Un total de 90 compositores invitados, nacionales e internacionales, participaron en la edición 2016 que, durante los meses de mayo y octubre, los reunió en distintos espacios del Centro Nacional de Acción Social por la Música (La Sede).
María Teresa Canelones / Prensa FundaMusical Bolívar
Una vez más, los asistentes pudieron apreciar la riqueza sonora que caracteriza la escritura musical contemporánea
La XIX edición del Festival Latinoamericano de Música reunió a 90 compositores de Venezuela y de Latinoamérica, durante las actividades realizadas en mayo y octubre de 2016. Una vez más, los asistentes tuvieron la oportunidad de encontrarse, mezclarse, reconocerse y celebrar la música contemporánea. El evento conectó al público con los creadores y mostró la riqueza cultural de la experimentación sonora en la actualidad.
Estas fueron parte de las conclusiones ofrecidas por Alfredo Rugeles, director artístico del Festival Latinoamericano de Música, quien desde 1990 lleva la batuta de este encuentro bianual, junto con la compositora Diana Arismendi, directora ejecutiva del evento. Para Rugeles, uno de los propósitos de la muestra “es que nuestra música se difunda, se haga cotidiana y que no sea una cosa apartada y única”.
Recordó que las tres primeras ediciones de este Festival se llevaron a cabo en Venezuela durante los años 1954, 1957 y 1966, cuando logró consolidarse como un espacio para el intercambio de ideas, conocimientos, y búsquedas estéticas entre los compositores latinoamericanos. Destacó la presencia, entre los invitados de esta edición de 2016, del costarricense Eddie Mora, del boliviano Gastón Arce, del puertorriqueño Carlos Vásquez y del cubano Orlando García; así como de Germán Cáceres de El Salvador, Federico Tarazona del Perú, Jorge Sad Levi de Argentina, Rodrigo Sigal de México y Dawin Aquino de República Dominicana.
Este encuentro también contó con la participación de jóvenes compositores, menores de 30 años, y hubo estrenos mundiales de piezas con diversas expresiones musicales académicas, interpretadas en cuatro conciertos sinfónicos, tres conciertos de música de cámara y un recital. En esta oportunidad, estuvieron acompañados por la Orquesta Sinfónica Francisco de Miranda y la Sinfónica Simón Bolívar, bajo la dirección de Alfredo Rugeles y César Iván Lara.
Rugeles destacó que esta edición de 2016, que se celebró en distintos espacios del Centro Nacional de Acción Social por La Música (La Sede), también fue una oportunidad para rendir homenaje a dos grandes figuras de la música latinoamericana: el venezolano Antonio Estévez y el argentino Alberto Ginastera, dado que este es el año en el que se conmemoran los 100 años del nacimiento de ambos compositores. Igualmente, el concierto inaugural tuvo un sello particular, pues se interpretó la Obertura sinfónica N° 2, para recordar al maestro Inocente Carreño, recientemente fallecido.
Clases magistrales, talleres de composición, charlas y conferencias dirigidas a jóvenes estudiantes y al público interesado, fueron parte de las actividades organizadas por el festival y en las que participaron los maestros invitados. En esta ocasión, los compositores Germán Cáceres de El Salvador, el argentino Jorge Sad y la venezolana Adina Izarra, compartieron sus conocimientos y experiencia con los jóvenes músicos. El director artístico del festival enfatizó la trascendencia histórica, social y cultural de esta actividad, “que ya es una referencia de carácter mundial”.
-¿Es posible hacer una distinción entre el mensaje de las 40 obras venezolanas y latinoamericanas interpretadas en esta oportunidad?
-Este repertorio expresó la riqueza de las obras musicales compuestas en Venezuela y Latinoamérica. Tratamos de dar cabida a la mayor cantidad de compositores, sin distingo de razas, estéticas, ni de movimientos musicales porque no hay una tendencia específica. Además, comunicó la diversidad musical existente, una especie de postmodernismo y multiestilo en las composiciones, que fue bien acogida por el público.
-¿Además de sumarse a la conmemoración del centenario del nacimiento de Antonio Estévez y Alberto Ginastera, hubo otros aportes sobre sus obras?
-Ambos maestros fueron pilares de la música latinoamericana y fundamentales en la creación de esta iniciativa que arrancó en 1954. La Cantata criolla, de Estévez, –pionero en la composición en Venezuela- se estrenó en este festival, así como la Pampeana N° 2 para orquesta, de Ginastera. Es importante recordar que otro de los fundadores fue el compositor venezolano Inocente Carreño, quien también estrenó, en la primera edición, su Glosa sinfónica margariteña.
-¿Cuáles han sido los aportes y descubrimientos de los músicos venezolanos a este festival y, en general, a la creación musical latinoamericana?
-Estas nuevas creaciones nos permiten descubrir a jóvenes talentos que ayudan al desarrollo de la composición en general. La idea es que nuestra música no sólo sea interpretada en este espacio, sino que se haga permanentemente. De igual forma, mi intención con el ensamble de música contemporánea es consolidar una programación regular y que se ejecuten piezas de compositores vivos como un hecho natural y no aislado. Esta experiencia ha sido enriquecedora porque es un festival que no se hace en otra parte de Latinoamérica.
-¿Además de alentar sus experimentaciones, hay otro mensaje para las nuevas generaciones de compositores?
-Que tienen que seguir escribiendo y componiendo. El oficio se logra haciendo. Hay que escribir, seguir intentando y tener presente que no todas las obras son maestras.
La voz de unos invitados
Federico Tarazona, compositor de música contemporánea del Perú: “Participé con dos obras del género electroacústico, específicamente una pieza para saxofón tenor inspirada en ritmos tradicionales del Perú, conocidos como música guanca. En esta obra, el saxofón es un nexo tímbrico concebido bajo una concesión estética propia y de elementos académicos de la música contemporánea. La otra composición fue sobre la cultura pre inca más antigua del Perú, llamada chavín, que expresa de manera subjetiva los efectos acústicos que se producen en el interior del actual complejo arqueológico, que lleva el nombre de esta civilización”.
Germán Cáceres, director de la Orquesta Sinfónica de El Salvador: “Una de las obras que traje fue Octostylus para piano solo, la cual se estrenó justamente en esta XIX edición del Festival Latinoamericano de Música. Cuando escribí esta pieza, hace diez años, pensada en un edificio de ocho columnas de la antigua Grecia, la hice para celebrar el octogésimo cumpleaños del compositor cubano Aurelio de la Vega. En esta obra destacan los distintos registros del piano y demanda cierto virtuosismo de parte del ejecutante”.