante conducción de la orquesta sino que además cumplió el rol de presentador de las piezas ya que para el público se trataba de obras en primera audición.
Inició el concierto con la bellísima Mediodía en el llano de Antonio Estévez. Esta obra fue escrita en 1942 a instancias de su maestro, el compositor Vicente Emilio Sojo, como prueba del sexto año de composición e integraba una suite compuesta por tres partes: Amanecer, Mediodía y Atardecer en el llano. Fue estrenada en 1943 con la Orquesta Sinfónica de Venezuela bajo la dirección de su autor. Estévez consideró que sólo la segunda poseía una calidad superior, eliminando a las otras dos. Mediodía en el llano es un poema sinfónico de corte impresionista con leves acentos nacionalistas. La obra recuerda a Campo de Eduardo Fabini por la manera sutil con que el autor incorpora lo nativo dentro de una forma musical esencialmente europea.
Fue un privilegio contar como solista en el Concierto para piano y orquesta, de Evencio Castellanos, a nuestra compatriota la eximia pianista Alba Acone que desde 1988 es la pianista oficial de la orquesta. En el primer movimiento “Moderato” se encuentran sonoridades y giros melódicos que evocan el lenguaje del arpa popular venezolana. En el “Andante” el piano imita el rasgueo de las guitarras recordando las serenatas típicas de finales del siglo XIX y principios del XX. Finaliza con un “Allegro” que incluye temas tradicionales navideños venezolanos. La pieza fue compuesta en 1944 y el día de su estreno el compositor actuó como solista con la Orquesta Sinfónica de Venezuela dirigida por su hermano Gonzalo. Se trata de una obra romántica donde se percibe en algunos pasajes la influencia de Rachmaninoff. Alba hizo gala de su brillante técnica, su pulsación segura y su excelente dominio del pedal sin descuidar en ningún momento la expresividad a través de una emoción depurada y sincera.
Luego del intervalo se interpretó el Tríptico Caribeño de Luis Ochoa, formado por tres dípticos. Si en la primera parte Izcaray mostró una Venezuela que miraba hacia Europa, en la segunda ve a su país por dentro, con un nacionalismo vibrante que se hizo presente en su conducción de la orquesta y que rápidamente conquistó al público. Como bises dejó un magnífico arreglo de Pedro M. González de La cumparsita y una muestra de la música popular a través de dos cantores acompañados por arpa, maracas, contrabajo y un cuatro que hicieron delirar al público. Sobresalió Leonard Jacome, virtuoso del arpa criolla con impresionante técnica.