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El tenor mexicano conversó con Clarín antes de su debut en el Teatro Colón, el jueves con la Filarmónica
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El tenor mexicano Javier Camarena, que hoy debuta en el Colón con la Filarmónica dirigida por Arturo Diemecke, es una de las grandes estrellas de la escena lírica. Sus actuaciones en los principales teatros del mundo rompen un poco el molde: las prolongadas e intensas ovaciones que el tenor recibe en medio de una ópera suelen dar lugar a la repetición del aria, como ocurrió en más de una ocasión en el Met con obras de Donizetti y de Rossini. La primera vez fue en 2014, y los críticos de Nueva York apuntaron que era la tercera vez que eso ocurría en el Met desde 1942; las otras dos habían sido protagonizadas por Luciano Pavarotti y el peruano Juan Diego Flórez, otra gran estrella latina de la lírica y también un tenor lírico ligero como Camarena.
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-Después del largo reinado de los tenores italianos, este parece ser un momento especialmente propicio para los latinos: usted, su compatriota Rolando Villazón, Diego Flores, Marcelo Alvarez, entre otros. ¿Cómo se explica el fenómeno?
-Bueno, yo tengo muy buenos colegas italianos, pero es cierto que hoy por hoy predominan los latinos. Creo que tiene que ver con el espíritu romántico, con la pasión, el calor, ya que finalmente eso es la ópera. Y esto está en nuestra música popular. Nuestra cultura le canta con la misma intensidad al amor que al desamor. Pensemos en la forma de vivir el desamor en los boleros de los años ‘20, o en las rancheras de José Alfredo Jiménez.
-Hablando de tenores líricos y repertorio popular, la cruza por lo general no es muy feliz. Plácido Domingo, por ejemplo, es un Terminator del tango.
-Es que no se puede cantar todo igual. Mira, yo tengo dos discos de música popular: Serenata de Boleros y Cri-Cri, en homenaje a Francisco Gabilondo Soler y su repertorio infantil. Cuando hice Cri-Cri, me propusieron un acompañamiento sinfónico, pero me opuse completamente. No canto ese repertorio con voz impostada. Cada género tiene su estilo. No puedo cantar “Béeeesame … “ (y entona estentóreamente por el teléfono el clásico bolero de Consuelo Velázquez), sino “Béesame (corrige y dulcifica). El cantante no debe tratar de impresionar.
-Tal vez esa sensibilidad más diferenciada también provenga de su experiencia en el belcanto.
–No hay mejor escuela que el belcanto. Si un cantante empieza con Wagner, Verdi o Puccini, nunca tendrá la posibilidad de jugar con la gama dinámica.
-El belcanto no es un bloque homogéneo, ¿no?
-Yo creo que Bellini es el gran maestro del belcanto, más que Rossini y Donizetti. Rossini está más cerca del romanticismo que del belcanto. Bellini tiene un manejo más consciente, más refinado, sabe perfectamente lo que está buscando y cómo lograrlo, y en eso no tiene parangón. Sus melodías son muy horizontales, mientras que las de Rossini son verticales.
-¿Con qué criterio armó su programa del Colón?
-La primera parte es un programa que, a excepción del aria de Gounod, ya he hecho en teatros. Pero en la segunda hay proyectos a futuro, como las arias de Traviata y de Lucia, óperas que todavía no hice.
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