Krzysztof Penderecki, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2001 y considerado uno de los más importantes compositores del siglo XX, ha sido un asiduo visitante de Buenos Aires donde se presentó en numerosas ocasiones, pero será la primera vez que lo haga en el CCK, en el concierto que dará esta noche al frente la Orquesta Sinfónica Nacional para interpretar tres de sus obras.
Vía: www.lanacion.com.ar | Por Helena Brillembourg | Foto: Maximiliano Amena
Amante confeso de los laberintos, no debe entonces ser una simple casualidad que la presentación de este prolífico compositor, quien tiene en su haber alrededor de cien obras, coincida con la muestra sobre la obra de Borges, otro apasionado por ellos. “En los laberintos, no se puede ir derecho o en una sola dirección, hay que equivocarse, doblar y seguir intentándolo, es la única manera en la que llegamos al centro, así sucede igual en el trabajo creativo,” dice.
-¿Se siente más cómodo dirigiendo sus propias creaciones?
–Aunque no siempre los compositores son los mejores intérpretes, pienso que solo están capacitados para dirigir aquellos que mejor entienden a la música. Yo empecé a dirigir a principios de los setenta, pero definitivamente, antes que nada, soy un compositor.
-¿Cuál sería su método particular para componer?
-Necesito primero tener clara toda la estructura de la pieza, la imagino en su total concepción arquitectónica y luego me siento a escribirla. Esto lo puedo hacer porque soy capaz de oír a la música.
-¿Cuál sería la obra que mejor lo describiría?
–Con casi 100 obras escritas es muy difícil decirlo, pero hay dos que son las más famosas: Treno a las víctimas de Hiroshima, porque fue un trabajo revolucionario nunca hecho y representó un nuevo lenguaje musical, y La Pasión según San Lucas, porque el hecho de haber sido escrita en un país comunista ayudó a que fuese interpretada en los más diversos lugares.
-¿Qué piensa de esta nueva sala sinfónica en la que se escucharán sus obras por primera vez?
-Me gustó mucho la idea de ponerla dentro de este magnífico edificio, además de que la acústica es maravillosa, una de las mejores en las que he estado. Es ideal para las tres piezas seleccionadas: Adagio de la Sinfonía No. 3, el Concerto Grosso no.1 para tres violoncellos y orquesta, que compuse porque tuve la dicha de haber conocido y trabajado a lo largo de toda mi carrera con grandes cellistas y ellos siempre me pidieron que escribiese alguna pieza para más de un solo cello, y por último, está la Sinfonía no.4 Adagio, un encargo del gobierno francés para conmemorar los 200 años de la Revolución Francesa, para su estreno fue dirigida por mi querido amigo Lorin Maazel. Me gusta mucho porque tiene una estructura muy clara, es adagio pero también allegro en pequeños fragmentos del movimiento, pero es una sola pieza musical.
-Es reconocido por haber orientado su talento creativo hacia las sinfonías. ¿Son ellas las partes más importantes de su trabajo musical?
–Cuando escribo una sinfonía estoy pensando en la arquitectura del todo, ellas son la realización de todas las ideas que tengo y las considero la más fantástica de las formas musicales. Eso sí, no pienso escribir más de nueve, soy muy supersticioso y todos aquellos compositores que terminaron la novena y comenzaron la decima murieron. Además, está una cuestión de tradición y yo pienso seguir con esto, así que solo me faltan dos.
– ¿Qué tuvo que suceder para pasar de ser el representante de la más revolucionaria vanguardia al posmodernismo de hoy?
–Ése fue un camino que se dio de forma natural, en ningún momento me propuse hacer una cosa o la otra porque la música es algo que me ha acompañado desde muy niño. Empecé como un compositor muy de vanguardia, y Polymorphia fur la más complicada de todas las obras, pero luego empecé a escribir sinfonías, así que fue una evolución natural. Algo similar les sucede a los escritores.