“Soltarlo todo y volar” forma parte de la nueva columna “Ideas Líricas” de nuestro colaborador, Gregory Pino en Venezuela Sinfónica
Gregory Pino | Ideas Líricas | @gregorypino
El canto lírico no es un repertorio, no es una gran proyección vocal, ni siquiera es un agudo bien logrado; es más bien una estética, una actitud, un temple, una búsqueda y dejándonos llevar por un espíritu romántico es una forma de vida.
Son incontables los ejemplos de profesionales del belcanto que ponen su arte en singulares producciones, con piezas inusitadas en su habitual repertorio; citemos algunos ejemplos conocidos a nivel mundial: el gran artista español, el tenor Plácido Domingo grabó un esmerado álbum titulado Cien años de mariachi y esto no lo convirtió en vocalista de otro género; la gran diva Rumana Ángela Gheorghiu realizó un pretensioso trabajo discográfico titulado My World con música en varios idiomas, donde algunos temas son de corte popular y de diversos rincones del mundo, nadie podría pensar que su intención era pasar por un juglar.
También se han dado casos con nuestros maravillosos cantantes venezolanos; hay ejemplos sacados de trabajos comerciales integrales o de experimentales grabaciones puestas a la orden en las redes sociales, por ejemplo: el internacional tenor larense Aquiles Machado cantando una sutil tonada de Otilio Galíndez, la hermosa voz de la joven soprano Annelia Hernández interpretando el célebre vals Anhelante del “pollo” José Sifontes, la siempre inspirada mezzo-soprano Melba Gonzáles cantando la conmovedora pieza de Henry Martínez “Sentida canción” y el maestro Pedro Liendo con su madura voz de bajo entonando música recopilada de nuestro folclore son sólo una mínima parte de un acervo que más que interesante, es inspirador, y por supuesto lleno de respeto hacia estas expresiones musicales que podríamos considerar “lejanas” de la gran ópera; es posible que se disfruten o no estas versiones, eso dependerá del gusto que generen las diferentes culturas personales, pero en un alto porcentaje de estas grabaciones no cabrá la duda que son el resultado de un trabajo profesional.
También nos podemos encontrar con registros donde el artista venido de géneros populares beben del dulce y eternizador néctar que brota de las melodías académicas, obras concebidas para el exigido belcantor, como: El baladista norteamericano Michel Bolton cantando del genial Giacomo Puccini su célebre y emocionante aria “Nessun dorma“, o el grupo de rock inglés Muse en su tema I belong to you, su líder vocal Matt Bellomi entona un pasaje de la cautivadora aria Mon cœur s’ouvre à ta voix de La ópera Samson y Dalila de Camille Saint-Saëns, y fueron muchos los vocalistas que acompañaron al divo Luciano Pavarotti en sus archiconocidos conciertos titulados Pavarotti and friends que viniendo de los más diversos géneros populares, como el pop, jazz, rock, soul, cantaron junto al tenor italiano obras clásicas; destacamos el caso del respetado cantautor Sting quien interpretando una de las voces del dúo para tenores Panis angelicus del Maestro francés César Franck generó para muchos una versión francamente interesante; así se pueden seguir evocando cientos de momentos en la historia de la música moderna donde lo popular se pone los zapatos líricos. Es unánime la conclusión que ni Sting, ni Matt Bellomi, ni Michel Bolton se hacen cantantes líricos a partir de semejante incursión vocal con un repertorio propio del canto Académico.
Cada cuanto, algún conocido nos habla de una potente voz descubierta en la ocasión de una serenata o tertulia familiar, y narran como el cantante de un mariachi llenaba todo el espacio de la sala sin ayuda de amplificación, o como el hijo de la vecina se escucha en toda la cuadra cuando emocionado canta la última balada de Il Volo; estos son casos triviales y podrían llegar a impresionar nuestros sentidos pero no estamos ante un cantante lírico, y así mismo recordamos prodigios en la reproducción de agudos con la voz, como Luis Miguel el baladista mejicano o la extraordinaria estrella del pop María Carey, quien no sólo cuenta con indiscutibles agudos, también descarga sendos sobre-agudos en sus ejecuciones; y decimos con conciencia, por supuesto que son vocalistas que han marcado hito en el mundo de la música comercial, pero algunas destrezas vocales no les da la posibilidad de poder interpretar certeramente al atormentado Don José, a la mártir Cio Cio San, Al pretencioso Conde de Almaviva, a él genial Gianni Schicchi, a la desventurada cortesana Violetta Valéry, al solemne Sarastro, a la enamorada Tatiana o al virtuoso Orfeo; personajes operáticos que no los define solamente unas notas, y así mismo: las melodías de Faure o Debussy, las romanzas de Tchaikovsky o Korsakov o las canciones de concierto de Modesta Bor o Inocente Carreño.
