La revelación jazzera de la temporada le pone groove al clásico sonido Blue Note
En la última entrega de los Grammy, Gregory Porter se consagró como el mejor cantante de jazz por su tercer álbum como solista, Liquid Spirit, que marca su debut para el emblemático sello Blue Note. Es un disco que traza un enlace virtual con Motown y todas las músicas de raíces negras: el gospel, los negro spirituals, el soul, el blues y el funk. Su voz versátil y carismática, respaldada por un cuarteto liderado por el pianista Chip Crawford, se proyecta en sus propias composiciones.
“Sentía que necesitaba encontrar mi propia voz para contar mis propias historias. Para mí, la música consiste en transmitir emociones y lo que intento en mis canciones, antes que nada, es conectarme con el alma humana”, explica este cantante que Mark Ronson, vía twitter, definió como “el bebé que hubieran tenido Ramsey Lewis y Gil Scott-Heron”. El elogio no es exagerado: Porter -que ha colaborado con el trompetista Wynton Marsalis- logra sintetizar inflexiones y yeites de grandes voces de la música negra: Nat King Cole, Joe Williams, Donny Hathaway, Marvin Gaye, Otis Redding y Diane Reeves. Y además, cuando hace scat, incorpora fraseos inspirados en el saxo de Cannonbal Adderley y la trompeta de Miles Davis.
Nacido hace 42 años en Los Ángeles, comenzó a cantar en la iglesia, donde su padre oficiaba de Ministro. “Fui semanalmente entre los 5 y los 16 años, y aunque en casa se escuchaba mucha música, la iglesia fue el primer lugar donde pude cantar y desarrollar mi voz. Fue muy importante para relacionarme con la música y una buena plataforma para mi carrera”, asegura. Y explica: “La música que me interesa tiene siempre un contenido espiritual. «Work Song» [el clásico de Nat Adderley], es la canción que capta todas mis influencias. Y no es casual: todo el hard-bop está directamente relacionado con el gospel”.
La versatilidad de Porter como cantante le ha permitido colaborar con big bands, como la Jools Holland o la Metropole Orchestra de Amsterdam. “Tocar con una big band atrás da una sensación extraordinaria: se construye un sonido muy poderoso que permita expandir las ideas de una canción hacia otra dimensión. Pero también amo tocar con grupos pequeños, porque me otorga la posibilidad de improvisar, de manejar los tiempos y los climas apenas con una mirada. Así que me siento afortunado de cantar en ambos formatos.” Algunas de sus canciones, remixadas, también llegaron a las pistas de baile: “Estoy agradecido por eso. El remix de “1960 What?” [realizado por el DJ sueco Opolopo] me puso en los oídos de mucha gente que no suele escuchar jazz y que difícilmente le hubiera prestado atención a mi música”, dice. “Es bueno encontrar mi voz en un contexto distinto. Lo que me importa, en ese caso, es que más allá de que el background de la canción sea distinto, se respete el espíritu y las ideas originales.”
Entre su físico fornido y su guardarropas, que consiste en varios trajes de solapas anchas, corbatas llamativas, camisas de colores con volados y una boina con visera y capucha incorporada que parece haber sido injertada en su cabeza, es imposible que pase inadvertido. “No tengo un asesor de vestuario”, dice. “Encontré un estilo para vestirme. Y es vintage, probablemente ligado a la música que me gusta. Es un modo de expresión tan importante como mis canciones.”