Durante un ensayo abierto con la Harvard-Radcliffe Orchestra, el director de la Filarmónica de Los Ángeles alienta a los músicos a pensar más allá de sus instrumentos.
Vía: ofa.fas.harvard.edu | Por Cherie Hu ’17
Traducido por Luis Contreras | Licenciado en Idiomas Modernos | Profesor de la ULA |
Como muchos de nosotros, Gustavo Dudamel, el internacionalmente aclamado director y quien además es el director artístico de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, ama cantar en la ducha.
Sin embargo, para el venezolano, cantar en la ducha es mucho más que un simple acto cotidiano: según este, ayuda a conectarse con todo aquello que tiende a ser olvidado en la ausencia de un pensamiento más profundo y analítico. “Lo único que recordamos en la ducha son esas elevadas y hermosas notas”, acota. “Nunca pensamos en cantar las voces de acompañamiento, y sólo por no tener un rol protagónico, no significa que deban carecer de personalidad.”
Dudamel demostró su agilidad para desentrañar estas voces ignoradas y conectarlas a la música clásica el pasado 6 de noviembre en el Lowell Lecture Hall, en donde condujo a la Harvard-Radcliffe Orchestra a través de un ensayo abierto de La sinfonía N.°5 en Re menor Op.47 de Dmitri Shostakovitch. El ensayo proporcionó una dosis saludable de pericia técnica a la comunidad de pregrado de Harvard antes de un conversatorio orientado al liderazgo – The Creative Class – realizado por Dudamel junto con Deborah Borda, presidente y jefe ejecutiva de la Filarmónica de Los Ángeles el lunes 7 de noviembre en el Sanders Theatre. El evento del programa Learning From Performers (en español: Aprendiendo de los Intérpretes) es co-patrocinado por el Center for Public Leadership at Harvard Kennedy School, siendo además gratuito y abierto al público.
Muchos de los miembros de la Harvard-Radcliffe Orchestra, reconocen a Dudamel por sus populares videos en YouTube, incluyendo su icónica presentación con la Orquesta Simón Bolívar del Mambo de la West Side Story de Leonard Bernstein. El ensayo del domingo, sin embargo, tomó otra dirección cuando Gustavo dejó de lado su excentricismo por un estilo con un toque más sutil y serio pero, aun así, más preciso y adecuado a la pieza.
La sinfonía N.º 5 de Shostakovitch se estrenó por primera vez hace casi 80 años en Leningrado, Rusia, y de igual forma recibió una abrumadora respuesta positiva por parte del público, incluyendo una ovación de pie que se dice haber durado casi media hora. El contexto histórico que conllevó a esta pieza es aún más problemático; muchos de los trabajos previos de Shostakovitch han sido criticados por ser muy caóticos y complejos, tanto así que el gobierno ruso lo presionó para que éste simplificara su música y que así se ajustara a los ideales socialistas. La sinfonía N.º 5 sería entonces la primera de las piezas que el compositor escribiera luego de ser persuadido por el gobierno ruso.
Con una energía que fue tanto inagotable como exigente, Dudamel trajo el conflicto emocional en la sinfonía. “Para mí, este movimiento me hace pensar en la ira que Shostakovitch contenía,” dijo Dudamel a la orquesta. “Ya no tenía la posibilidad de ser libre para hacer lo que quisiera.”
Luego de dirigir a la Harvard-Radcliffe Orchestra de forma apresurada durante el primer movimiento, Dudamel se enfocó en la primera página de la partitura: un diálogo simple pero aun así desgarrador entre violines y cuerdas graves, catapultado por una mera nota 32. En sus ojos, proyectando la agresión y el sufrimiento en esta primera nota, no sólo se trata de enfatizar la música escrita, sino también de amplificar el silencio que la precede.
“Generalmente nos enfocamos en el sonido que creamos pero la tensión no se origina en la música,” dice Dudamel, antes de señalar la punta de su batuta. “Comienza aquí.” La clave para construir algo de suspenso y crear emociones de la nada, dice, tiene sus raíces en detalles diminutos pero tan fundamentales como un movimiento de muñeca. Pasó casi quince minutos únicamente en estas primeras medidas, perfeccionando con precisión cada entrada individual y preparando a la orquesta para reaccionar con eficacia ante sus movimientos.
Durante los ensayos, Dudamel continuó desafiando a los músicos estudiantes a pensar más allá de las limitaciones físicas de sus instrumentos. Cuando sonaron las melodías de los primeros violines, Dudamel los estimuló a trascender los fragmentos creados por los golpes de los arcos y las barras de compás en la partitura. “No usen el arco como una herramienta de fraseo”, comentó. “Imaginen que toda esta melodía depende sólo de un movimiento del arco. Todo es una misma línea”.
Él hizo uso de su oído para lograr una energía consecutiva y consistente no sólo para dar forma a las melodías de los violines, sino además para fortalecer el esqueleto rítmico subyacente sostenido por las violas, chelos y bajos. Con su mentalidad de cantar en la ducha, le recordó a la orquesta que no debería haber ninguna correlación directa entre el volumen y la energía; en todo caso, las voces y los pasajes más silenciosos deben sentirse aún más electrizantes. “La dinámica pp [pianissimo] de hecho significa “poder poder,” dice Dudamel, para luego usar una metáfora culinaria que diera sentido a la expresión: “Ahora mismo no hay jamón ni queso, solo pan.”
Sin embargo, Dudamel está consciente de la capacidad de logro de un director. La clave para una presentación exitosa no radica solamente en la efectividad de la orquesta al seguir al maestro, sino en el consenso al que todos los miembros de la orquesta logren en cuanto a cómo la música deba ser interpretada.
Con este fin, Dudamel regularmente pedía a los miembros de la HRO sus opiniones acerca del vibrato, marcas dinámicas, entre otros asuntos técnicos interpretativos, asegurando que el ensayo fue interactivo y menos unidireccional. Particularmente con La sinfonía N.º 5 de Shostakovich dijo: “la única manera de crear intensidad es conectándose unos con otros.”