Prensa FundaMusical Bolívar
El reto era enorme y el pulso se aceleraba solo con mencionarlo: se trataba de hacer dos horas de concierto con obras solamente para órgano y coro en el Royal Festival Hall del Southbank Centre de Londres, una de las instituciones culturales más importantes de Europa y la más grande de Gran Bretaña. Era la primera vez que un concierto de esta naturaleza se haría en este lugar por el que han pasado buena parte de las mejores agrupaciones del mundo. Además, era la primera vez que un coro latinoamericano pisaba ese escenario. El pulso seguía a ritmo galopante.
La Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar de Venezuela asumió esta invitación como un compromiso en nombre de todos aquellos que hacen canto coral en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. En cada voz estaba la voz de los niños y de los jóvenes de todo el país.
La agrupación venezolana era la joya del festival Chorus, cuya sexta edición estaba dedicada este año a las voces de la gente joven, idea concebida por el equipo creativo del Southbank Centre justamente a partir del ejemplo que brinda El Sistema y su trabajo con niños y jóvenes desde hace casi 40 años.
Al salir del ensayo para este concierto, en la tarde, los nervios iban in crescendo. Cien coralistas, su directora, Lourdes Sánchez (la mamá a la que todos piden la bendición) y su profesora de canto, Margot Parés Reyna, tenían sobre sí el peso del reto. Un episodio particular hizo que los nervios pasaran a un segundo plano. En una de las salas del centro cultural londinense se hacía un taller de música latinoamericana. Los venezolanos fueron invitados a cantar al final del taller y mientras lo hacían, los talleristas lloraban. No se trató de un llanto por añoranza o nostalgia de la tierra que dejaron atrás: no había latinoamericanos allí. Nadie entendía lo que era un gabán o la santísima cruz de mayo que se mencionaba en la fulía que los venezolanos estaban cantando. Se trataba de una conexión irremediable con el amor, y a su vez la belleza, que la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar imprime en cada nota que canta. Los venezolanos también lloraban. Se permitieron esos minutos.
Horas más tarde, a algunos espectadores del Royal Festival Hall les sucedía exactamente lo mismo, con un valor agregado: el programa del concierto estaba conformado por tres misas de tres compositores distintos; era un programa denso y complejo en el que la conexión era con lo sagrado, pues un conjunto de voces oraban con la mejor música, como si consagraran sus voces. Por si fuera poco, se trataba, además, de uno de los conciertos con los que se reinauguraba, luego de nueve años sin uso, el viejo e impresionante órgano de la sala. Luego de dos horas de canto a coro, Gilliam Moore, directora de Música Clásica del Southbank Centre, fue a bastidores para felicitar a la directora. Por primera vez, le dijo, descubro el alma del órgano en toda su inmensidad. Hubo una gran complicidad entre las voces y este instrumento, agregaría minutos más tarde.
El compromiso de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar comenzó con un episodio para rendir honor a la memoria de uno de los grandes compositores venezolanos: Juan Bautista Plaza. El autor soñaba con que esa obra, que consideraba como una de sus predilectas, fuera editada, pero El Sistema fue más allá y la estrenó en Londres. Se trató de un momento de ofrenda, como si los sentimientos con los que Plaza escribió ese réquiem a su madre, se volcaran en las voces oscuras de los venezolanos; voces oscuras porque son solo las voces masculinas de la coral las que interpretan esta pieza.
Las voces claras, las femeninas, entrarían luego en el escenario para cantar la Misa Brevis en Re, del compositor inglés Benjamin Britten. Las voces oscuras y claras se unieron luego para intepretar Hear my prayer, de Félix Mendelssohn, en la que cantó como solista la soprano Ámbar Arias, y la Misa brevis in tempori belli, de Zoltan Kodaly.
Al final del concierto, los aplausos no paraban de sonar. El público no se conformó hasta que los venezolanos cantaran no uno o dos bises, sino cuatro. Fue el momento para que la coral cantara parte de lo que había venido cantando en otros escenarios de la gira (Liverpool,
Gateshead-Newcastle) y de lo que cantarán hoy, 7 de abril de 2014, en Cardiff, Gales. Fue el momento para la música venezolana. Sonó Venezuela, pieza de Herrera y Armenteros, adoptada por muchos venezolanos como suya; también Patatín, Patatán, de Pablo Camacaro; Gota de Breve Rocío, de Inocente Carreño, basado en la poesía de Manuel Felipe Rugeles; El Gabán, de Rafael Suárez
La directora de Música Clásica del Southbank Centre tenía claro que esto era lo que iba a pasar. “Yo fui a un ensayo en Caracas hace dos años y me impactó la calidad del sonido del coro: tienen una energía y una musicalidad pura. Ahora, en el concierto, tuve una sensación como la que tuve cuando vino la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. Quería que el público de Londres viviera esto, como sucedió esta noche. Fue un concierto maravilloso. Cantaron con el órgano recién inaugurado y hubo una complicidad, todo combinó de manera hermosa”, señaló Moore, al salir del concierto.
Música, educación y participación
Las palabras de los directivos del Southbank Centre hacia la coral tuvieron que ver también con otros significados de su presencia en el recinto. El día anterior al concierto, los venezolanos fueron los motores de una actividad que implicó a más de 200 niños y jóvenes cantando a coro. Para la institución inglesa, esta actividad fue una gran demostración de cómo la música está unida a la palabra educación y cómo esta combinación puede generar resultado positivos si se trabajan a largo plazo, tal como ha sido el ejemplo con El Sistema en Venezuela.
“Fue muy importante porque nosotros compartimos la creencia de que la música puede cambiar vidas; que la vida es mejor si la gente se reúne a hacer música. El Sistema es un ejemplo claro de eso. Queremos mostrar más a menudo eso en este país porque es algo que nunca deja de encender la imaginación del público. Ustedes hacen que hasta lo más difícil nunca parezca imposible”, señaló Shan Maclennan, directora creativa de participación y educación del centro cultural inglés.
Los venezolanos también protagonizaron una vocalización abierta al público (el público también podía participar), dirigida por la profesora Margot Parés Reyna. Una de las sorpresas para los participantes fue la dinámica jovial y alegre de la jornada de calentamiento y vocalización. Era como si en la convocatoria se hubiera escrito: “Entre con una buena dosis de felicidad”. Los cantantes amateur pensaron que solo harían escalas y ejercicios vocales, pero se encontraron con una serie de chicos que hacen una buena cantidad de ejercicios antes de cantar la primera nota y que ríen y juegan, profesionalmente, durante el calentamiento. Había señoras con no menos de 60 años tratando de imitar los pasos casi de baile de los chicos venezolanos, había un señor que llevó a su bebé en un canguro y hacía la práctica con él. Fue un momento de confirmación de que, más allá de las distancias y los códigos de formalidad, la música une.
A la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar de Venezuela le queda una parada: Cardiff. Hoy lunes 7 de abril se presentarán en la capital de Gales para finalizar su quinta gira internacional.