El 18 de agosto se presentará en chile el mejor tenor del mundo. este alemán de look hollywoodense mostrará en un concierto multitudinario un repertorio que resume algunos de los protagónicos más destacados de su carrera. Amigo y admirador de plácido domingo, el cantante cuenta a caras de sus pasiones, sueños como Actor, esa amistad profunda con el tenor español —de quien es considerado su heredero natural— y aquel ‘everest’ que todavía le queda por conquistar en algún escenario.
Soy el más grande. Soy el más lindo. Soy una estrella. Si el espíritu de Muhammad Ali descendiera en el cuerpo de Jonas Kaufmann (47), el alemán podría repetir con toda justicia estas frases en tono del púgil. Apuntado por críticos y amantes de la ópera como “el mejor tenor del mundo” en este siglo, éste no ocupa mucho de su tiempo en construir mediáticamente al ídolo. Se entretiene más transformándose en hombres de otros tiempos: guerreros, trágicos, románticos. Una seguidilla de personajes de su repertorio que mostrará en un multitudinario concierto el 18 de agosto en el Movistar Arena. Espectáculo excepcional, considerando que este artista tiene reservado sus días hasta 2022 en los teatro más importantes del planeta.
Padre de dos hijos, con ex mujer con quien comparte profesión, amante de la naturaleza, versátil en su arte, actor excepcional, curioso, Kaufmann es, sobre todo, reflexivo. Durante una pausa artística desde su natal Munich, profundiza en cómo es “vivir en futuro”, sus desafíos y ser disciplinado en un aspecto crucial: escuchar opiniones incorruptibles.
—“El mejor tenor del mundo” suena muy rock&roll, ¿cómo lidias con esa etiqueta?
—Es un tema ambivalente. Por supuesto que lo siento como un gran halago, pero también es una gran carga. Superlativos como “el tenor más importante del mundo” o “el director de orquesta más importante” provocan objeción. Además, a quienes se los emplaza en un pedestal alto tienden a ser derribados a cada minuto. Mientras más elevada es la plataforma, más fuerte es la caída. ¿Cómo se lidia con eso? Siempre trato de dar lo mejor e intento lograr aquello que aprendí de Giorgio Strehler cuando partía: ¡nunca repetir una actuación!
—Con una agenda planificada con tantos años de antelación, ¿cómo es la vida de un tenor en tour?
—¿No es una locura? Me refiero a que el desarrollo vocal no es algo que se planifica como la construcción de casas. Y acerca de vivir en gira: es una bendición y maldición al mismo tiempo. Es especial porque al trabajar en ciudades atractivas como París, Roma, Londres y Nueva York tienes la oportunidad de estar en contacto con gente interesante. Lo malo es que extrañas a tus seres queridos. Pero en este debut por Sudamérica tendré la suerte de compartir el mes entero con mi familia. Entre cada recital en Buenos Aires, Sao Paulo, Lima y Santiago nos daremos espacio para conocer más de cada lugar y realizar excursiones a lugares como Machu Picchu.
—¿Siente una presión especial por mantener a la ópera viva?
—Diría que es más una sensación de responsabilidad. Estar en primera línea no sólo significa cumplir las expectativas de los amantes de la música, sino que también atraer a quienes pueden convertirse en uno de ellos. Y en el mejor caso, conmover a la gente que piensa que la ópera y música clásica son aburridas.
—Eres muy elogiado como actor. ¿Existe algún proyecto en cine o TV lo suficientemente tentador para alejarte del canto?
—Luego del placer de hacer un pequeño papel en la cinta Casanova Variations, junto a John Malkovich, debo admitir que me gustaría trabajar en una película. Sólo actuación, sin cantar. Con un plan de trabajo a cinco años, me preocupo de mantener largos espacios libres por temporada en caso de que aparezca alguna oferta atractiva. Es un ‘juego de azar’ que espero ganar algún día.
—¿Podrías contarnos de tu relación personal y profesional con Plácido Domingo?
—Placido es único en todo aspecto. Es la excepción a la regla como artista ¡y en trayectoria! Cuando empecé a revisar la colección de discos de mi padre, Plácido estaba en casi todos sus álbumes de ópera, y recuerdo muy bien el profundo impacto que me provocó su canto. Mi abuela tenía una cinta en la que él cantaba Dein ist mein ganzes Herz y Granada, yo la ponía tanto en la grabadora que terminó rompiéndose. Desde hace varios años que somos amigos y nos vemos, al menos, dos a tres veces al año. Estoy muy agradecido de su apoyo y consejos. El 2015 estuvimos juntos en la Gala del Cuvilliestheater en Munich, donde recibió un premio. Me pidieron hacer el discurso y después de ese momento cantamos Dein ist mein ganzes Herz.
—Has dicho que ya sientes cómo tu voz se enriquece para nuevos papeles. ¿Existe un desafío pendiente, un ‘Everest’?
—Los grandes retos que vienen son dos papeles en los que debutaré: Hoffmann (Les Contes d’Hoffmann) en París este noviembre y Otello en Londres (junio de 2017). Tannhäuser está en el tope de mi lista. Mi ‘monte Everest’, ¿hay algo más desafiante que Tristán (Tristán e Isolda)?
—Has hablado de ‘perderte’ en un personaje en escena, del éxtasis versus la lógica.
—Magda Olivero, la gran diva del Verismo, habría dicho que el proceso de convertirse en otro personaje es como caer en un ‘agujero mágico’. Es una gran metáfora: te enfocas en el personaje que te toca retratar y ‘cambias lados’. Para mí es una de las cosas más fascinantes de esta profesión. No tengo ningún método más que el uso de mi imaginación: ¿He pasado por algo similar? Si no es así, ¿cómo se sentiría? Sí, ese estado del ser es una especie de éxtasis, pero nunca debes permitir ser arrastrado al grado de perderte. Con toda esa pasión y dedicación total siempre tiene que existir, al menos, un 10 por ciento de autocontrol. “Un extásis controlado”, como dijo el conductor Herbert von Karajan.
—¿Qué pasa en un concierto como el que darás en Chile?
—En concierto de ópera tengo que convertirme en seis a diez personajes. En Santiago éstos serán Mario Cavaradossi (Tosca), Radames (Aída), Don José (Carmen), Turiddu (Cavalleria rusticana), Rodrigo (El Cid), Andrea Chenier y Calaf (Turandot). Será entretenido y un gran desafío. Cierta gente piensa que en un recital de ópera sólo cantas temas populares. ¿Imaginas a un artista entregando las últimas palabras de Turiddu a su madre como una ‘canción agradable’? El siente que lo van a matar en un duelo, esa es su situación y tiene que sonar como tal. No importa que interpretes un segmento o la obra completa. Donde sea en que entregues un aria —escenario, estudio de grabación o concierto— hay una historia que tienes que contar.
—Tienes el look, la actitud cool y la voz, ¿qué te mantiene centrado?
—¿Quieres decir cómo mantengo los pies en la Tierra? Escuchando a los pocos que te dicen la verdad. Por supuesto que me gustan los grandes elogios y buenas críticas, pero, al mismo tiempo, debes oír a aquellos cuya opinión es incorruptible y esa parte de ti que también es incorruptible cuando revisas una grabación. Hay una cosa que es esencial para cualquier desarrollo artístico: dudas. No aquellas que te hacen inseguro, sino que las dudas creativas que te aterrizan y te impulsan para hacer algo mejor o diferente la próxima vez.