Por primera vez en su historia, la Filarmónica de Hamburgo emprende gira por Latinoamérica. DW habló con su director, Kent Nagano, sobre música, público, educación, tecnología y redes sociales.
Vía: www.dw.com | Por María Santacecilia (ER)
Kent Nagano nació en California, de padres japoneses, en 1951. Ha dirigido las orquestas más importantes del mundo y ha estrenado obras de numerosos compositores de nuestro tiempo. Actualmente está al frente de la Orquesta Sinfónica de Montreal y es director musical de la Orquesta Filarmónica estatal de Hamburgo. Entre el 22 de septiembre y el 6 de octubre dirigirá a la formación de Hamburgo durante su gira por diversos países de Latinoamérica.
Deutsche Welle: Señor Nagano, usted ya ha dirigido antes en países latinoamericanos. ¿Qué expectativas tiene ante la próxima gira con la Filarmónica de Hamburgo?
Kent Nagano: He estado ya dos veces en Latinoamérica. En una ocasión en una gira extensa con la Sinfónica de Montreal y otra vez cuando apoyé el proyecto de la Joven Orquesta de las Américas, integrada por jóvenes músicos. Guardo muy gratos recuerdos de ambas experiencias. Por supuesto, Latinoamérica es enorme y no tuve ocasión de visitar todos los países. Pero, allá donde estuve, destacaría el entusiasmo del público, que tiene una mente muy abierta. Fue muy interesante. Ahora viajo con la orquesta de Hamburgo, que es una de las más antiguas del mundo, pero nunca estuvo en Latinoamérica. Todos estamos deseando iniciar la gira.
Interpretarán música alemana. ¿Cómo escogió el programa?
La Orquesta de Hamburgo tiene una historia muy particular. Muchos de los grandes compositores tuvieron la oportunidad de dirigir esta orquesta, como Johannes Brahms y Gustav Mahler. Pensamos que, siendo una especie de embajadores de Alemania, sería bonito llevar música de este país. Por eso incluímos Brahms y su Primera Sinfonía, una de las obras cumbre del repertorio sinfónico. También la Sexta Sinfonía de Bruckner, cuya música no siempre fue bien recibida por todos los públicos, pero Hamburgo fue uno de los primeros lugares donde su obra tuvo éxito. Además, teniendo en cuenta que viajamos a un lugar donde se habla español, quisimos conmemorar los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes programando el poema sinfónico Don Quijote, de Richard Strauss. La parte de violonchelo de esta pieza será interpretada por uno de los más grandes chelistas de nuestro tiempo, Gautier Capuçon. Además, interpretaremos en Colombia Tristán e Isolda, la ópera de Richard Wagner, en una versión escénica con la mítica puesta en escena de Ruth Berghaus y con un reparto vocal internacional.
He leído en algunas entrevistas suyas que es bastante pesimista sobre el público de la música clásica. ¿Es diferente el público en Latinoamérica?
Creo que hablaba refiriéndome a lo que ocurre en EE.UU., donde algo falla respecto a la educación artística. Claro que es importante aprender cosas necesarias para ganar dinero, pero, como seres humanos, es necesario recibir también educación cultural. Ya llevamos tres generaciones en EE.UU.- imagínese ¡tres generaciones!- que no han tenido contacto alguno con la música clásica y para quienes la música clásica no tiene significado alguno. Cuando yo era pequeño, crecer tocando un instrumento era lo normal. Y yo no fui una excepción: muchos de mis amigos tocaban el piano. La tecnología que nos rodea crea una realidad virtual, que es muy interesante, pero le falta la imaginación. Al tocar el piano o el violín, se pone en marcha la imaginación y el pensamiento abstracto para resolver problemas y eso es algo muy necesario para cualquier profesión. Pero también debo decir que esta situación no es igual en todo el mundo. En China y en varios países de Latinoamérica hay mucha gente que siente un enorme entusiasmo por la música. En Montreal, en San Petersburgo y aquí mismo, en Hamburgo, muchos jóvenes acuden a los conciertos.
Usted es el director musical del auditorio Elbphilharmonie, muy polémico en Alemania por lo caro que ha resultado. ¿Cree que este tipo de “megaloauditorios” son los más adecuados para atraer a la gente joven?
Bueno, es nuestra responsabilidad que no solo los más pudientes, sino también los jóvenes y gente de todas las clases sociales sientan que el edificio es suyo. Los mensajes en ese sentido deben ser muy claros: este edificio fue construido gracias a la gente y le pertenece a todo el mundo.
¿Conoce el fenómeno de orquestas juveniles en Latinoamérica? No solo en Venezuela, sino también en muchos otros países.
Solo lo conozco porque muchos grandes músicos proceden de allí. ¡Cuánto talento musical está exportando Latinoamérica! Lamentablemente, no he tenido mucho tiempo para conocerlo personalmente, pero me encantaría.
He leído alguna vez cómo fue su infancia: sin televisión, sin equipo de música y con un piano a su entera disposición. ¿Su vida actual continúa así? ¿Navega usted por Internet y usa Facebook, WhatsApp y otras redes sociales?
No tengo ni Facebook ni WhatsApp. Por dos razones. La primera, porque perdería mucho tiempo. Tengo algunos amigos que son adictos a ello y le dedican horas. Me da miedo que me suceda algo parecido, no tengo tiempo para eso. Y segunda: cuando tengo un rato libre, me gusta dedicárselo a la auténtica realidad, no a la realidad virtual. No es que no crea en la tecnología: he grabado mucho y creo que las transmisiones en vivo funcionan para llegar a nuevos públicos. Pero hay que entender que esos no son los verdaderos conciertos. Un diálogo verdadero y poderoso entre músicos y público se produce solamente en los conciertos en vivo. Tengo computadora en casa, pero sigo sin tener equipo de música ni televisión. ¿Se puede imaginar a nuestra pobre hija, que creció así? (Risas) Ahora es pianista de concierto. Cuando pasamos tiempo juntos en casa, nuestro entretenimiento es hacer música. Esta es nuestra forma de ser sociales. A veces oigo a gente decir que son “sociales” porque tienen Facebook y otras redes. Para mí, ser social es tocar música de cámara.