Vía: Artículo 150 de Miami ☼ Clásica | Sebastián Spreng
Quien crea que soy parcial con Iván Fischer y su Budapest Festival Orchestra está en lo cierto: lo soy desde su memorable actuación tres temporadas atrás en el Knight Concert Hall de Miami. Pocas veces recuerdo a un director y orquesta desplegar tal espectro cromático y dinámico con personalidad e identidad tan marcados en esta era de perfección ascética y despersonalizada. Se puede estar en desacuerdo con su perspectiva pero, es innegable su aporte fuera del común denominador y cómo dentro de los cánones mas clásicos revela también una modernidad aplastante.

Con más de 250 grabaciones de la Primera Sinfonía de Mahler, teóricamente todo está o debería estar dicho. Desde las “arqueológicas” de Bruno Walter y Dmitri Mitropoulos en 1939 hasta las paradigmáticas de Barbirolli, Carlo Maria Giulini, Rafael Kubelik, Leonard Bernstein amén de las lecturas por ilustres mahlerianos como Abbado, Bernard Haitink, Riccardo Chailly, Gary Bertini, Maris Janssons y Klaus Tennstedt (y sin poder dejar de mencionar la laureada grabación de James Judd al frente de la difunta Florida Philharmonic en 1993), la “Titán” puede darse por satisfecha.
Entonces, llega Fischer y su orquesta y con vigor y frescura inusitadas logra el milagro que parezca “la primera vez”. Revelando cómo en esa primera está la simiente de las que seguirán, el director toma la anotación original del segundo movimiento de la premiere – “A toda vela” – literalmente, hasta hacerla suya. Y en esa vena, zarpa con una pasión y acento a la húngara que reverdece los laureles que la obra mereció en su desafortunado estreno de 1889 con Mahler al podio (“Después de la función mis amigos me evitaban, era como un paria portador de una enfermedad contagiosa”). Y si parece una revancha, bienvenida sea; otra vez se cumple su profecía “Mi tiempo llegará”.
Con lirismo “titánico” y ejemplar abandono a las inclemencias de la partitura, Fischer pilotea inspiradísimo la travesía solazándose en cada parada, en la rusticidad del Ländler, la clara invocación beethoveniana, los ásperos acentos folklóricos, la celebración yiddish, el arrullo del Frére Jacques y la desolación del caminante en Die zwei blauen Augen hasta el cataclísmico final – “dall’inferno al paradiso”– resuelto con una expresividad y transparencias rotundas, imprimiéndole una ferocidad casi eslava que no descuida ni el elemento vienés, y podría decirse, ni los elegantes dorados de Gustav Klimt.
En definitiva, es en el balance inmaculado donde el temperamental húngaro y “su banda” – de un color y entrega a toda prueba – hacen la diferencia con otros más extravagantes, egocéntricos, rebuscados e incluso todavía más espectaculares.
Prueba fehaciente de que hay vida después de las celebraciones del centenario Mahler del 2011, esta referencial Primera es señal de que todo vuelve a empezar y “a toda vela”☼
☀ MAHLER, SYMPHONY No 1, IVAN FISCHER, BFO, CHANNEL CLASSICS CCS SA 33112