La gira del pianista cubano por Colombia comienza hoy en Bogotá. En el recorrido lo acompaña su agrupación, The Afro-Cuban Messengers.
Desde que el director de la orquesta de Machito, el cubano Mario Bauzá, empezó a asimilar en 1940 las contribuciones de Chano Pozo y Dizzy Gillespie en las big band neoyorquinas, agregándoles el “tumbao” y las percusiones latinas para conformar el fenómeno musical conocido como latin jazz, éste ha seguido su proceso evolutivo con grandes exponentes, pero ninguno tan original en el tratamiento de la orquesta moderna como el genial Chucho Valdés.
En efecto, Dionisio Jesús Valdés Rodríguez (Quivicán, Cuba, 9 de octubre de 1941) sigue en su búsqueda a los 75 años, fusionando músicas como el tango, el danzón, el blues o elementos árabes, indígenas y flamencos, como en su más reciente trabajo Border-Free (Sin fronteras), que presentará hoy en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá, con su agrupación The Afro-Cuban Messengers, y en ciudades como Barranquilla y Medellín.
Pero ¿de dónde proviene tanto virtuosismo? Indudablemente de su genio musical, aunado con un constante trabajo cuyos logros se explican por su amplia trayectoria. Así, desde que se iniciara con su padre, Bebo Valdés, renovador del género conocido como mambo, recibiría un inmenso legado de música clásica y popular cubana, al amparo y bajo el influjo de grandes compositores e intérpretes como Leo Brouwer, Ernesto Lecuona, Dave Brubec, Bill Evans, Mario Romeu Peruchín, Pedro Jústiz, Lilí Martínez y Jesús López, uno de los mejores soneros de Cuba de todos los tiempos.
Así, en 1967 ya se encontraba integrando la Orquesta Cubana de Música Moderna, con los más destacados músicos de entonces. Pero a partir de los 70 empezaría con su quinteto una era de experimentación que no ha parado hasta hoy. Al presentarse en el renombrado festival de jazz de Jamboree, Polonia, incluía en escena los tambores batá y los cantos dialectales yoruba con toques rituales (como en su Misa Negra), abriendo un nuevo camino para el desarrollo de la música cubana y su fusión con el jazz.
De ahí nacería su agrupación insigne: Irakere, con la que continuó de manera determinante la fusión de nuevos ritmos y la interrelación de lo clásico, el impresionismo, el jazz y el rock, entre otros. Junto al fraseo jazzístico de los instrumentos de viento y los tumbaos de piano, podía sonar una guitarra eléctrica procesada (como en el tema Bacalao con pan), cuya fórmula de orquestación y, en especial, en el tratamiento de los metales, marcaría a muchas bandas cubanas que aparecieron posteriormente.
Pero no contento con los grandes éxitos cosechados por la banda, seguiría su camino al lanzarse en solitario en un histórico concierto en La Habana (1978) con temas propios junto a versiones de obras de compositores como Villa-Lobos y Joaquín Rodrigo, apartándose una vez más de los lugares comunes del género.
Como testimonio nos dejó su álbum Canciones inéditas, que recibiera en el año 2002 el Premio Grammy Latino (ha ganado ocho en total y múltiples reconocimientos) y en el que interpreta temas de Lecuona, Chopin, Debussy y Ravel, con el virtuosismo propio de un Rajmáninov, similar en su expresión romántica y esa forma sobrehumana de interpretar el piano.
A partir de allí no ha parado. Así sea solo, en dúo o con su actual agrupación, Chucho Valdés nos sorprenderá en su concierto, por su inmensa capacidad creativa con nuevos elementos armónicos, melódicos y rítmicos que han quedado plasmados en obras como Mambo influenciado y Claudia, pasando por Juana 1600, el danzón 100 años, el Adaggio de Mozart, Las margaritas, Tierra en trance, Shaka Zulú, Stella, Pete and Ronie, La explosión, Mr. Blue (versión de Duke Ellington), o en sus más recientes trabajos o temas inéditos que tendremos la oportunidad de escuchar. Ya que con él, este género continúa su evolución con el sello inconfundible de los genios, siendo un verdadero fenómeno musical.