Vía: DW.de | Escrito por: María Santacecilia, Editora: Emilia Rojas
La improvisación es su seña de identidad, pero su labor va más allá del piano. Tras su paso por el Foro de Davos, respondió las preguntas de Deutsche Welle.
La familia de Gabriela fue consciente muy pronto del inmenso talento para la música de la pequeña. No son palabras huecas: si alguien quiere constatarlo, no tiene más que visitar el canal de Youtube de la pianista venezolana. Allí puede disfrutarse, por ejemplo, de un video de Montero con 9 años de edad interpretando el Concierto en Re Mayor de Haydn. La niña sale al escenario esbozando una sonrisa tímida y dulce al público. Espera con cierta impaciencia que la orquesta exponga el inicio de la obra y después comienza a tocar con una pasmosa seguridad. Su actuación rebosa claridad, musicalidad y madurez.La carrera de Montero no fue siempre un camino de rosas. No es la primera artista en experimentar que el talento puede volverse contra uno mismo, convertirse casi en un enemigo. Tras sufrir varias crisis de identidad profesional, ha sabido desarrollar una carrera plena y fértil. Toca las obras del repertorio clásico, pero también improvisa a petición del público y compone. Todo ello la convierte en una pianista distinta, un soplo de aire fresco en el mundo de la música clásica. Pero hay algo más. Acaba de participar por segunda vez en el Foro Económico de Davos, donde ha hablado del dolor que siente por su país, del papel del artista en la sociedad y, cómo no, de música.
Deutsche Welle: Llega de Davos, donde ha participado en varias sesiones. ¿Qué ideas ha llevado allí?
Gabriela Montero: He estado cinco días y tomé parte en dos discusiones. En la titulada “El camino hacia el diálogo” valoramos el papel de los artistas y la importancia del arte en la sociedad. Además participé en un panel donde hablamos de la ciencia de las emociones. En ambos encuentros expliqué la terrible situación de Venezuela y en uno de ellos tuve ocasión de improvisar al piano. También hubo una sesión sobre mi obra Expatria, donde expliqué por qué la escribí, por qué tuve la necesidad de hablar a través de la música sobre la tristeza y la incertidumbre de los venezolanos. Busqué que el público sintiera la desesperación de Venezuela en estos momentos, al margen de las estadísticas que reflejan el elevado número de muertos por la violencia en mi país.
¿Por qué cree que un artista debe comprometerse con el mundo que le rodea?
Por el tipo de persona que soy, no tengo otra opción. Me importa la gente, me importa mi país. Sufro a diario la situación de injusticia en Venezuela. El artista tiene una voz pública y nosotros tenemos acceso a las emociones del público y a los medios. Tenemos la responsabilidad de no aislarnos de la vida cotidiana, tenemos que hablar de lo que debe cambiar y de lo que sucede en el mundo y no aparece en los medios. Yo no soy política, ni aspiro a ello. Pero como ser humano y venezolana que siente gran empatía hacia la situación de su país, pienso que no tengo otra opción. No puedo evitar hablar de la brutalidad.
Las cifras de la violencia son estremecedoras…
Somos un país de 25 o 26 millones y en 2011 se reportaron 19.326 muertes violentas. Un año más tarde, la cifra ascendió casi hasta los 22.000. Venezuela es un país muy especial y yo soñé desde chiquita –porque tuve que estudiar en EE. UU. para perfeccionar mi técnica, aunque nunca perdí el contacto- regresar allí con una cierta edad. Me imaginé poder criar allí a mi descendencia, contribuir al país y recuperar los años que no pude estar allá. Siento que realmente eso me lo han quitado.
¿Es consciente de que con su denuncia se está ganando la enemistad de muchos venezolanos seguidores del actual Gobierno?
Sí, yo sé que es un riesgo que estoy tomando, pero creo en la autenticidad y en la sinceridad. Las palabras no tienen peso y las acciones sí. Yo trato de actuar. Todo el pueblo debería ser partícipe de una situación económica muy positiva como la que tiene Venezuela, sobre todo en los últimos años. Lamentablemente, eso no es la realidad. La realidad no es que todo funcione en Venezuela, es que estamos en bancarrota. Y uno no puede salir de casa sin temer que le peguen un tiro.
El factor riesgo también está en los músicos que admira. ¿Quiénes son sus referentes al piano?
Me gustan los artistas que se entregan en el escenario, que tienen una imaginación inagotable y que desean tomar riesgos, porque la música es como la vida. Mis referentes son pianistas de la época dorada, como Rachmaninov, en algunas cosas Horowitz, Gieseking, hay tantos…La misma Teresa Carreño es una de ellos. Hoy día adoro a Martha Argerich, Grigory Sokolov y Boris Berezovski.
Usted ha sido como un soplo de aire fresco para el pianismo actual y lo ha conseguido volviendo a lo que hacían los solistas del siglo XIX: interpreta, improvisa y compone.
Exacto, la improvisación era parte de la vida cotidiana de los artistas, de los músicos clásicos. Lo que me encanta es que sucede en un momento, no hay nada determinado de antemano y, no solamente eso, sino que después se desvanece. Existe brevemente y luego ya no está. Tiene una vida corta…
Cada vez emergen más talentos latinoamericanos para el mundo de la música clásica. ¿Qué aportan los artistas latinos al panorama?
Tenemos flexibilidad por los contrastes de todo tipo que vivimos en Latinoamérica. Estamos acostumbrados a ver la pobreza más cruda con la riqueza extrema, por ejemplo. Eso nos da libertad y frescura a la hora de interpretar las obras clásicas, aunque es importante mantenerse dentro del estilo clásico y no perder el respeto por la partitura y los compositores. Inyectamos en la música clásica algo inesperado, algo sorprendente, sumamente apasionado, mercurial, y eso es lo que da una nueva emoción, por ejemplo, a Beethoven. Quizá un alemán se pregunte cómo un latino puede entender al compositor de Bonn. Pues bien, porque era un ser humano. De otra época, de otra cultura, pero alguien con las mismas ansiedades y las mismas felicidades que todos nosotros.
¿Qué reto pianístico se plantea en el futuro?
Me gustaría poder realmente estudiar la obra de Bach y tocarla. Pero para eso necesito tiempo. Yo tengo dos hijas que aún me necesitan, pero eventualmente me gustaría hacer un recital con Variaciones Goldberg, por ejemplo…Después, podría improvisar.