Es prudente decir categóricamente que producir cantos desde un género u otro no define al artista como mejor o peor, si acaso dependería de su nivel de ejecución y/o performance en sí.
Dejando ir un poco la fantasía y la curiosidad asociada a los gustos personales podríamos especular soñando con el posible gran cantante lírico que hubiese resultado de una voz como la del bolerista Felipe Pirela, o la del rockero Bruce Dickinson (De la banda inglesa Iron Maiden), la española Natalia Jiménez (ex vocalista de la grupo Quinta estación) y un Jorge Negrete con la encantadora belleza de su canto al servicio de boleros y rancheras, pero ya se sabe “lo que fue, fue”.
Paremos de contar, y recojamos lo extendido; el cantante lírico es la suma de todo lo negado anteriormente, buen sonido en todos los registros, suficiente proyección, un repertorio propio del género y unos cuantos más de estos elementos fundamentales para el buen canto; sólo faltaría el que los amalgame, los potencie y los defina; este es el alma, el alma del Belcanto. El alma es la actitud con la que se enfrenta las dificultades de un repertorio diseñado a detalle para un canto extremo, el alma es esa constante búsqueda de una estética distintiva del género pero también de la época, del autor y hasta de la puesta en escena, el alma es lograr asumir en cuerpo y alma el rigor de una escuela con siglos de madurez, para luego soltarlo todo y volar.
Gregory Pino – Cultor Venezolano
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Músico Tachirense, Licenciado en música, formado bajo la guía de los maestros María Elena Vargas, Liliana Fleites, Rafael Saavedra, Rubén Rivas. En estudios especializados ha trabajado con los maestros William Alvarado, Isabel Palacios y Mirella Freni. Como intérprete y tallerista tiene participaciones importantes en recitales, festivales y concursos a nivel internacional en los países Colombia, Perú, Rusia e Italia. Promotor y protagonista de conciertos, recitales y eventos en general de corte lírico con la dirección de los maestros: Luís Hernández, César I. Lara, Ramón Moncada, Pablo Castellanos, Tarcisio Barreto, Felipe Izcaray, Teresa Hernández, Angelo Pagliuca, Isabel Palacios, Dante Ranieri (Argentina), Aldo Sisillo (Italia), Christophe Talmont (Francia) entre otros.
Ha participado en las óperas “Bastian y Bastiana”, “Bodas de Figaro” y “Flauta mágica” de W. A. Mozart, “Don Pasquale” y “Lucia de Lammermoor” de G. Donizetti, “Il Barbiere di Siviglia” de G. Rossini, “Traviata” de G. Verdi, “Carmen” de Bizet, “Gianni Schicchi” de Puccini, en la Zarzuela “Luisa Fernanda” de F. Moreno Torroba y “La mujer de Espalda” de Federico Ruiz, participa en el estreno mundial de la primera ópera Táchirense El Jamás Vencido” interpretando al Presidente Cipriano Castro. Conduce la cátedra regional de canto del sistema de orquestas FUNDAMUSICAL en el estado Táchira y la cátedra de canto lírico de la escuela de Música “Miguel Ángel Espínel” desde donde es artífice de un movimiento lírico e inédito en la región por ello en Marzo de 2011 Recibe la orden “FRANCISCO JAVIER GARCÍA DE HEVIA” que otorga la gobernación del estado Táchira por su promoción cultural. En Noviembre de 2013 el Instituto universitario de la frontera le otorga la orden IUFRONT PLATA, Orden de las artes culturales “Marco Antonio Rivera Useche” en su Primera clase, 2016, otorgado por la gobernación del estado Táchira, profesor de la UNET – Universidad del Táchira.