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Más allá del musical, una biografía y dos nuevas grabaciones reivindican a Bernstein como compositor en su centenario, que se conmemora hoy
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A Leonard Bernstein (1918-1990) le encantaba su fecha de cumpleaños: el 25 de agosto. En su biografía, Humphrey Burton recuerda que el joven músico recibió ese día de 1943 su primer nombramiento: asistente de la Filarmónica de Nueva York. Fue después de obtener la máxima credencial imaginable, si atendemos a las palabras de su director titular, Artur Rodziński: “He revisado en mi cabeza todos los directores que conozco y finalmente pregunté a Dios por quién debía elegir, y Dios dijo: ‘Elige a Bernstein”. Exactamente dos cumpleaños después, el joven músico obtuvo su primer puesto como titular de una orquesta, la Sinfónica de Nueva York, que le permitió iniciar una imponente carrera como director. Pero Paul R. Laird destaca otro cumpleaños más en su reciente monografía. La idea original de West Side Story le surgió el 25 de agosto de 1955, tras leer en la prensa una noticia sobre pandilleros hispanos ideal para una adaptación popular de Romeo y Julieta. Lenny, como le llamaban sus allegados, hoy habría cumplido 100 años.
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Pero Bernstein tenía múltiples talentos. El gran director orquestal y el famoso compositor para Broadway eran sólo las dos caras más conocidas de su poliédrica figura. Laird apunta tres facetas adicionales que exhibió desde sus inicios. Fue un pianista clásico capaz de tocar jazz. También un comunicador y educador musical con audiencias masivas a través de la televisión. E incluso reivindicó un lugar como compositor de géneros clásicos en la sala de conciertos. El libro de Laird reivindica, precisamente, esta última faceta todavía poco conocida. Constituye un detallado reportaje cronológico de su trayectoria con comentarios acerca de sus principales composiciones. Y desfilan frente al lector sus partituras más interesantes, como su Sinfonía n° 2, La era de la ansiedad(1949), junto a las más populares, como la referida West Side Story (1957), un verdadero logro musical que se convirtió en maldición para alguien obsesionado por componer música seria e importante. Su mentor, el director de orquesta Serguéi Kusevitski, que no comprendía el interés de Bernstein por mezclar géneros, incorporar el jazz o sus coqueteos con el teatro popular, le hizo en 1946 la pregunta de su vida: “¿Crees que tus composiciones pueden colocarse al mismo nivel que Beethoven, Schubert, Brahms, Stravinski, Prokófiev, Bartók o Copland?”.
Bernstein tenía múltiples talentos. Fue un pianista clásico capaz de tocar jazz. También un comunicador y educador musical con audiencias masivas a través de la televisión
Laird completa su retrato de Bernstein con algunas pinceladas personales. Habla de su acuerdo informal con su esposa para compaginar una vida familiar con habituales conquistas homosexuales. Comenta sus problemas políticos con el macartismo y el expediente del FBI que le abrió J. Edgar Hoover. Salen también a relucir sus esfuerzos por causas humanitarias y en favor de una sociedad más justa con los homosexuales, los afroamericanos y los latinos, que también abordó en varias composiciones. E incluso utiliza al final su testimonio, pues Laird conoció al viejo Bernstein cuando era un joven estudiante. Turner Música publicará a comienzos de septiembre esta biografía en una traducción de José Adrián Vitier, que habría ganado con una revisión técnica de los comentarios musicales.
La reivindicación actual de Bernstein como compositor clásico ha impulsado además varios proyectos como Leonard Bernstein at 100, una monumental conmemoración con más de 2.500 eventos relacionados con la música de Bernstein en todo el mundo. De todas sus composiciones, la más programada ha sido West Side Story, con más de 800 eventos, aunque sorprende el incremento que ha experimentado su referida Sinfonía nº 2, con unas 130 interpretaciones esta temporada. La fonografía confirma la tendencia y en estos días coinciden dos nuevos lanzamientos al más alto nivel de esa obra.
La grabación en vivo de las tres sinfonías de Bernstein de Antonio Pappano con la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma (Warner Classics) constituye un bello tributo a su centenario. El compositor dirigió estas obras a esta orquesta e incluso se convirtió en su presidente honorífico en 1983. Pappano sostiene en el libreto que Bernstein revela mucho más de su personalidad aquí que en West Side Story. Concretamente, la Sinfonía nº 2, La era de la ansiedad, para piano y orquesta, toma su título del poema de W. H. Auden, pero también su detallado programa donde cuatro personajes beben por la noche en un bar de Nueva York. La otra grabación, también en directo, con Simon Rattle al frente de la Filarmónica de Berlín (Deutsche Grammophon), se inicia con un fragmento de una entrevista donde Bernstein comenta la asociación del inicio de la obra con la pintura Nighthawks, de Edward Hopper. En la segunda parte, los cuatro se trasladan a un apartamento donde celebran una fiesta, La máscara, con un fascinante perfume jazzístico. Pero al final esa búsqueda de la felicidad en tiempos miserables se topa con la fe religiosa en El epílogo. La joven pianista Beatrice Rana combina idealmente lo febril y lo reflexivo en los dos movimientos finales, pero tiene muy difícil competir con la hondura de Krystian Zimerman, que además tocó la obra con el compositor. En el libreto del disco, el pianista polaco recordaba también una pregunta de Bernstein: “¿Tocarás conmigo esta pieza cuando tenga 100 años?”. Ese ha sido su regalo de cumpleaños.
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